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Japón y su modelo de atención en post sismo

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Y la vulnerabilidad de México ante los desastres naturales

El 17 de enero de 1995 a las 5:46 de la mañana, un sismo de magnitud 7.3 sacudió la ciudad de Kobe, en Japón. Bastaron 20 segundos para destruir puentes, autopistas, vías férreas, casas y hospitales. En poco tiempo la ciudad estaba incomunicada.

La ayuda se demoró más de lo esperado, -varios puentes estaban destruidos- y los sistemas de emergencia colapsaron. Bomberos, patrullas y equipos de rescate demoraron en brindar ayuda a la población -de un millón y medio de habitantes-, con un saldo de 6 mil 434 víctimas.

Incomunicados, sin luz y sin servicios básicos, prácticamente todas las personas se encontraban en estado de shock: no estaban preparados para una crisis de esta magnitud.

Kokoronokea: cuidado del Corazón

Luego de esta amarga experiencia, gobierno y sociedad decidieron fomentar una cultura de la prevención para que nunca se repitieran los efectos de esta catástrofe.

Es así como crearon estrategias de prevención y destinaron recursos para saber cómo actuar ante sismos y tsunamis. Estar preparados para recibir estos impactos con el menor daño posible. Fue así como crearon: Kokoronokea, traducido al castellano como: “Cuidado del Corazón”.

Este concepto no solo se basa en la atención al estrés post-traumático, también integra la prevención ante desastres naturales. 

Síntomas como trastornos del sueño, pesadillas, dificultad para concentrarse al realizar tareas cotidianas, sentimientos de culpa, ansiedad y depresión, son algunos de los efectos ante situaciones traumáticas como la de un terremoto.

En muchos países, luego de un desastre natural, las políticas públicas no toman en cuenta la salud emocional de la población como un tema de vital importancia. Lo más grave es que, de no atenderse, afectaría seriamente a largo plazo a las víctimas y también tiene efectos en los procesos de reconstrucción.

Luego del terremoto de 1995 en la ciudad de Kobe; gobierno, expertos y población pusieron en marcha este programa. Kokoronokea, se basó en la contención y el cuidado de las personas.

En ese momento los sobrevivientes requerían una respuesta inmediata ante los altos niveles de ansiedad e incertidumbre. Esto, no se lograría solamente con los suministros básicos de sobrevivencia, o iniciar rápidamente los procesos de reconstrucción: también habría que restaurar internamente a las personas.

Kokoronokea incluye temas como consejería escolar, terapias post-trauma, y tratamiento médico en contextos de catástrofe.

Este modelo toma en cuenta tres grandes áreas:

  1. El estrés del trauma
  2. El estrés ante la pérdida
  3. El estrés de la vida cotidiana

Se trata de un modelo integral, se trabaja a todos niveles: escolar, comunitario, laboral y familiar.

Además de proporcionar atención psicológica, se trabaja en protocolos específicos ante la emergencia, lo que transforma este programa en una cultura de la prevención, que incluye la realización de simulacros de manera sistemática adaptados a las necesidades de cada contexto: escuelas, hospitales, centros de trabajo, etc.

También incorpora planes familiares, comunitarios y sociales ante desastres naturales.

18 años después, Chile y Japón hicieron un acuerdo para adaptar Kokoronokea a la realidad chilena mediante la Agencia de Cooperación Internacional del Japón.

Luego de 5 años de trabajo conjunto, en 2018 se presentó el modelo con gran éxito.

Hoy sabemos que las afectaciones provocadas por fenómenos naturales pueden disminuir si se favorece una cultura de la prevención.

¿Y en México… para cuándo?

En México, aunque ha habido avances, aún no tenemos una política pública integral ante desastres naturales, lo que nos hace más vulnerables.

Aunque la Universidad Iberoamericana y el Museo de Memoria y Tolerancia han impulsado el programa: Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes, no existe una clara política pública en México, de prevención y atención ante la inminente presencia de los desastres naturales y sus efectos.

Cuando escuchamos la alarma sísmica, nuevamente se avivan memorias de temor e incertidumbre, sobre todo al saber que todavía hay miles de personas damnificadas.

Y quienes vivimos en zonas sísmicas, nos sentimos indefensos ante posibles daños a nuestra casa, centros de trabajo o… nuestra vida misma o la de algún ser amado.

Urge trabajar en un modelo de atención a la salud y campañas de difusión para prevenir y mitigar los riesgos en caso de desastre. Este 19 de septiembre, cuidemos nuestros corazones.

Acerca del autor

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María Teresa Juárez

Con estudios en derechos humanos, literatura, guión, periodismo de investigación y televisión por la Universidad Iberoamericana. Becaria de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, en la rama de Periodismo y Literatura. Consultora en periodismo, radio, salud y género. Guionista. Co-fundadora de la red Periodistas de a Pie.

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