Imagen sección Opinión

Opinión

Sexualidad Opinión

Obtener lo que pedimos, sin culpa; mujeres que hablan

mm
Escrito por Ana Francis Mor

¿Por qué sentir ‘no me lo merezco’

Hay unos masajes a los que voy que me fascinan. Me reciben con musiquita relajada y luz tenue. Me remojan por una serie de tinas de aguas a distintas temperaturas, me dan tecito, me hablan bonito, me dan mi chancla, mi batita, mi locker de combinación y mi masajote justo como lo necesito.

No tengo ninguna vergüenza en pedir más fuertecito, más en el hombro, otros 10 minutos de sauna o más agüita de clorofila. No tengo problema en pedir lo que necesito en este ritual absolutamente hedonista de autoconsentimiento. A mi, me gusta que me apapachen y no tengo vergüenza porque pago por ello. Pero cuando se trata de aceptar los apapachos de las personas que me aman, me cuesta. ¿Por qué? En psicoanálisis básico, podemos concluir sin mayor trámite, que lo que pasa es que siento que no me lo merezco a menos que pague por ello.

Este sentimiento no necesariamente está mal, si pensamos que la reciprocidad está padre y que a mi me importa mucho ser recíproca en mis relaciones, pero la bronca es que a mi de plano me da culpa recibir más amor del que considero que es justo y en la directa relación al que yo proporciono. Si ustedes creen que ese tipo de cosas no se pueden medir, créanme, yo soy de las que lo miden. El ser “la que más da”, es una identidad que te define como la versión contemporánea de Dolores del Río, o lo que es lo mismo, la madre universal que todo lo puede sin recibir nada a cambio.

Bueno señoras, este veinte que me acaba de caer a mí, también se llama patriarcado, porque detrás de ese rol de mujeres virtuosas capaces de amar a tope sin recibir nada a cambio hay un gran poder que nos permite manipular, chantajear, jugar a las víctimas y ejercer violencia calladita, suavecita, de esa que manda a nuestros hijos a terapia quince años o que enloquece a nuestras parejas porque no entienden qué chihuahuas nos está pasando.

En esta educación de lo femenino que tenemos dentro del patriarcado, recibimos un entrenamiento de cuidadoras mega profesional. ¿Cómo nos entrenan? vía muñequitas, cuidada de hermanitxs, sobrinitxs, jugar a la casita a la comidita, etcétera. Las educadas como mujeres convencionales somos expertas en cuidar y ese es parte de nuestro poder. Como te cuido mejor que nadie, ahí de ti si no dependes de mi, ahí de ti, si faltas a este pacto en el que me debes la vida, me debes el amor, me debes tu felicidad. Ahí de ti, porque con mi llanto y mi desgracia te lo voy a cobrar en paguitos semanales.

¿Me estoy azotando y tirando al drama? Obvio que sí, es parte de mi entrenamiento de mujer. En días recientes me di a la exótica tarea de pedir lo que necesitaba en términos amorosos a cambio de nada. Es decir de nada en específico. Lo único que hice fue decir en voz alta: en estos momentos, necesito que me abraces más, que me beses más, que me digas más que soy una super rorra. Hice el exótico ejercicio de no esperar a que me leyeran la mente. ¿Qué es lo que estoy obteniendo? Pues lo que pedí. Fin del drama.

No tengo idea de quien seré si dejo de ser la que más cuida, la que más ama y la que no se alimenta del drama. Solo sé que Diosito me está diciendo que en este momento de mi vida tengo la oportunidad de soltar ese poder y dejarme consentir y apapachar.

En cuanto averigüe en quién me convierto, les platico qué se siente. Por lo pronto, me quedo con la satisfacción de sentirme bien y que eso sea también, una manera de tumbar al patriarcado.

Acerca del autor

mm

Ana Francis Mor

Es actriz, cabaretera, escritora, directora teatral y activista mexicana. Es una de las fundadoras del colectivo Las Reinas Chulas que promueve el cabaret en México. Se ha especializado en derechos sexuales y estudios de género y en 2011 fue galardonada con la medalla Omecíhuatl por su labor a la construcción de la ciudadanía de las mujeres, otorgada por el Gobierno de la Ciudad de México.
Desde 2007 escribe en Emeequis la columna El manual de la buena lesbiana, la cual más adelante se recopiló en dos libros (2009, 2013). Publicó Para soñar que no estamos huyendo (2013), una adaptación de Ricardo III, la obra de Shakespeare. Lo que soñé mientras dormías es su primera novela.

Dejar un comentario