Papás en Cuarentena

Kalhiman y Gallo Torcuato vs la siniestra incertidumbre

mm

Y otros cuentos de la pandemia

PUROS CUENTOS

PAPI.- Buenas noches amiguitos, bienvenidos al canal de LOS CUENTOS DEL PAPI…

Esta noche les voy a contar la historia del Gallo Torcuato y la Princesa Aitana en el Reino de las Ocho Torres.

Nuestra historia comienza así:

Cae la noche en el Rancho Los Adobes, es una noche oscura y tenebrosa… y “yo me encontré con una casa abandonada”.

Se oían gritos…

AITANA.-  ¡Ayyyy!

PAPI.-  Ruidos…

AITANA.- ¡Scrachhhh!

PAPI.- Y portazos…

AITANA.- ¡Blammm!  (Luego cambia el tono) ¡Eso es una canción!

PAPI.- Bueno amiguitos, efectivamente esa es una canción pero ya saben que a mi me gusta ponerla dentro de nuestro cuento porque le da un aire de misterio.

Sigamos.

Muchos amiguitos me han preguntado que dónde se encuentra el mítico Rancho Los Adobes. Les diré primero dónde no se encuentra. No está en el sofocante desierto, ni en el congelado Polo Norte, ni en la salvaje selva, ni en las profundidades del mar. Tampoco en la bulliciosa y caótica ciudad.

El Rancho Los Adobes se encuentra…  “enlomásprofundodelbosqueentrelaszarzasespinosasdondeexisteunpequeñomundodeduendesydehadas…”

AITANA.- (Interrumpe) ¡Ben y Holly! Así comienza la caricatura de Ben y Holly.

PAPI.- Bueno amiguitos efectivamente así comienza la caricatura de Ben y Holly, pero a mi me gustó eso para incluirlo en nuestro cuento.

Sigamos.

Desde lo más profundo del bosque aparece un personaje muy entrañable, tiene el cuerpo lleno de plumas blancas, patas amarillas, pico dorado y una gran cresta roja ¿Saben quién es?

AITANA.- (Silencio)

PAPI.- ¡Es nuestro gran amigo el Gallo Torcuato!

Sigamos con nuestra historia.

AITANA.- (Duerme).

El Gallo Torcuato es un muñeco de peluche que compramos hace muchos años en un puestito de APAC, cuando Aitana tenía tres años. Una noche que le contaba cuentos se cayó de la repisa y cuando trataba de acomodarlo sonó su canto despertador al apachurrarle una mano.

Decidimos incorporarlo a nuestras historias y desde entonces es el protagonista de las mismas junto, por supuesto, a la Princesa Aitana y al Hechicero Pánfilo, creación de Tatiana.

El Rancho los Adobes es una pequeña propiedad rural de Mimi que le encanta a Aitana.

Antes de la pandemia le contaba un cuento a la semana a mi hija. Después, cuando estuve más tiempo en casa lo hacía dos o hasta tres veces a la semana.

En nuestros cuentos mi hija y yo jugamos a los valores entendidos. Nuestro inicio de la historia es un sketch aprendido. Ya sabemos cómo empieza, Aitana ya sabe cuándo tiene que interrumpir y sabemos cómo arranca la aventura que contaremos. Después, el relato mismo va cambiando (aparecen sirenas, unicornios, el juguete recién comprado), pero muchas veces cuando esto sucede Aitana ya se durmió.

Jugamos, repito, a los valores entendidos, pues esos son nuestras anclas, nuestras certidumbres. Sabemos de qué va el cuento y eso nos da confianza. Es un método que narradores y humoristas con mayor o menor fortuna han explotado durante muchos años: “Se me chispoteó”, “Síganme los buenos”, “¿Saben queeeeeeé? No lo sé, puede ser, quién sabe, a lo mejor, tal vez…”, “No hay mano, no hay”, “Óigame no ¡Me ahorcó!”, “Tonto es el que cree que el pueblo es tonto”, “Hagamos a América grande otra vez”, “Soy el único demócrata puro y absoluto”, “No volverá a suceder”.

Yo le cuento cuentos a Aitana para edulcorarle la realidad, para tranquilzarla y mantenerla dormida, y para que cuando duerme me permita hacer mis cosas. En cambio nuestros gobernantes, sobre todo en esta pandemia, nos cuentan cuentos para… (Jajaja, ¡Qué coincidencia! -Les Luthiers dixit-).

++++

KARMA Y EL ENEMIGO INVISIBLE

He vivido la pandemia de Covid-19 en dos etapas, y estoy esperando una tercera por venir.

Etapa uno:

Al comienzo del año tenía un empleo estable, proyectos de trabajo ambiciosos, metas y nuevos productos de video en mi calidad de Coordinador Editorial de Lince, la productora de información en video del periódico REFORMA.

Aunque la pandemia nos obligó a hacer cambios en la operación del área, también nos dio oportunidades para afianzar la producción de programas especiales, sobre todo ligados al desarrollo y efectos sociales de la enfermedad. Además, consolidamos un programa que enlazaba un noticiero en vivo con la mañanera de AMLO y, al término de ésta, un resumen de lo más importante.

Yo era el productor y guionista de ese programa, pero nada se hace sin un equipo y por eso aprovecho aquí para agradecer a Oscar Uscanga nuestro condutor estrella; a Germán Rodríguez y David Maureira, nuestros masters del Tricaster; a Beto Serrano y Jorge Sánchez, ingenieros de audio; a Manuel Rojo y Santi Aguileta, nuestros realizadores y camarógrafos, a mi estimado Frank y al resto del equipo Lince que en mayor o menor medida apoyaba y, sobre todo, a la coordinación del jefe del área operativa Josué Sastré. Hasta ahí.

Todas nuestras producciones iban viento en popa y con números crecientes de vistas y suscriptores. Los programas, las entrevistas del gran periodista René Delgado en su programa ENTREDICHOS, los resúmenes para los asistentes de voz de Google y Amazon…

Pero a todo Kalhiman se le aparece su Karma.

El jueves 12 de junio me enfermé. Primero una fuerte diarrea y luego fiebre de  38 grados. Se prendieron las alarmas. Me reporté enfermo al trabajo, quedé aislado en un cuarto mientras mi esposa y mi hija me veían con cara de espanto. Recursos Humanos me consiguió una cita para una prueba de Covid-19 el sábado siguiente y los resultados me llegaron el martes. Aunque la fiebre cedía y ni la tos ni el dolor de garganta se presentaban, vivimos esos días con mucha angustia. Cuando el martes por la mañana llegaron los resultados negativos las sonrisas volvieron. Pero lo peor estaba por venir.

A lo largo de ese día me fui enterando de uno de los recortes (más bien extirpación de órganos) más severos en toda la historia de REFORMA. Muchos compañeros que con talento y trabajo fundaron el periódico, lo mantuvieron y lo hicieron grande, que tenían cargos de mando sobre equipos y encabezaban secciones y proyectos dejaban de tener empleo de un día para otro. Mi enfermedad sólo prolongó mi despido unos días. Hasta que llegó el viernes 19.

Ese día El Kalhi dejó de ser el sobrenombre más antiguo de REFORMA y yo me convertí en otro papá sin empleo.

Etapa dos:

Tras mi despido, la primera semana fue para abrir los paracaídas y cuidar el patrimonio familiar. Validar los seguros de desempleo para hacer frente a la hipoteca de nuestro departamento, buscar la mejor forma de invertir parte de la liquidación, asegurar los gastos de la familia que compartimos Tatiana y yo.

A partir de la segunda semana hice mi propio cronograma de actividades, que consistía en trabajar textos y proyectos propios, así como actualizarme en los temas de periodismo digital en los que ya tenía experiencia por los últimos años trabajados en REFORMA, revisitar los cursos que Diana Álvarez nos dio en el periódico sobre liderazgo y manejo de equipos, entrarle a los temas de marketing digital y también a los de comunicación social.

Amigos y ex jefes muy genorosos me promovieron, circularon mi CV, me dieron cartas de recomendación que merecen enmarcarse y me brindaron no sólo consejos sino verdaderas lecciones. Doy gracias a Lázaro Ríos, René Delgado, Clara Torres, Ernesto Núñez, Raúl Luna, el grupo 26 años!!!, Jorge Reyes, José Luis Tapia, Julio Candelaria y Miguel de la Vega, entre muchos otros. Gracias sin rencores, Roberto.

Volví a saber qué era una entrevista de trabajo despues de 27 años. A cada una de ellas les he dedicado mucho tiempo en su preparación, reviso todos los detalles, desde el contenido hasta la locación, y he aprendido mucho de cada una de las personas que me ha entrevistado.

Tercera etapa:

Coming soon

++++

LO QUE VIERON LOS COLIBRÍES

Tatiana no es sólo mi esposa sino el amor de mi vida. Es mi compañera, mi cómplice, mi confidente, mi impulsora. Mi lluvia de meteoritos diaria. Lo es antes, durante y después de la pandemia.

La cuarentena sólo ha servido para reafirmarnos como pareja. Una de las cosas que más disfruto son nuestras sobremesas, sobre todo las de los viernes, cuando más descansados de todas las labores de la semana desarmamos el mundo y lo volvemos a armar, hacemos planes y pasamos del Circo de López-Gatell al Circo Tempranillo Cariñena D.O. y de los cuentos propios de Stephen King a los relatos escanciados con September Hill Reserva Cabernet Sauvignon.

También disfruto las comidas de fin de semana en nuestro balcón acondicionado con plantas y un bebedero donde los colibríes llegan a alimentarse a pesar de que estamos en un piso 12.

Y adoro a nuestra hija Aitana. Una guerrera que ha aguantado casi seis meses de encierro en casa. Ella que es tan inquieta y sociable ahora tiene que convivir con sus amigos por WhatsApp o por llamadas de teléfono, aclimatarse a tomar clases por Zoom o Clasroom y a ser extremadamente precavida con cubrebocas y careta las pocas veces que hemos tenido que salir.

Aunque seguimos jugando a las luchitas, las cosquillas y los apapachos de un minuto, también nos peleamos y nos enojamos por una tarea o un deber incumplido. Pero no pasa mucho tiempo sin que todo quede arreglado y sellado con un gran abrazo de padreehija-hijaypadre.

Con ella en esta cuarentena he aprendido a jugar (jajaja, es un decir) a Piggy, Adop Me y más de Roblox, a conocer cómo son sus historias de Gacha Life y a ceder mis espacios en la tele a sus series y películas.

Mi hija a sus nueve años crece y madura aceleradamente para mí. Baila y canta a Alan Walker, en lugar de El Kalhi prefiere a Kally´s Mashup, le tiene cada vez menos miedo a las historias de terror y sabe muy bien como aterrorizar a su padre  con dos de sus temas más provocadores: novios y adolescencia.

Y cada vez necesita menos de mis cuentos para dormir.

Los domingos hemos sustituido los encuentros con mis padres y mis hermanos por una reunión de Zoom a las 3 de la tarde, en la que los hermanos Lupita, Migue, Pepe, Favy, Aza y Miri, nos contamos nuestras aventuras de la semana, las recetas más ricas, las noticias de los sobrinos y los nietos. Tenemos la fortuna de que mi padre, Don Celso Hidalgo a sus 94 años, y mi madre Doña Elvira Barrera a sus 85, estén sanos, felices y lúcidos. Eso es una bendición.

++++

LIBRO DE LA SABIDURÍA UNO: SINIESTRA INCERTIDUMBRE

¿Y entonces qué? ¿Muy Kalhiman? ¿Todo es néctar de colibríes para tí durante esta pandemia? ¿Serenidad y paciencia?

¡Claro que no! Me angustio y me duele mucho cada noticia de un amigo, conocido, o familiar de un amigo que se enferma o que tristemente muere. Me gopea la angustia, me patea y repatea la incertidumbre en la que vivimos.

La incertidumbre es la otra pandemia de nuestros días. Nos envenena el alma. Nos dinamita la fe. Lidiamos y a veces nos rendimos ante ella. Intentamos combatirla con chistes, memes, una buena comida o un buen trago. Pero ahí sigue, royéndonos la vida. Para explicarnos nuestra existencia frente a ella a veces somos Pema Chödrön y otras Zygmunt Bauman. La toreamos apelando a la autoayuda, al marketing o a la filosofía social.

Y ahí sigue la recanija. Siniestra. Acechando. Enemiga invisible.

En “La Gestión de la Pandemia en México”, los seis ex secretarios de Salud que firman el estudio concluyen así: “Seguimos en un pasaje de incertidumbre, dolor y miedo. Lo más probable es que esta circunstancia se prolongue. Son tiempos oscuros, a los que sólo podremos gestionar con la razón”.

De hecho, esta redacción final de mi texto es resultado de esa incertidumbre. Escribí en su momento versiones que eran más oscuras y enojadas, otras que exhudaban optimismo, dependiendo de qué tan abajo o qué tan arriba me encontraba en la montaña rusa de las emociones.

++++

LIBRO DE LA SABIDURÍA DOS: INFINITOS PLATOS

“Puedo lavar los trastes mas sucios esta noche.

Tallar por ejemplo la olla encochambrada

y limpiar de los platos los restos de fideos”.

En esta pandemia me he acordado mucho de mi maestro Mauricio Matus, con quien recorrimos el sureste hace más de 30 años con nuestro grupo de teatro. Él es el autor de una parodia parecida a esta que escribo basada en el famoso Poema 20 de Neruda. Y ya que estamos en la hora de las confidencias les platico que efectivamente soy el lavador de trastes oficial de la familia.

Dividimos las tareas para tener la casa lo más ordenada posible, en este encierro el cuarto de Aitana dejó de ser una zona de guerra (jjaja, no siempre), los pisos no se saturan de polvo, la lavadora y secadora de ropa han trabajado horas extras, los baños quedan limpios y las coladeras destapadas, pero los trastes, esos nunca se acaban.

Antes los maldecía, ahora hasta platico con ellos: “Al ratos nos vemos muchachos” o “Al rato los atiendo”.

Decía Nadine Gasman, titular de Inmujeres, que entre más hombres laven platos menos violencia habrá en el país. Estoy a dos soperos y tres llanos de ser el Kalhiman más pacífico del mundo.

++++

LIBRO DE LA SABIDURÍA TRES: HE APRENDIDO

De todo lo que esta pandemia me ha hecho aprender les comparto lo siguiente:

Toma el placer mientras dure.

Es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites. 

La verdad es temporal.

No hay que quedarse atrapado en el paradigma de la escasez.

Haz el bien sin mirar a quien

Y, sobre todo, me ha hecho reapreciar uno de mis versos favoritos del Testamento de Otoño de Neruda:


“Al odio le dejaré
mis herraduras de caballo,
mi camiseta de navío,
mis zapatos de caminante,
mi corazón de carpintero,
todo lo que supe hacer
y lo que me ayudó a sufrir,
lo que tuve de duro y puro,
de indisoluble y emigrante,
para que se aprenda en el mundo
que los que tienen bosque y agua
pueden cortar y navegar,
pueden ir y pueden volver,
pueden padecer y amar,
pueden temer y trabajar,
pueden ser y pueden seguir,
pueden florecer y morir,
pueden ser sencillos y oscuros,
pueden no tener orejas,
pueden aguantar la desdicha,
pueden esperar una flor,

en fin, podemos existir,
aunque no acepten nuestras vidas

unos cuantos (…)”.

++++

ESTA HISTORIA CONTINUARÁ…

PAPI.-  Con la primera luz que rasga la oscuridad de la madrugada, el gallo Torcuato sube a su poste de vigía y lanza su poderoso canto: kiquiriquí. Todos en el Rancho Los Adobes y en el Reino de las Ocho Torres comienzan a despertar. Torcuato se prepara para desayunar sus granos de maíz dorado, que son sus favoritos, y se encamina al Palacio de la Princesa Aitana para comenzar la aventura del día. Y entonces….

Pero ese, ese, es otro cuento.

Por ahora sólo me queda seguirle haciendo al Kalhiman y cerrar este relato con una de mis máximas favoritas:

“Estamos vivos, mi pequeño Solín, y eso ya es una victoria”.

Acerca del autor

mm

Jorge Arturo Hidalgo

Periodista con 27 años de trayectoria, especializado en cobertura de fuentes políticas y en la dirección de equipos de reporteros y editores. También me he especializado en la planeación y ejecución de agendas informativas cotidianas, semanales y mensuales y coberturas especiales. Recientemente me he dedicado a la creación de contenido editorial para versiones escritas, sitios web y plataformas digitales, incluyendo la producción de informativos en video.

1 comentario

Dejar un comentario