Reportaje In Fertilidad

Las grandes dudas sobre el experimento genético del doctor He

Lo que ha hecho el emprendedor chino He Jiankui al modificar el ADN de dos niñas antes de nacer –si es que realmente lo ha hecho, cosa que no ha demostrado– no tiene ninguna dificultad técnica y ningún mérito médico ni científico.

Es comparable a lo que hizo el embriólogo italiano Severino Antinori cuando anunció en el 2002, también sin pruebas, que había clonado embriones humanos y los había implantado en tres mujeres.

Tanto Antinori entonces como He ahora han utilizado una técnica inventada por otros y dicen haberla aplicado al terreno sensible de la reproducción asistida humana, convirtiéndose así en famosos por unos días.

Antinori ha quedado en la papelera de la historia como un farsante; la última vez que fue noticia, hace dos años, fue porque le arrestaron, acusado de haber extraído óvulos por la fuerza a una enfermera de 24 años que trabajaba en su clínica, en Milán.

Es demasiado pronto para saber cómo quedará He. Pero su irrupción mediática ha puesto de nuevo sobre la mesa el viejo debate de qué es lícito hacer y qué no con embriones humanos. Hay un amplio consenso entre especialistas en embriología, medicina de la reproducción, biología molecular y bioética de que los avances médicos y científicos se apliquen para prevenir y tratar enfermedades.

También hay consenso en que las actuaciones sobre óvulos, espermatozoides y embriones no deben comportar riesgos para las generaciones futuras.

Estos consensos se plasmaron en el Convenio sobre Derechos Humanos y Biomedicina del Consejo de Europa, aprobado en Oviedo en 1997 y firmado por 35 países, que es el único acuerdo internacional legalmente vinculante para la protección de los derechos humanos en el ámbito de la biomedicina.

En su Artículo 13, titulado “Intervenciones sobre el genoma humano”, explicita que “una intervención que busque modificar el genoma humano sólo podrá realizarse con propósitos preventivos, diagnósticos o terapéuticos, y sólo si su objetivo es no introducir ninguna modificación en el genoma de ningún descendiente”.

Un ejemplo que cumple ambos requisitos (propósitos médicos y seguridad para las generaciones futuras) es el diagnóstico genético preimplantacional.

La técnica, autorizada en España por la ley de Reproducción Asistida, consiste en analizar el ADN de un embrión antes de implantarlo en el útero para asegurarse de que no es portador de una enfermedad hereditaria grave.

En cambio, es ilegal la clonación, ya que ni previene ni trata ninguna enfermedad y, además, puede comportar alteraciones que se transmitirían a los descendientes.

El experimento del doctor He no cumple ninguno de los dos requisitos. El emprendedor chino argumenta que su intervención está destinada a modificar el gen CCR5 para que las personas que nazcan con el genoma editado no puedan contraer el sida.

Pero una de las niñas que presuntamente ha nacido sigue siendo vulnerable al VIH porque tiene una de las dos copias del gen intacta, cosa que He sabía –o hubiera debido saber– antes de implantar el embrión.

Además, hay otras maneras eficaces de prevenir el sida. Y al inactivar el CCR5, ha aumentado la vulnerabilidad de las niñas a otros virus como el de la gripe o el del Nilo Occidental. Por lo tanto, la edición genética que ha realizado He no tiene justificación médica.

En cuanto al segundo requisito, la técnica de edición genética CRISPR-Cas9 que ha utilizado He conlleva un riesgo de mutaciones indeseadas que se transmitirán a las generaciones siguientes. Por lo tanto, tampoco lo cumple.

Es precisamente por este riesgo de efectos secundarios graves que el comité de bioética de la Unesco reclamó hace tres años una moratoria para no aplicar por ahora la edición genética a óvulos, embriones y espermatozoides.

En la misma línea se pronunciaron también en el 2015 los asistentes a Ia cumbre internacional de Edición Genética Humana, que congregó en Washington a investigadores de más de veinte países, incluida China.

Resulta sorprendente que el foro que He ha elegido para presentar su experimento, después de haber violado de manera flagrante las recomendaciones que se hicieron en aquel primer congreso, sea la II cumbre internacional de Edición Genética Humana que se celebra esta semana en Hong Kong.

La técnica CRISPR-Cas9, que permite modificar el ADN de manera rápida, sencilla y barata, sigue siendo “una tecnología prometedora que tiene un gran potencial para beneficiar a la sociedad”, dijo ayer en Hong Kong David Liu, del Instituto Broad de EE.UU., en declaraciones a Associated Press.

Pero estos beneficios llegarán antes para tratar enfermedades en células adultas, donde los posibles efectos secundarios serán limitados, que para prevenirlas en óvulos, espermatozoides y embriones. Y desde luego, coinciden los especialistas en bioética, la técnica no debe utilizarse en ningún caso para mejorar la especie humana modificando rasgos no patológicos como la belleza, la inteligencia o el color de la piel.

Con información de AP y La Vanguardia

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