- ¿Qué es el dolor? Dice el diccionario que es una señal del sistema nervioso de que algo no anda bien. Ayer me senté por primera vez a tomarme un café improvisado con una persona a la que se supone que tenía que haber odiado hasta el día de mi muerte: la esposa de mi padre. Yo, como tantes de ustedes, tengo en mi raíz una familia destrozada por la infidelidad, pero aquí es donde quiero cambiar la historia y preguntarme: ¿es la infidelidad la que rompió a mi familia, o más bien, una idea de lo que se supone que es el amor y de lo que se supone que no podría nunca pasarle a dos que se aman?
¿Qué podríamos hacer con una infidelidad para que no fuera una bomba atómica que destrozara a nuestras familias hasta la siguiente generación? ¿Para qué nos sirve creernos la historia de la fidelidad si es una gran mentira repetida hasta la saciedad? ¿Qué es el dolor? Es una sensación desagradable, como un pinchazo, hormigueo, picadura, ardor o molestia. Puede ser agudo o sordo. Puede ser intermitente o ser constante.
El dolor de la infidelidad es constante, es como el segundo apellido de mi familia, que es una de tantas. Es un dolor que se quedó enquistado en cada una de las sobrevivientes, que nos marcó, que definió nuestra manera de amar, de construirnos. Nos ha dictado hasta de qué forma vivir y qué cosas nos tendrían que seguir doliendo para darnos identidad. Curioso, ¿no? Vaya poder que como familia le dimos a ese dolor.
Mientras me tomo un café malísimo miro a los ojos a mi medio hermano que es un buen tipo, al que conozco poco porque entre nosotros solo hubo dolor. Me pasa con él, como me pasa con mi otro hermano, pienso que hubiera sido buena idea crecer con dos hermanos menores, para tener a quién cuidar, proteger y enseñar el mundo, como hicieron conmigo mis hermanas, las que sí tengo permiso de querer. También pienso que hubiera sido buena idea crecer con hombres para conocerlos un poco más y tener más herramientas con mi hijo.
Miro sus gestos, en los que reconozco los de mi padre, los míos. Junto a él, su esposa embarazada con esos ojitos de esperanza que tienen las mujeres cuando sí quieren tener a los hijos que llevan en el vientre. Conversamos de cualquier cosa intercambiando recetas, mientras la esposa de mi padre, la mujer que lo cuida devótamente, me da el parte hospitalario. Dolor inesperado. Mi padre está en el hospital y me pone enfrente el espejo que ya sabemos pero que de todos modos cuesta.
Ese espejo que me dice que tengo que entender otra vez que la muerte existe y que el otro pilar de mi vida ya está empezando a despedirse. Porque pues sí, mi padre, haiga sido, como haiga sido, es el otro pilar de mi vida. Irlo viendo partir, duele.¿Para qué sirve el dolor? Cuando tu cuerpo recibe algún tipo de lesión o hay algo que no acaba de funcionar bien, los nervios envían millones de mensajes al cerebro sobre qué es lo que está pasando. Y el cerebro te hace sentir el dolor. … El dolor es una señal muy importante, es una alerta de que algo no está bien. - No. No está bien que a partir de una idea de amor rota, llenemos nuestras familias de enredos y odios. No. Debimos de haber crecido juntes como hermanes sin tantas mentiras, supuestos y engaños. Ya basta, este mundo que hemos construído ya tiene que empezar a tener lugares más amables para los millones de cosas que ocurren fuera de los matrimonios, en otros tipos de relación, en otras maneras de amar.
Este mundo ya tiene que romper la maldita idea de que el amor para siempre existe y valorar la belleza y el gran aprendizaje de las muchas relaciones, de los muchos amores para toda la vida. Este mundo ya tiene que pensar distinto y dejar de construir familias basadas en a quién odiamos. Yo, por mi parte he intentado el poliamor y no, no se crea que es la panacea o el analgésico infalible que nos va a quitar el dolor. Tampoco me ha servido para no lastimar o que no me lastimen.
Ni siquiera estoy segura de que sea lo mejor para mi o el mejor camino para vivir en amor y en familia, pero lo intento porque no intentar me duele. Porque intentar es mi manera de resignificar la historia de donde vengo y exorcizar el dolor. Hace unos días justo escuché, que el dolor viene con el hecho de vivir, porque cada relación, cada viaje, cada intento, cada acción o decisión que tomamos, tiene su dosis de dolor. Y sí, mientras mi papá y yo hablamos de las bellezas de la vida, de las cosas importantes, de las hijas que no quieren verlo, y de la receta de la cochinita pibil, me reconozco repitiendo sus enseñanzas en mis clases, me reconozco en su cara y trato de aprender de su incansable vocación para la felicidad.
Palabra por palabra, me duele todo el poder que como padre e hija le dimos al dolor, sin arrepentimientos ni reproches porque como todo mundo, como tantas familias, hicimos lo que pudimos con las historias y las verdades que nos vendieron como certezas. Esta idea que tenemos del amor mata. Las cifras de mujeres asesinadas por sus parejas nos lo confirman. Pero cuando no mata, duele por generaciones. Tiñe todo de mierda. No sé ustedes, pero yo, me voy a morir en el intento de hacerlo distinto, aunque duela, aunque no sepa cómo.
(Nota: Texto escrito en febrero del 2020)
¿Qué es el dolor?; ¿Por qué no educarnos en felicidad?
¿De qué sirve creer la historia de la fidelidad?
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