Imagen sección Especial

Especial

Especial

Ale era un hombre joven con una alma vieja y sabia…

mm
Escrito por Gina Tarditi

A la memoria de Alejandro…

A la Memoria de Alejandro (1989-2020)

Ale o Abuelo, como lo llamaban en su círculo más cercano, era un hombre joven con un alma vieja y sabia.

A través de su mamá, Paulina, conocí un poco de su infancia y adolescencia. Lo imagino como un espíritu libre, rebelde, intrépido, determinado, generoso  y amoroso, pero reservado y taciturno. Cuando tuve el privilegio de conocerlo en el 2017, el cáncer tenía tiempo de haber frenado sus planes, con todo lo que esto debía significar para quien, como él, vivía la vida a chorros, intensamente.

Detrás de su profunda mirada dejaba ver una mente reflexiva que lo obligaba a pensar en ocasiones, tal vez, más de lo que hubiera deseado. Sabía y entendía que la vida le estaba retando, que por difícil que pudiera ser lo que estaba viviendo solo había dos caminos: salir corriendo o responder de la mejor manera haciendo acopio de todas sus herramientas. Optó por el segundo, un camino tan sinuoso como incierto.

Cuando parecía que todo iría bien algo nuevo se interponía. Las recaídas se volvieron el escenario esperado y él, manteniéndose fiel a sí mismo, seguía dirigiendo el timón de su vida, preparándose para lo peor y esperando siempre lo mejor. En noviembre del 2018 se encontraba hospitalizado, enfrentando una recaída más; sabiéndose muy enfermo atestigüé una escena que hasta el día de hoy honro y celebro. Ale le dijo a Paulina que si moría deseaba que ella estuviera bien, que no sufriera por su ausencia. Ella, con lágrimas en los ojos y con una gran claridad, le respondió  “si tienes que irte, hazlo; me dolerá mucho tu muerte, pero estaré bien y feliz porque lo que me has dado en todos estos años desde el día que naciste se quedará conmigo”.

Estaba claro, para mí, que Ale necesitaba saber que su Paulina no solo estaría bien sino que aceptaba la posibilidad de una muerte cercana. Sin embargo, la vida tenía otros planes para él en ese momento. Una nueva línea de tratamiento le daba un nuevo respiro al tiempo que planeaba su boda con Fran, una hermosa joven inglesa, cuyo amor la hizo  dejar todo atrás para emprender un nuevo camino junto con él, con los ojos abiertos, dispuesta a acompañarlo en este periplo.

Los volví a ver hasta marzo del 2019.  Se veían radiantes y muy esperanzados con las nuevas noticias: Ale se había recuperado y estaba listo para ser trasplantado. Todo fue conforme a lo esperado; los cuidados post-trasplante fueron muy limitantes pero junto a Fran se sentía más fuerte y juntos empezaban a tener la suficiente confianza para planear hacia el futuro; sin embargo unos pocos meses más tarde el cáncer recurría y esta vez debía enfrentar además la enfermedad injerto contra huésped, una de las complicaciones que pueden ocurrir tras un trasplante de médula ósea.

La apuesta ahora era todo o nada. Si lograba superar esta última podría incluso curarse del cáncer que lo aquejaba, las decisiones se volvieron más y más complejas; cada elección tenía claroscuros y más de una vez Ale pensó en decir hasta aquí, pero no lo hizo porque el amor a la vida, a su esposa y a su familia pesaban más y decidió seguir haciendo acopio de fuerzas, pero siempre conservando todos esos rasgos que lo hacían tan especial, la mirada profunda, callada, pero despierta; escuchaba más que hablar, pero siempre y hasta el final hizo saber lo que era importante para él; lo que deseaba y lo que no aceptaría. En ocasiones, cuando así lo necesitaba, demandaba más información, respuestas para sus inquietudes. Su gran dignidad, integridad, calidez  y a veces, una cierta estoicidad lo hicieron entrañable para todo el equipo de salud que tuvo la fortuna de conocerlo y atenderlo.

Finalmente Ale murió el 26 de febrero, rodeado de sus seres queridos y con la paz que todos deseaban y que hasta el día de hoy los acompaña porque no quedaron frases no dichas, porque todos ellos supieron estar y hacer lo que les tocaba a cada momento y porque el amor compartido no se rompe con la muerte; el vínculo permanecerá por siempre y están ciertos que el paso de Ale por este mundo tocó muchos corazones y ha dejado una huella indeleble que lo ha de trascender.

A mí no me queda más que agradecer el privilegio de haber conocido a Ale, a Paulina y a Fran  y haber aprendido de ellos lecciones de vida que me hacen refrendar lo que siempre he creído: cada ser humano es mucho más que sus circunstancias y en la adversidad se dobla pero no se rompe.

Quisiera cerrar compartiendo con ustedes y con la autorización de su familia un pensamiento que Ale escribió tres años antes de su muerte y que sin duda es un regalo que además invita a reflexionar sobre el valor de la vida y de la muerte:

Llórame con la alegría de saber que fui un hombre feliz.

Que aprendí a morir mucho antes del cáncer, porque vivir

es morir día a día y despertar queriendo lo que realmente

tiene un significado en la vida, sabiendo que el último día

siempre será al ratito.

Acerca del autor

mm

Gina Tarditi

Psicóloga, desarrollista humana y tanatóloga. Cuenta con una maestría en psicología; estudió también la maestría en Desarrollo Humano y diplomados en cuidados paliativos y tanatología y cuenta con la especialidad en manejo de duelos y pérdidas.

Es autora de: 
Las Emociones y el Cáncer. Mitos y Realidades, Editorial Océano. 
El Duelo. Cómo integrar la pérdida en la propia biografía, Editorial Fontamara. 
Coautora con Mariana Navarro de Cuidados paliativos. Medicina que apuesta por la calidad de Vida. Editorial Fontamara

Ha escrito también dos manuales para manejo de duelo, con los nombres de Brújula. Reorientándola y Cartas y Canicas, los cuales no han sido publicados.

Actualmente colabora en el Centro de Apoyo para la Atención Integral, del Instituto Nacional de Cancerología, es miembro del consejo médico de la Asociación Mexicana de Lucha contra el Cáncer, AC y continúa escribiendo sobre cuidados paliativos, duelo y desmitificación del cáncer, temas a los que se ha dedicado por más de 25 años.

Dejar un comentario