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Oaxaca: despenalización del aborto y el derecho a decidir

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Escrito por Ana Francis Mor

Un asunto de salud y bienestar

¿Por qué es tan importante la despenalización del aborto y por qué los grupos anti derechos, mal llamados pro vida, son crueles al querer impedirlo?

Es un asunto de justicia social, porque las mujeres con dinero abortan en lugares seguros y las que se mueren por abortos clandestinos o las encarcelan, son las pobres.

Es un asunto de salud y bienestar. A veces hay mal formaciones, son producto de una violación, no tenemos dinero, no tenemos tiempo, no tenemos el apoyo necesario, en fin. Hay miles de historias y miles de motivos. Pero la razón fundamental, que es la que socialmente se nos atora en el cogote, es respetar cuando una mujer decide no tener un hijo simple y llanamente porque no se le da su rechifosca gana.

El punto es que ahí se nos atoran un montón de machismos entre cruzados que no es mala idea observar.

Por un lado, le tenemos que partir el hocico a la idea de que tenemos el mandato obligado de tener hijos. Es decir, ¿podemos como sociedad, empezar a enseñar que hay vidas plenas y felices de personas, parejas y familias que no pasan por tener descendencia? ¿Podemos visualizar una sociedad en la que haya tantas mujeres que tengan hijos como las que no? ¿Podría usted pensar que la mitad de las mujeres que conoce podrían no tener hijos y que eso es normal? ¿Que está bien?

Si la mitad de las mujeres en el mundo deja de reproducirse, la verdad es que hasta le hacemos un bien al planeta, somos demasiadas personas y la raza humana no está en peligro por que pueda dejar de reproducirse, está en peligro por ser una raza tan idiota que aniquila la casa donde vive.

Segundo prejuicio que romper: que la maternidad es una cosa maravillosa. La verdad es que no es cierto. Sin duda tiene sus grandes momentos, pero la mayor parte del tiempo es una actividad frustrante, poco edificante, mecánica, aburrida, agotadora, atenta contra tu cuerpo, tu bien dormir, tu tranquilidad, sale muy caro y te detiene la vida.

Hace unos días, caminando hacia el metro en hora godín, todo el mundo andaba a paso veloz, salvo una mujer que llevaba de la mano a una chiquita de unos cinco años. La mujer iba más lenta que todos los demás. Cuando llegamos al metro, tuvo que esperar un par de vagones a que el metro no estuviera tan lleno para que no le aplastaran a la niña. No les cuento nada nuevo, lo hemos visto o vivido.

El punto es, que la maternidad como la conocemos, es una actividad de alto rendimiento emocional que detiene tu vida. Es más fácil lidiar con media planta de los técnicos del teatro más importante del país en estado de ebriedad, que con un berrinche de una niña de 7 años. Pero sobre todo, si vences la visicitud del teatro y logras estrenar, la gente te aplaude. Si logras que tu hija se lave los dientes, nadie lo reconoce.

La maternidad como la conocemos es una tortura china para la mayor parte de las mujeres, lo que pasa es que no lo decimos en voz alta porque todo mundo te dice que es lo máximo y entonces te sientes la loca por no sentirte plena y feliz de levantar calcetines tirados y lavar camisetas con más manchas que una jirafa.

Y aquí es donde me quiero detener. Valdría la pena reconocer que la maternidad es el trabajo más difícil del mundo, pero no para que la gente ya no tenga hijos, si no para tengamos hijos de otra manera. Para que las personas que así lo quieran, hombres incluídos, puedan dedicarse unos buenos años solo a la crianza y eso no sea un problema económico o laboral.

Para que a las criaturas las cuidemos entre muchas personas y no grabemos en piedra que la felicidad de alguien depende solamente de la señora que le parió. Para que crezcamos confiando, dependiendo y aprendiendo de un buen grupo de personas y nadie tenga que detener su vida por completo para crecernos. Para las que las calles, las ciudades, los transportes, las oficinas y el mundo entero sea amable para estar con criaturas. Ludotecas, parques, guarderías, talleres, espacios de crianza en nuestros trabajos, lactarios, etc, etc. Asumir, de forma colectiva, el cuidado de las personitas que vienen llegando al mundo.

Y aquí es donde yo me pregunto por qué no, las personas que están en contra de este derecho fundamental a decidir, no se ocupan de mejorar las condiciones de las que ya son madres para que ellas y su descendencia puedan tener una vida más digna. Si de veras quieren hacerle un bien al mundo, luchen para que pongan vagones en el metro que sean amables para viajar con hijos, parques seguros y equipados.

Ludotecas por doquier, guarderías. Promuevan que las madres y padres tengan permisos de crianza de 6 meses con sueldo pagado, escuelas extendidas con clases de artes y deportes por las tardes, en fin… dejen de rezar afuera de los congresos a lo güey y presten su tiempo a cuidar a los hijxs de quien lo necesita. Por favor, piensen en las vidas de las que ya son madres y ayuden a construir otras formas de crianza más amable para las madres y las criaturas. Es lo menos cruel que podemos hacer.

No hay nada que pueda detener a una mujer que quiere abortar. Nada. Si es legal, la mujer tendrá un trato digno y una mejor vida. Si es ilegal es un desmadre y puede morir.

No hay nada que pueda detener a una mujer que quiere tener hijxs. Si le ayudamos a que la crianza sea más amable, más colectiva, menos cruel, todes tendremos una mejor vida.

Seamos, como sociedad, amables con las mujeres. Yo sé que suena exótico porque el mundo no ha sido así. Pero el mundo está enfermo y les juro que no es porque Ricky Martin le habla al congreso de Yucatán.

¿No será que el mundo está enfermo porque maltratamos de tantas maneras a las mujeres?

El derecho a decidir es una de las millones de cosas que hay que hacer, para detener un maltrato milenario, así que felicidades Oaxaca.

Acerca del autor

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Ana Francis Mor

Es actriz, cabaretera, escritora, directora teatral y activista mexicana. Es una de las fundadoras del colectivo Las Reinas Chulas que promueve el cabaret en México. Se ha especializado en derechos sexuales y estudios de género y en 2011 fue galardonada con la medalla Omecíhuatl por su labor a la construcción de la ciudadanía de las mujeres, otorgada por el Gobierno de la Ciudad de México.
Desde 2007 escribe en Emeequis la columna El manual de la buena lesbiana, la cual más adelante se recopiló en dos libros (2009, 2013). Publicó Para soñar que no estamos huyendo (2013), una adaptación de Ricardo III, la obra de Shakespeare. Lo que soñé mientras dormías es su primera novela.

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