Sexualidad

El “poder” sobre el miembro de la familia más vulnerable

mm

¿El león cobarde cuestiona a la masculinidad?

Todo empieza con el rosa y el azul. Después nos dirán lo que es femenino y lo que es masculino. Para los niños varones quizá es un gran alivio escuchar la historia de El Mago de Oz. A los 44 años de edad, el escritor norteamericano Frank Baum escribió esa historia.

Era el año 1900, cuando se gestaba el movimiento feminista en Europa. En 1880, en Francia, ya se hablaba de justicia social y política para las mujeres. En 1893, María Montessori se inscribía en la Universidad de Roma como la primera mujer que estudiaría Medicina, en su país. En ese contexto, creció Simone de Beauvoir, quien publicó, en 1949, su análisis sobre el papel de la mujer en la sociedad en El Segundo Sexo

Espero no confundirlos con las fechas, pero 10 años antes de la publicación de la emblemática feminista francesa, es decir en 1939, se estrenó en el cine el musical “The Wizard of Oz”. La historia de Baum había brincado pronto al teatro en Broadway y, cuando él ya había muerto, llegó a la gran pantalla. Haber utilizado personajes que se salían del estereotipo fue disruptivo para su época: un león cobarde, un hombre de hojalata sin corazón y un espantapájaros sin cerebro cuestiona los atributos que se atribuyen a lo “varonil”.

En el desenlace del cuento, el autor rectifica sobre esas características “masculinas” en los personajes varones, pero el mensaje de que una mujer puede liderar al grupo y de que “la valentía”, “la inteligencia” y “la sensibilidad” son cualidades más allá del género resulta un discurso poderoso en la infancia, cuando se construye la identidad. 

Haber platicado con Ignacio Lozano Verduzco, coordinador de grupos académicos de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres, sobre violencia doméstica en tiempos del COVID me ha llevado a explorar sobre lo que podría llamarse el movimiento “masculinista”, a más de un siglo de reflexiones feministas. 

  • ¿Quién ayuda a los hombres que han ejercido violencia? —, le pregunto al doctor Lozano, quien también es profesor en la Universidad Pedagógica Nacional.
  • Las mujeres son ayudadas, porque piden ayuda. La eliminación de la violencia contra las mujeres ha sido parte de la agenda feminista, desde hace 100 años. Los hombres no nos hemos dado la oportunidad de reflexionar entre nosotros qué ayuda necesitaríamos, por supuesto que esas ayudas llegarán a cuenta gotas, si es que llegan.
  • ¿La irritabilidad como un síntoma de depresión masculina es lo que está relacionado con la violencia doméstica? ¿Esto se ha confirmado durante los meses de confinamiento?
  • La irritabilidad no siempre es un síntoma de depresión, sino que puede llegar a serlo. Pero si vamos a encuadrarnos en la lógica médico-rehabilitatoria y pensamos la irritabilidad como síntoma de depresión, entonces es cierto que se presenta con mayor frecuencia en hombres que en mujeres. Esto nos permite pensar en esta socialización diferenciada para hombres y para mujeres y cómo se nos permite a unos y a otras expresar nuestras emociones. La depresión es un asunto afectivo, emocional, donde hay poca energía. El que se presente mayor irritabilidad en hombres como síntoma de depresión nos habla de cómo somos socializados para enfrentar ese dolor—responde Lozano. 

En la charla, el especialista explica que la violencia doméstica implica una serie de interacciones entre los miembros que ocupan el domicilio. Si en este hogar, la violencia se dirige a la mamá o contra la esposa, eso es violencia de género contra las mujeres. “Hay que ponerle nombre a las cosas”, aclara. Un hombre irritado podría expresar violencia no solo contra su pareja mujer, sino en contra de otra persona que se encuentre en ese domicilio, pero no suele ser así. 

“No es solo la manera en cómo aprendemos y manejamos nuestras emociones, el dolor como irritabilidad y como enojo, sino en contra de qué cuerpos se nos permite expresar esa violencia y esa agresión. Hay una dirección muy clara de la violencia de los hombres y es que está dirigida a los cuerpos mujeres o a los cuerpos feminizados. Estos cuerpos que se perciben como menos fuertes que el cuerpo hombre: niños, niñas, personas de la tercera edad, hombres homosexuales, personas trans”, comenta Lozano.  

  • ¿Cómo explicarle a un hombre que ha ejercido violencia? 
  • En mi propia práctica clínica, mi intención es trabajar con la violencia de los hombres. Algunas organizaciones ya trabajan de manera comunitaria y grupal. El trabajo es pugnar por un discurso novedoso de lo masculino y de lo femenino, que implique escuchar y reconocer completamente las demandas de las mujeres.  

“Cuando doy la clase de género, pregunto: ¿Quiénes han vivido y quiénes han ejercido violencia? Al inicio del curso, algunos hombres identifican que ellos mismos han sido víctimas de violencia. Al final del semestre, vuelvo a hacer la misma pregunta. Entonces más hombres se atreven a decir: Yo he ejercido violencia. Eso significa que lograron comprender en qué consisten sus actos de violencia”.

  • ¿Qué es violencia?
  • La omisión también es violencia. Es complejo. Quizá la omisión tiene efectos diferentes a un golpe, a un insulto, a esconderle sus cosas o a correr a mi pareja de la casa, esto último, por ejemplo, es violencia patrimonial. Son prácticas que están en el día a día y que quizá no vamos a resolver en lo inmediato, pero podemos ir sacando a la luz. En una lógica de horizontalidad, podemos decir: Esto a mí me dolió. ¿Esto lo hace violencia? Pensémoslo.

Acerca del autor

mm

Delia Angélica Ortiz

Mi oficio es escribir. Estudié periodismo en la Ibero y me formé como reportera en la legendaria Buhardilla. Otros medios nacionales me han dado la oportunidad de curtirme. Le he entrado a todo tipo de temas. Hace poco, recordaba cuando me mandaron a cubrir los primeros degollamientos del narcotráfico en Acapulco, era el tiempo en que hacía radio con Carmen Aristegui en W Radio. Pero también he investigado asuntos de negocios y finanzas para la revista Expansión o temas de divulgación científica para QUO. Recuerdo con mucho cariño mis primeras coberturas para El Economista, cuando tenía que ir a escuchar a Andrés Manuel López Obrador, quien entonces era dirigente nacional del PRD y yo no tenía ni idea de que llegaría a ser presidente del país. Mi paso por El Reforma fue el más enriquecedor que hubiera podido tener. Conocí a colegas talentosísimos y como reportera pude vivir uno de los fenómenos más significativos para un país: una huelga estudiantil en la UNAM, la universidad más importante de México y quizá de América Latina. Viajar por mi cuenta ha sido una de mis pasiones. Uno de esos viajes me regaló el privilegio de regresar a México a trabajar en el Fondo de Cultura Económica, donde mi compañero de oficina era el poeta Alí Chumacero. Estos viajes personales inesperados me llevaron hasta las puertas de una prestigiada agencia de relaciones públicas, Guerra Castellanos y Asociados, donde pude formar parte del equipo de comunicación para México de Microsoft, además de tener la oportunidad de conocer de cerca muchas otras empresas. Soy una amante entregada y devota de algo que llamo la crianza con apego. Reservo tiempo para seguir bailando disciplinadamente las danzas más peculiares. Últimamente me ha dado por interesarme por la pintura y la escultura, así que soy visitante frecuente del Museo Nacional de Arte y de los cursos que ahí organizan. Me encanta escribir y por eso mantengo mi oficio de periodista freelance que me hace conocer los temas más insólitos.

Dejar un comentario