Hace 18 años Natalia me estrenó como mamá y no puedo dejar de agradecer lo afortunada que soy. Estamos acostumbrados a entender a los padres como maestros, los que “enseñan” y guían, sin embargo considero que no es así. Natalia ha sido mi maestra en muchos sentidos y durante el confinamiento no es la excepción. Estar “encerradas” nos ha dejado muchos aprendizajes pues aunque siempre hemos tenido una buena relación (incluso en sus años difíciles de adolescente), este confinamiento nos ha permitido convivir de una manera muy distinta.
En un principio nos costó mucho trabajo adaptar tiempos y espacios, así como respetar la importancia de las actividades que cada integrante de la familia tiene. Cuando todo esto comenzó estuve a dos de tirar la toalla y salir corriendo por la puerta trasera, no estaba acostumbrada a tener a mi hija y a mi esposo 24/7 y las tareas como capitana del barco se me triplicaron. Tenía la -inocente- esperanza de que esto pasaría rápidamente y todos volveríamos a la normalidad en poco tiempo… qué bueno que lo pensé así porque si me hubieran dicho que estaría más de 4 meses en esa situación, quizá sí hubiera salido corriendo.
Si bien no puedo negar que todo esto ha sido un cambio radical en nuestras vidas, desde la convivencia hasta adaptar cuartos de la casa como oficina y gimnasio, hoy son más las cosas por las que me siento agradecida, plena y feliz de tener la familia que tengo. El acompañamiento, los aprendizajes, el ánimo y -sobre todo- el brinco que cada uno de nosotros tuvo que dar para mantener la armonía familiar y sacar adelante proyectos personales.
No hay fórmulas mágicas para ser buenos padres, a nadie nos enseñan a serlo y -generalmente- tratamos de “mejorar” la forma en que nos criaron, esto trae consigo muchos aciertos pero también muchos errores. Durante el confinamiento he cosechado mucho de lo que como madre sembré, hoy vivimos, disfrutamos y sobre todo agradecemos el día a día. Desconozco cuándo y cómo termine todo esto, de lo único que estoy segura es que las cosas no correrán de la misma manera ni en el mundo ni en mi núcleo familiar. Habrá que adaptarse a esa “nueva normalidad”.
Dejar un comentario