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El miedo y el dolor que se convierten en amor y aprendizaje

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Escrito por Diana Guzmán

Mis hijas arcoiris

Recién Paula había muerto, cuando me encontré con una imagen en una red social que hablaba de los bebés arcoiris; para ser sincera de primer momento el término me hizo sentido y quería un arcoíris en mi vida, aunque para ser clara, jamás quise un embarazo de inmediato.

Muchas mujeres que pasan por la muerte de un bebé sienten una necesidad imperiosa por un nuevo embarazo y es algo completamente normal, por el proceso hormonal, el estar preparada para cuidar, amamantar y, sobre todo, amar a alguien.

A mí no me pasó, al contrario, lo que menos quería era un embarazo de nuevo. Me aterraba la idea de que otro bebe muriera y mi corazón se rompiera nuevamente, soy una mujer muy racional y ante este suceso necesitaba saber todas las causas posibles de lo que le había pasado a mi hija, porque había muerto y, de ser posible, no quería que eso volviera a suceder nunca más; además de que emocionalmente no estaba nada bien y necesitaba sanar mi corazón, mi ser completo y, por supuesto y no menos importante, mi cuerpo.

Volví escuchar el término bebé arcoíris algunos meses después y he de decir que el término dejó de hacerme sentido, porque mi hija Paula era también colores, ella no era oscuridad ni tormenta ni dolor. Lo que yo sentí al ver morir a mi bebé fue un dolor devastador, pero ese radica en una, no lo son nuestros hijos. Son emociones, sentimientos normales ante un proceso tan duro como la muerte de un hijo; y sí, es como estar en tinieblas.

Conforme pasaron más meses, incluso años, me di cuenta de todo lo que Paula había dejado para mí, cómo ella me acompañaba, cómo me dio el camino para encontrar mi vocación, cómo su vida en mi vida fueron colores, ella me convirtió en madre, me hizo sentir por primera vez la ilusión de crear vida, fui tan feliz, que ella también es un arcoiris.

Hoy tengo a Ilse en mis brazos, mi segunda hija, la veo sonreír, la puedo tocar, besar, abrazar y por supuesto que es colores en vida. Pero también he llorado de preocupación algunas veces y no por eso ella es tormenta o colores grises.

Mis hijas, las dos, son mis arcoiris. Jamás he sentido tanta maravilla al tenerlas.

Mi maternidad es distinta “quizás”, pero mis hijas estás en mis pensamientos cada día, ambas en amor y en mucho aprendizaje.

Dejemos de romantizar el arcoíris tan deseado que nos han pintado las redes sociales. Volver a ser madre o padre de un nuevo bebé conlleva mucha responsabilidad: primero sanar, para poder enfrentar retos de un nuevo embarazo, parto y posparto.

Muchas mujeres no podrán volver a tener un bebé y no por eso su vida siempre será oscura y en tinieblas, y no saldrá el arcoíris porque no pueden tener un nuevo bebé. Por supuesto que en su vida habrá sanación si así lo desean, y encontrarán paz y volverán a sonreír.

El arcoíris también son nuestros sobrinos sonriendo un mal día, el niño que te sonríe en la fila del banco, las hijas e hijos de nuestros amigos cuando nos abrazan, el arcoíris es ese nuevo proyecto que lleva implícito el nombre de nuestro hijo que murió. El arcoíris es la gente que nos consuela y nos manda oraciones y amor a distancia.

Gracias Paula e Ilse por elegirme como su mamá.

Acerca del autor

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Diana Guzmán

Diana Guzmán es doula, tanatóloga, tallerista y acompañante de madres, padres y familias en MISS-Eca Red de Apoyo ante la Muerte Gestacional y de la Niñez Temprana

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