Escribo desde la certidumbre de no ser solo una, porque la verdad es que somos muchas. Si a algo sí vamos a llegar seguro todas es a la menopausia y condiciones que la acompañan.
Así que arranco esta columna con la idea de deambular alrededor de esta edad que ya es madura, pero es joven, que ya es adulta, pero no por eso nos lleva a tomar todo el tiempo las mejores decisiones.
¿Dónde estoy en este momento? Sin duda, ya no estoy en vivir a dieta para bajar de peso para ser flaca. A esta edad, ya acepté mi pancita y mi constitución. Me preocupan mucho más las articulaciones y la flexibilidad. En el gimnasio ya no me interesan las clases de glúteo o el brincoteo y las pesas pesadas. Ahora nado, hago yoga, stretch y alguna sesión salvaje de spinning. Si llego a hacer alguna dieta es por razonamientos de una naturaleza totalmente distinta a la de bajar de peso: cuestiones ambientales, éticas y de justicia, por un lado, y cuestiones de salud, por el otro.
Caerme en cualquier bajada, subida o banqueta dispareja ya tampoco es opción. Hace unos pocos años que vengo diciendo que cada caída me duele mucho y me sale muy cara. Entonces el caminar no es lento, pero sí es cauteloso y atento. Se acabaron las caminatas escribiendo en el teléfono celular.
Las emociones siguen intensas, como siempre, pero esa intensidad se expresa, creo yo, en cosas importantes. Ya no me voy peleando con todo aquello que me molesta a lo largo del día. Una querida amiga, mayor que yo, me dice con frecuencia: escoge tus batallas. Eso voy haciendo y los días transcurren mucho mejor. Importa lo importante. Parte de esa selección de batallas es aprender a decir que no, una palabra breve, pero que cómo nos cuesta, en esta costumbre y esta adicción de complacer, de decir siempre sí, de multiplicarte varias veces para honrar los tantos sís prometidos por aquí y por allá.
Y, siendo una mujer que decidió no tener hijos, que ha ido por la vida bastante a su aire en muchas cosas prácticas, una práctica que ahora valoro enormemente es el cuidar. Me gusta cuidar a las jóvenes y las menores alrededor. Cuidar en un sentido enteramente distinto y amplio. Un cuidar que alimenta con comida nutritiva, pero que también alienta a tener sueños y hacerlos realidad. Un cuidar que recomienda lecturas, pero que también se preocupa por cómo y a qué hora regresarán las jóvenes luego de una salida nocturna. Un cuidar que anima a viajar solas o acompañadas, pero también anima a construir su habitación y su vida propia. Un cuidar que ya no hace preguntas pendejas sobre el amor romántico, porque hueva absoluta. El amor puede ser de muchas formas, cada quién hallará sus respuestas.
Los 55+ ya también me salvaron de los piropos callejeros, lo que es otra cosa buena de esta edad en la que eres joven, pero adulta; apasionada, pero realista; fiestera, pero poquito.
Una edad de la que hay que hablar, en la que también hay sueños, pesadillas, deseos y regadas épicas. Los nuevos 55+ son venturosos, ocupados, extrovertidos, esperanzados. Y las señoras que los vivimos estamos encontrando que se está bien, que la vida continúa, se reinventa e incluso mejora. De todo esto vamos a hablar.
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