Pocas veces en nuestro país el interés público se impone por encima de los intereses privados y esto está sucediendo en estos momentos. La aprobación del etiquetado frontal de los alimentos, es decir, de un etiquetado explícito en el que se nos informa claramente a las y los consumidores cuando los productos industrializados tienen un contenido excesivo de azúcar, sodio, grasas saturadas, grasas trans, contenidos calóricos, cafeína y edulcorantes es un logro muy importante de años de lucha de la sociedad civil y de legisladores y funcionarios comprometidos con el tema, en un país en el que se estima que 70% de la población tiene obesidad o sobrepeso.
¿Por qué este etiquetado es tan importante y no podemos permitir que se boicotee en la implementación? Porque en las pasadas tres décadas México se convirtió en un paraíso para los productores de alimentos y bebidas industrializadas -chatarra, la gran mayoría-, y esto ha traído como consecuencia una verdadera epidemia de obesidad que no solo afecta a adultos, sino, cada día más, a jóvenes, niñas y niños. La obesidad, el sobrepeso y las enfermedades crónicas y degenerativas asociadas a estas condiciones están secuestrando no solo las frágiles finanzas de nuestro sistema de salud, sino también el futuro y la calidad de vida de nuestra infancia. Es algo que no podemos permitir.
Por eso resulta tan descorazonador toparse con que diversos medios de comunicación importantes y serios le abren grandes espacios, y en repetidas ocasiones, a los voceros de la industria de los alimentos procesados para cuestionar la medida, para poner en duda su eficacia, para repetir argumentos falaces e insostenibles ya desmentidos con información científica y con sentido común.
Cuando hemos tenido oportunidad de preguntar a integrantes de algunos de esos medios por qué hay una presencia reiterada de voceros de la industria para cuestionar el etiquetado, la respuesta ha sido “es que hay que escuchar a todos”. Desafortunadamente, este criterio no aplica para todos los temas. Me consta que hay muchos otros temas en los que los medios no abren espacio a voces que cuestionan, a comunidades y organizaciones civiles, por poner un ejemplo.
El problema de obesidad y sobrepeso que enfrentamos hoy en día es un tema de salud púbica, de finanzas públicas, es un problema creado por la apertura comercial, por el abandono del campo, por el cambio drástico que trajeron estas dos políticas en la dieta de las y los mexicanos y por la captura de las políticas de salud por parte de las corporaciones. ¿Tienen las empresas de los alimentos procesados algo que aportar para resolver este problema? ¿O sus aportes y sus cuestionamientos tienen por objeto defender sus intereses privados, socavar la decisión, mantener secuestrada nuestra alimentación?
Estamos en un momento fundamental en el que necesitamos empoderar a las autoridades mexicanas en la implementación del etiquetado frontal a la brevedad. Abrir espacio a dudas seudocientíficas y a la supuesta defensa del derecho a la información de los consumidores no abona en favor de nuestra salud.
Retomó esta frase del posicionamiento de UNICEF, preocupada por las alarmantes proporciones que la obesidad infantil está tomando en nuestro país: “El etiquetado frontal de advertencia para alimentos y bebidas aprobado por México será uno de los mejores del mundo, dadas la claridad, sencillez e información que ofrecerá a los consumidores sobre el exceso de nutrientes que contribuyen al sobrepeso y la obesidad, atentando así contra la salud de la infancia”.
Hoy medios y sociedad tenemos que defender lo ganado, tenemos que ponernos de lado de la salud pública, del futuro de nuestra infancia, tenemos que recuperar nuestro derecho y nuestra capacidad de comer alimentos seguros y sanos. Hagámoslo. Pongámonos de lado de México y hagamos a un lado los intereses y el lucro de unos cuantos. Aunque sea solo por esta vez. Sí podemos.
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