Llevamos ya más de cien días de confinamiento, después de un torneo de béisbol donde participó Alex, mi hijo de 5 años escuchamos al subsecretario de salud Gatell informar el estado de emergencia, sentí nervios, frío, mucho miedo, pero la verdad pensé que esto sería por un par de semanas bueno tal vez un mes, pero jamás que se extendiera tanto, es más ahora creo que no hay para cuando.
Mi principal preocupación, además de la economía fue: Alex se retrasará en la escuela y en su desarrollo deportivo, qué vamos a hacer en la casa tantos días, con tanta energía, no es hiperactivo, pero si hiperdesmadroso, a pesar de todo me dije: “Pues yo soy maestra a nivel bachillerato y licenciatura, como no, voy a salir de esto con Alex leyendo, sí, segurito sale leyendo y sumando, será pan comido, (ilusa) y además resolví pronto: Johan, (mi esposo) le dará clases de beis, obvio no se retrasará, tengo todo resuelto (ilusa de nuevo) pensé que sería al contrario, que Alex volvería a la escuela y a los entrenamientos mucho mejor.
La primer semana de confinamiento fue ordenada con horarios fijos, hacer tareas, clases en línea, hasta con los profes de béisbol, todo parecía ir bien, pero conforme pasaban los días me di cuenta que la realidad sería otra pues, el Chato necesitaba correr en el campo de beis, relacionarse con sus amigos, ver a sus profesores, a su maestra Rebe que ama tanto, ahí además acepté que ni Johan es entrenador y yo definitivo no tengo la menor idea de cómo enseñar a leer y escribir a un niño de edad preescolar.
Mi fracaso como maestra preescolar hizo que agradeciera todas las canciones, que aprenden en jardín de niños, todas las técnicas que usan las maestras para que los aprendan, lo que para mí es ya muy sencillo, para que comprendan los sonidos de las letras y después las unan, de verdad, de verdad no es fácil.

A todo esto sumo mi miedo, mis noches en vela, el desorden en mis horarios, actividades, dar clases en línea teniendo a Alex al lado o detrás de mi pasar con su patín saludando a la pantalla y mis alumnos riendo, la comida, el súper, al ansiedad tuve semanas realmente complicadas, de muchos miedos, por ahora, después de cien días lo he controlado, ahora mi terror será regresar a la vida, porque por el lado que lo quiera ver para mí, como para muchas mamás trabajadoras, este tiempo ha sido como un regalo para poder estar con nuestros querubines con cuernos y cola.
La pandemia nos deja grandes aprendizajes, pero no precisamente de la educación formal, de esa que se exige en la sociedad, nos deja otro tipo de conocimientos de ejercicios, de amor, de paciencia, de convivencia y eso también se agradece.
Yo no he dejado de trabajar, solo no asisto a mi escuela, pero tengo otros trabajos, soy comerciante en el negocio familiar, este trabajo de por sí ya lo hacía desde casa, no es fácil ser ahora cocinera, maestra, entrenadora, educadora, instructora, cuenta cuentos, ogro, enfermera, y lámpara a la vez, para mi niño ha sido un cambio drástico en sus horarios en su vida, entrena beis desde los 2 años y medio tres veces a la semana y juega sábados y domingos, ahora sí acaso hace un partidito a la semana solo con su papá, en el patio, (conmigo histérica gritándoles no se vayan a caer que ahorita no hay hospitales para llevarlos).
Su proceso deportivo está detenido, aunque aún hay entrenamientos en línea a él no le gustan, no los entiende y menos, dentro de un departamento donde no puede usar con libertad las duras pelotas de beis ni un bate de aluminio que ya un día hizo de las suyas y quebró la pantalla de la sala.
Alex, no ha aprendido a leer aún, está en vía de hacerlo nos cuesta cada vez más trabajo fijar horarios claros de tareas, los juegos en la cocina y en el patio se fueron agotando, el entusiasmo con el que iniciamos el aislamiento dista mucho de lo que hoy por hoy hacemos.
Yo estoy más relajada y además le hice caso a mi hermano Juan que un día de desesperación lo llamé y le dije: Alex se atrasará muchísimo en la escuela, no sé enseñarlo a leer; estoy desesperada a lo que respondió muy acertadamente hermano: no chingues; es pandemia no academia.
Ahora vivo más tranquila, ya compré más materiales en línea para enseñar lectoescritura, pero es algo que ya no me quita el sueño.

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