Mi hijo recibe las clases virtuales desde su habitación. Desde que comenzó a tomarlas mi esposo y yo acordamos no estar a su lado en esos momentos, permitir que la maestra dirigiera sin nuestra presencia o intervención. A veces cuando no usa los audífonos podemos escuchar. En una sesión la profesora enseñaba sobre poesía a los niños (que extraordinaria, necesaria cosa para enseñarles) y los animó a escribir un poema dedicado a su mamá u otro miembro de la familia. Uno de los pequeños se echó a llorar mientras leía su poema. El niño en cuestión ha tenido que pasar gran parte de la pandemia alejado de su madre, un médico, para protegerlo del contagio.
Conozco a este pequeño, también es uno de mis alumnos. Siempre es entusiasta en las clases, sonríe, recuerda todas las historias que les leo. Resulta agradable tener alumnos así pero tratándose de un niño no hay diferencia. Si fuera travieso o distraído sería lo mismo: un pequeño separado de su madre debido a una crisis mundial que está durando más de lo que hubiéramos imaginado o esperado.
La profesora abordó la angustia del pequeño de la mejor manera, con empatía y cariño honesto. Yo escuchaba desde mi escritorio, deseando poder regalarle un poco de consuelo a nuestro niño. Esa tarde hice lo único que podía hacer dadas las circunstancias: les leí a mis alumnos una historia. Ésta fue de mitología griega, creo que era la historia de Atalanta. Un abrazo de palabras porque no tenía nada más que darles en ese momento.
Las últimas semanas abordamos el futuro verbal en las clases. Mis niños me hablaban sobre sus planes para las vacaciones. Algunos de ellos viajarán con sus familias, los demás solo desean hacerlo. Muchos padres se encuentran en un situación adversa económicamente, otros aún siguen las precauciones de manera estricta.
Yo llevaba semanas pensando en un proyecto de difusión de lectura para niños mediante plataformas en línea. Mi esposo, mi amigo Álvaro, un par de amigas y yo conversamos al respecto, sobre las cosas que necesitaríamos para poner en movimiento nuestro plan. Mis gastos médicos debido a un problema de salud retrasaron todo. Aún no contamos con el equipo necesario, pero la cercanía de las vacaciones y la idea de los niños que pasarían dos semanas encerrados sin contacto con otros, posiblemente sin actividades porque muchos padres seguirán trabajando, me urgió a dar el salto.
Sin un micrófono apropiado, sin un trípode ni las máscaras que planeábamos fabricar, le envié un mensaje a Álvaro pidiéndole que creara la página en Facebook y Youtube. Mi esposo me ayudó a grabar un corto video que Álvaro de inmediato editó y cargó en nuestras páginas. Después me comuniqué con mis amigas Minerva y Andrea para que me ayudaran con la traducción de algunas historias y con el guionaje de futuros videos. Amigos del Taller de narrativa de Martín Solares me han ayudado a difundir y me ofrecieron espacios como este para hablar del proyecto. De pronto todo está en marcha.
Cuando guardaba cama por mi problema médico y me encontraba en una doble cuarentena, imposibilitada para hacer casi cualquier cosa que no fuera ir al baño y tomar o dar clases desde la ventana de mi computadora, pensé que algún día diría que el arte me ayudó a sobrevivir esta angustia (y muchas otras). Mi universo se siguió expandiendo porque tenía mis libros, música y películas. Esto es lo que quiero para mis alumnos, para todos los niños que puedan verme y escucharme: el refugio que yo tuve y tengo. Seré dichosa si contribuyo un poco en construirlo.
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