El próximo 4 de febrero se conmemora el día mundial del cáncer y esto me hizo pensar en el flaco favor que nos hizo el ex presidente Richard Nixon cuando el 23 de diciembre de 1971 le declaró la guerra al cáncer. Ciertamente, la aplicación de grandes cantidades de recursos trajo consigo grandes avances en el conocimiento que hoy tenemos sobre la enfermedad (con alrededor de 400 tipos y subtipos) y esto se ha traducido en más y mejores tratamientos para curarlo o controlarlo.
Sin embargo, el haber utilizado la palabra guerra nos ha llevado a la utilización de un lenguaje metafórico que aunque a algunos pacientes parece gustar, para otros muchos, ha resultado en una carga adicional. Desde entonces el lenguaje bélico ha estado presente para referirnos al cáncer.
Inmediatamente tras el diagnóstico se urge al paciente a librar una serie de batallas, para ganar la guerra. Se les dice que son guerreros, que los tratamientos son armas de gran poder y que deben ser fuertes y positivos a cada momento. La actitud lo es todo, afirman. Como abejas a la miel hay quienes se acercan al paciente con distintas sugerencias e interpretaciones sobre el porqué enfermaron: escucha a tu cuerpo, algo quiere decirte; cambia, aún estás a tiempo; no te rindas; suelta tus resentimientos, y un larguísimo etcétera.
Sin darse cuenta, el juicio está dado: los buenos luchadores sobrevivirán; los débiles, morirán.
A lo largo de los años he visto el sufrimiento que los pacientes viven no solamente por la propia enfermedad que en sí misma irrumpe en quien lo padece de manera abrupta, violando todas las áreas de su vida, obligándolo en el mejor de los casos a poner su vida en pausa. Sus rutinas, sueños y proyectos se ven desplazados. La incertidumbre y el miedo se suman al estigma que pesa sobre el cáncer y que lo han convertido en depositario de mitos que de tanto repetir parecen verdades incuestionables.
Sin duda alguna el cáncer es un gran reto, pero nunca un fracaso. Una buena actitud no significa que sea fácil, que no duela o enoje. Buena actitud, desde mi punto de vista, significa asumir el reto y saberse capaz de transitar por el proceso de enfermedad; es aceptar las emociones y pensamientos, por cambiantes que puedan ser, para entenderlos y manejarlos de la mejor forma posible; es hacerse cargo de sus propias decisiones, rodearse de quienes saben acompañar desde sus necesidades y deseos y finalmente, es saber que la vida sigue teniendo sentido. Vicktor Frankl lo decía bien: El hombre no se destruye por sufrir; se destruye por sufrir sin ningún sentido.
Este 4 de febrero los invito a reflexionar sobre el tema. Si todos nos proponemos desmitificar la enfermedad llegará el momento en que cuando alguien sea diagnosticado con cáncer no piense en guerra, dolor y muerte y pueda seguir viviendo tan plenamente como su situación se lo permita.
P.D. Hace años visité a una entrañable paciente que en aquel entonces tenía 24 años. Al verme dijo: acabo de verte en una entrevista; me gustó. Le respondí que a veces pensaba que era inútil seguir hablando de algo que parecía no tener resonancia. Ella, con su dulce sonrisa, volteó hacia mí y replicó, nunca dejes de decirlo, a nosotros los pacientes nos ayuda. Va por ti querida M, donde quiera que estés. Quien la hubiera conocido jamás se atrevería a decir que perdió una batalla. No solamente la ganó, trascendiéndola, sino que ganamos todos los que tuvimos el privilegio de conocerla.
@GTarditi
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