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Maternando la muerte

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Escrito por Diana Guzmán

Hablando de duelo perinatal

La primera vez que este enunciado vino a mí, fue un 10 de mayo, el primer 10 de mayo sin Paula María.

Paula María había muerto a las 33 semanas de gestación, seis meses atrás; de acuerdo con datos de autopsia, por hiporpefusión tisular. En palabra no médicas: había sufrido asfixia por el cordón umbilical.

Para poner en contexto a quien me lea en otras fronteras, en México el 10 de mayo se celebra el Día de las Madres. Aquí esta celebración tiene una connotación muy fuerte, me atrevo a decir que el país se paraliza. Hay festivales en las escuelas, mercados llenos de gente para comprar flores, restaurantes saturados, serenatas, tráfico caótico… es el día mas conmemorado en este país.

Pero qué pasaba en mí aquel primer 10 de mayo: ¿quién iba a decirme feliz día? ¿Era yo una mamá  tan reconocida, por la que el país entero se paralizaría?

Ella (Paula María) es mi hija, pensaba yo. No era… ¡es! Ella no estaba, ese era un hecho inminente e irreparable; pero yo, su madre, en ese entonces con seis meses de duelo, la había maternado cada día y cada noche.

Al llegar a casa con los brazos vacíos y ver sus cenizas, al ver su foto con los ojos cerrados, día a día al verme la cesárea y sentir dolor desgarrador, al vendar mis pechos enormes y llenos de leche, al suplicar cada noche y cada mañana aquellas palabras que decían una y otras vez: “vuelve”, “vuelve”.

En cada noche de insomnio pensando: ¿qué hice mal? Aquella vez que guardé su ropa, la ropa que compré con tanto amor y con tanta ilusión… y así, podría hacer una lista interminable.

Ese día (mi primer 10 de mayo) con una profunda reflexión y con muchas lágrimas en los ojos, me sentí tan mamá como cualquier otra. Mi maternidad era distinta a la convencional, ni en mis peores pesadillas imaginé maternar a mi hija en la muerte y aunque esto era distinto, el amor que sentía por ella era como el de cualquier madre. Porque el amor, no termina con la muerte.

Cada día desde el nacimiento y muerte de Paula, hechos que ocurrieron al mismo tiempo, la he maternado, la he amado desde antes, incluso antes de que ella encarnara en mi cuerpo, y le seguiré amando hasta el día que yo, su madre, cierre los ojos de este lado. Porque maternar en la muerte es casi un acto heroico.

Que cada palabra que se lea aquí, acomode una pieza en el corazón de cada madre, cada padre, abuela o abuelo y familia en duelo.

Acerca del autor

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Diana Guzmán

Diana Guzmán es doula, tanatóloga, tallerista y acompañante de madres, padres y familias en MISS-Eca Red de Apoyo ante la Muerte Gestacional y de la Niñez Temprana

1 comentario

  • Lei tu articulo con lagrimas en los ojos y un dolor agudo en el corazon. Perdi a mi Vicente a las 27 semanas de gestacion. Problema cardiaco. Su pequeño corazoncito no estaba funcionando bien. Fue desgarrador y aun me duele como esos dias en donde mi corazon se fue con el. Fue hace ya 14 años y aun no puedo hablar o recordarlo sin llanto ni dolor. No he podido ni creo poder nunca superar el no tenerlo. Abrazar su cuerpecito inherte. Moradito y perfecto. Cada uno de sus deditos…sus cejas sus pestañitas largas sus orejitas. Mi vida esta marcada pot su perdida. Solo pido a Dios la oportunidad de abrazarlo de nuevo.

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