Después de 66 días en cuarentena (iniciamos el 19 de marzo), día del cumpleaños de mi hija, creo que no ha sido tan complicado como lo imaginaba.
Cuando leía testimonios de otras personas alrededor del mundo, pensaba en cómo lo enfrentaríamos nosotros y creo que nos ha servido mucho para crecer como familia y sobre todo ver la vida de otra manera.
Tengo la suerte de que mis hijos no son tan pequeños y entienden un poco más lo que está pasando en el mundo. Emiliano tiene 15 años y Noelia acaba de cumplir 13, por lo que no cuestionan tanto el que no podamos salir, además sólo tenemos unos meses que dejamos la Ciudad de México para vivir en Puebla y todavía no teníamos mucha vida social.
Para mí en estos momentos, el no estar trabajando y sólo estar cursando una maestría me ha servido para poder estar casi al 100% con mis hijos, para apoyarlos en sus deberes escolares y escucharlos cuando se quieren desahogar, que, la verdad, han sido pocas las veces. Creo que yo soy la que quisiera hacerlo más seguido…
También me he dado cuenta que cada día son más independientes y que extraño sus abrazos y besos de niños, pero al mismo tiempo está cuarentena me está regalando el tiempo que el trabajo nos “robó” hasta hace un par de años.
En estos más de dos meses estando juntos 24 horas por 7 días de la semana, hemos aprendido a ser más tolerantes, a darnos nuestro espacio cuando estamos molestos sobre todo por cuestiones escolares, a reconocernos más, a divertirnos haciendo cosas que jamás imaginamos.
Por ejemplo, que mi hijo se convirtiera en el peluquero de su papá (ya le cortó en dos ocasiones el cabello), aunque él no se lo ha dejado cortar, porque está esperando a que termine la cuarentena para que le hagan un corte especial.
También desde hace un mes todas las tardes jugamos UNO y el que pierde lava los trastes de la comida del día siguiente, es un momento muy divertido y relajante que antes nunca hubiéramos imaginado hacer por la vida tan ajetreada que llevábamos y a veces tan individualista.
La forma de ser de cada uno de mis hijos ha marcado nuestra relación: Emiliano es más reservado, toma clases en línea de las 7:00 a las 14:30 horas, por lo que se la pasa toda la mañana en su recámara y por la tarde sigue ahí, pero haciendo tarea o jugando XBOX. No le gusta que lo estén apapachando.
Noelia es más platicadora y le gusta estar más tiempo con su papá y conmigo, aunque la mayor parte de su tiempo libre se lo dedican a Coco, su perro a quien ha aprendido a bañar y hasta cortarle el pelo.
Son adolescentes que no cuestionan las reglas que tenemos desde que llegó la pandemia a México, pero sí el por qué mucha gente que conocen no está siguiendo la cuarentena como debe de ser y que por su culpa este encierro se sigue extendiendo. Siento su frustración y miedo.
Sobre el regreso a las aulas mi hija nos dice: “los primeros 15 días yo no voy a ir a la escuela, yo me voy a esperar a ver que nadie tenga coronavirus, entonces sí iré” y ya hasta escogió el color de cubrebocas que usará cuando regrese a la “normalidad”, la cual ni ellos ni nosotros realmente nos imaginamos… Nos angustia, pero al mismo tiempo nos ilusiona.
Eso sí, están cansados de convivir sólo con nosotros. Los dos dicen que estos días han sido raros, que es bueno pasar tiempo juntos, aprender más de nosotros, hacer actividades que antes no hacían y valorar lo que tienen, pero creen que “ya fue mucha convivencia familiar” y que en momentos ya no nos soportan a su papá y a mí, sobre todo cuando tienen que hacer quehacer.
Extrañan caminar por las plazas, ir al cine, comer los fines de semana en la calle, convivir con sus amigos y primos e ir a la escuela.
Creo que hoy más que nunca están valorando lo importante que es la convivencia escolar, tanto con sus compañeros como con profesores, además tienen la ilusión de poder cargar a su primo que nació hace un mes.
En ocasiones platicamos y decimos que parece que estamos viviendo en una película o tenemos en sueño que al terminar podremos salir a la calle como lo hacíamos antes sin ninguna restricción…
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