Mamás en cuarentena

Crear momentos especiales, también eso deja el encierro

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Escrito por Lupita Avilés

Mamás en cuarentena

Desde que me invitaron a escribir dije que sí con entusiasmo. Al colgar el teléfono me cayó un balde de agua fría. Me quedé paralizada, luego pensé ¿y ahora qué voy a hacer? ¿Qué puedo decir yo como mamá si casi no estuve. Fue su papá quien se hizo cargo de ella. Además de ser una mamá distante aunque no ajena, mi hija  ya no es una pequeñita. Y en este confinamiento ella prefiere estar en su cuarto, en sus cosas. Es muy independiente. No tenemos complicaciones de convivencia. Solo incertidumbres, casi nada.

En el trabajo me mandaron a casa, y ya casi cumplo el mes. Ya superé la sorpresa que me generó no ir a trabajar. Aunque sigo con la inseguridad si podré regresar o me despedirán. Salía las primeras veces a hacer las compras de víveres por esa necesidad de estar fuera. Después me ocupé con los quehaceres domésticos y algunos trabajos pendientes. Supe que era mi oportunidad de oro para tener estrecha convivencia con Ximena, mi hija de 18 años. Olvidé que a su edad quiere estar sola en su cuarto.

Me concentré en arreglar la casa a fondo, y aún no termino. Acomodé la ropa como nunca antes,  reordené libros y estoy en selección de  papeles guardados desde hace 10 años. Decidí usar trastes que eran solo para “momentos especiales”.  Ahora genero con los “platos y vasos bonitos” como dice Ximena, esos “momentos especiales” cuando estamos en la mesa. Busco deleitarla con lo que cocino y me esmero en adornarle el plato como si estuviera en un restaurante.

Mi caso como mamá creo que es raro pues el cuidado de mi hija lo tuvo más por su papá y está más apegada a él para jugar, conversar o trabajar juntos en algún proyecto artístico. Aunque también suele estar conmigo, esta cuarentena me ha dado la oportunidad de reconocerla y acercarme a ella de otra manera, sé que está a unas semanas de ingresar a la universidad y que emprenderá muchas cosas sola, por eso he decidido disfrutarla al máximo.

Somos una familia de tres y la mayor parte del tiempo cada quien está en lo suyo y en su propio lugar. A veces Xime invade el espacio de su papá para usar su computadora. Y es aquí en donde nos comparte los conciertos en línea y nos invita a escucharlos. A mi cuarto suele entrar a veces pero no charlamos, creo que nos disfrutamos en silencio, mientras ella revisa su celular yo leo en la computadora.

Y aunque podría tener más tiempo para mí, así como leer y escribir más, me dedico de lleno a la familia sobre todo porque Ximena muy pronto emprenderá un camino de libertad en el que tomará decisiones y asumirá nuevas responsabilidades. Son tiempos difíciles  y también de esperanza, no obstante, tengo esa rara sensación de que la aliento a volar con todo y tormenta, diciéndole “hazle como puedas”. Sé que no es así, sin embargo, deseo que sus planes no se vean afectados por la pandemia.

Quiere incorporarse a la institución que escogió para poner en práctica lo que aprendió en su carrera  de fotografía y la veo entusiasmada por ello. Me emociona cuando platica sus deseos por ingresar a la universidad y de emprender su independencia, y aunque es muy pronto para irse a vivir sola, no se le desalienta. Se le ayuda a planear pese al Covid-19, y se platica con ella sobre la “nueva normalidad” y todo lo que esto conlleva.

La información sobre lo que acontece en nuestro país a veces la llevamos como tema de conversación a la mesa cuando comemos. Eduardo, su papá, le enfatiza en que debe siempre observar, reflexionar y argumentar cuando decida hacer alguna crítica,  así como acompañarse de alguna propuesta. La charla regularmente se centra entre “mamá y papá”  que suele estar acompañada del sarcasmo y de la broma de su padre, y ocasionalmente de ella que bien se lo aprendió, y a veces todo termina en risa.

Hace unos días, llamó mi atención que Ximena tomara la iniciativa de conversar y de externarnos lo que pensaba sobre la noticia de que varios países de Europa iban a retomar actividades comerciales y saldrían del confinamiento para integrarse a una “nueva normalidad”. Estaba conmocionada por lo que estaba pasando en Francia.

¿Por qué ir a Zara? ¿Cómo por qué?  No entiendo… se cuestionaba mí no tan pequeña chica de 18 años. No es que se sorprendiera, como dice ella. “Zara está en todos lados,  por qué las personas no fueron a otro lado. A caminar por ejemplo, o a un parque. No sé a otros lados menos a Zara”, comentó desconcertada luego de enterarse por twitter de que en Francia, las personas hacían largas filas por entrar a la tienda de ropa, después de haber salido de un confinamiento de casi dos meses, originado por la pandemia del Covid-19.  

Su desconcierto creció al saber que en esas largas filas por ingresar a la tienda de ropa no se respetara la sana distancia. Y ese fue el tema de conversación durante el desayuno. Me sorprendió  que lo comentara, que expresara lo que piensa. No es que mi señorita de 18 años no pueda opinar, lo que sucede es que casi no lo hace porque es reservada con sus papás. Opinar abiertamente de distintos temas no es habitual en ella, lo hace así, de sorpresa.

Aunque en la casa se ha generado un ambiente de conversación para todo tipo de temas, sin restricción ni prejuicio alguno, ella solo escucha la discusión de sus papás sobre algún tema, y a veces, solo a veces opina o pregunta. El feminismo fue otro  asunto de su interés para platicar y decir lo que pensaba, y dio ejemplos para explicarlo. Me gustó escucharla, me sentí muy orgullosa de ella. La noté centrada y convencida de lo que decía.

Me atreví a comentar la lectura de  “Un cuarto propio” de la escritora inglesa Virginia Woolf, que seguramente pasó por sus manos pero no recordó. Tuve suerte, no la incomodé, creo que está dejando ya la adolescencia. Esa fue mi sorpresa y mi entusiasmo porque sé que está teniendo perspectivas distintas. 

Volví a cuestionar a mi hija  para conocerla un poco más. Fue muy satisfactorio para mí escucharla. Atrás, muy atrás se quedaron los recuerdos en los que buscaba sorprenderla con cualquier cosa para divertirla, para crearle todo un juego de la nada. Para armar historias, hacer diferentes voces en la lectura de cuentos, para buscar en la casa los personajes de una lectura, para ser irreverentes y traviesas, para disfrutarnos jugando, así juntas cuando podíamos estarlo.

Ahora, a veces está conmigo, otras con su papá,  a veces los tres y las más, está ella sola en su cuarto. La disfruto porque aprendo a verla a conocerla un poco más, a enterarme de sus cambios y sus nuevos gustos. Es necesario, para saber cómo orientarla. Me gusta su música y cuando me comparte sus conciertos en línea, me actualizo. Ahora sé que Ariana Grande y Lady Gaga, cuando cantan “Rain on me”, no tienen maquillaje blanco en los ojos, sino “delineador gráfico”. Aquí comparto el link del vídeo  https://www.youtube.com/watch?v=AoAm4om0wTs

A su cuarto suelo entrar previo permiso, y solo a veces logro  recostarme en su cama sin platicar, observándola nada más, y aunque es muy breve ese momento, que además disfruto mucho, me recuerda que estoy en “su cuarto”, -o sea, me tengo que salir-. Le gusta  hacer varias cosas sola, como postres, helado de café, por ejemplo (con ingrediente secreto) hasta un pastel. Entiendo su deseo de ser independiente y aunque me siento un poco triste, sé que es necesario que emprenda este camino. 

Este resguardo domiciliario o el “privilegio de estar en casa” por la pandemia, ha implicado tener un acercamiento más estrecho con la familia y con uno mismo. Pensé que tendría mucho tiempo para estar con ella y poder acercarme más… olvidé que creció. Se entretiene con sus amigos en el celular, duerme, pinta, lee, hace alguna escultura, sigue a veces la conferencia de López Gatell  y quiere volar un papalote. A veces coincidimos en la cocina para cocinar algo que cada quien prepara a su modo.

Ahora que está por inscribirse a la universidad le veo la emoción y  le recuerdo que no debe olvidar las indicaciones sanitarias y… guardo silencio porque en su mirada observo que no tengo que decirle lo que debe hacer, se me olvida. Me dejo llevar por la preocupación, por el deseo de que no le pase nada. Y ya no digo nada más.

Mis temores, son eso míos. Mis visiones sobre la “pandemia”, son eso, mis visiones. Ella tiene ya su propia forma de pensar y de actuar, y aunque le seguimos guiando está a nada de decidir por cuenta propia, y eso es emocionante, aunque los tiempos de un coronavirus pudieran complicarlo todo, los jóvenes de hoy tendrán, y nosotros los adultos también tendremos que enfrentar los nuevos desafíos y aprender a superar todo lo que venga para continuar.

Tendremos que aprender a ser de nuevo, a convivir en nuevas formas y a transformarnos para transformar nuestro entorno. Me lo repito, no porque se me olvide sino para convencerme de que sí es posible y debe serlo para nuestros hijos. De que no es una utopía, sino el primer paso para cambiar nuestra realidad. La utopía es interpretada como un imposible pero encierra el compromiso por mejorar las condiciones de igualdad para la humanidad  o la sociedad como lo señalara Tomás Moro.

Estamos construidos de experiencias y decisiones, y también de elecciones de todo tipo; personales y colectivas. Somos el resultado de un camino recorrido y también somos lo que tenemos para enfrentar la vida con todo y Covid-19 con decisiones individuales y grupales  que a partir de esta pandemia debemos tomar así, en conjunto para salir avante.

Estas decisiones en conjunto, me recordaron la noticia en la primera semana de mayo, cuando Europa retomaba actividades. Para los representantes europeos en nuestro país, la “solidaridad” tiene alta importancia para enfrentar esta pandemia, dijeron así en entrevista para la primera emisión de noticias IMER. Después leí: “Es la hora de la responsabilidad”, título de un  diario de Milán, (Corriere della Sera), que llamó mi atención cuando revisaba el diario La Jornada, en este recuento que hizo del regreso que hacían varios países europeos a la “nueva normalidad”.

La solidaridad, la responsabilidad y la “nueva normalidad”, me dejaron con la inquietud sobre cómo será en la visión de los jóvenes esta pandemia. Cuáles serán los impactos del coronavirus en sus vidas, en su cotidianidad, en sus proyectos, sus planes de futuro y su convivencia.

Recién empezó la pandemia, mi hija tenía poco de haber iniciado su noviazgo. Desde entonces no se ha visto con su novio. Solo por el celular. Cuando se vean será con medidas sanitarias, por supuesto ¿y podrán los jóvenes acoplarse a esta “nueva normalidad”? ¿Qué tan modificadas estarán sus vidas?

¿En verdad creemos que entre los  jóvenes no habrá abrazos? ¿Qué seguirán en sentido estricto las medidas sanitarias como regla para su convivencia? Creo que no exagero al pensar que esta pandemia es compleja y difícil de entender en su total magnitud.

Y recordé la nostalgia que llegó a Ximena cuando evocó su último día en la preparatoria. “Nunca pensé que ese día fuera el último, yo iba a regresar. Íbamos a graduarnos, a convivir, a despedirnos y ya no tuvimos graduación, ni nos despedimos, ya no regresaré más porque ya salí. Es más ni siquiera cursé tercero, el paro en la Prepa nos quitó tiempo y ahora el Covid, no es justo. Cursé tercero de prepa sin haber ido, reclamo mi tercer año, extraño mi escuela…”, luego guardó silencio.

Y efectivamente, así fue, ya no regresó. Ese “último día” salió de la preparatoria para  ahora estar a la espera de la convocatoria para ingresar a la universidad. 

El jueves 21 de mayo en el Reporte Técnico diario sobre el SARS CoV-2 que da el Subsecretario de Promoción y Prevención de la Salud, Hugo López Gatell, el tema principal fue la pandemia en niños, niñas y adolescentes, y tomé conciencia de que mi hija ya no entraba en estas previsiones. A los 18 años dejan de ser menores. Se convierten en ciudadanos. Ximena ya no es una adolescente y la nostalgia de “mi niña” me impide a veces verla diferente.

Aunque el Covid-19 ha generado muchos cambios,  desconfianzas e  incertidumbres, también nos ha enseñado a valorar la vida, a las personas, los momentos, y a tener prioridades. Primero, que pese a todo debemos tener la confianza en que esto pasará. Que Ximena como muchos jóvenes más, tienen mucho futuro por delante.

Que además de la escuela, este confinamiento ha sido también parte de un aprendizaje que nos ha dado lecciones a nosotros como papás para enseñarles a nuestros hijos, cómo enfrentarse a situaciones de riesgo,  y a la vida misma.

Acerca del autor

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Lupita Avilés

Periodista egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, incursioné en prensa escrita, medios electrónicos, así como agencias de monitoreo y la docencia. La necesidad de conocer lo desconocido y meterme en terrenos inesperados, como dice el cantante Luis Eduardo Aute, me apasiona. Comunicar lo que aprendo me gusta tanto como descubrirlo. Disfruto ir detrás de la curiosidad y encontrarme con nuevos horizontes.

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