Mamás en cuarentena

Treinta minutos antes de correr…

De todos esos días de insomnio

Es temprano aún, pasé una noche pésima. Mi insomnio en estos días se ha agravado, qué extraña necesidad de la mente de perderse en laberintos irresolubles. Afuera los pájaros trinan, se oye el aleteo entre las hojas de los árboles, se escuchan sus graznidos. Pasa un coche y su tolva choca con el tope que el conductor no vio… o vio y no quiso detenerse. Mis pensamientos van de una cosa a otra sin orden, sin cordura.

Recuerdo que debo de llamar al jardinero, que esos árboles están creciendo mucho, levantarán la banqueta, taparán la luz. Pienso en la gotera del baño, en la humedad del techo de la cocina, en la ropa sin doblar, en la lavadora rota. Cuántos pendientes, cuántas cosas postergadas.

Escucho a Lola (mi perra) que ronca y se estira, sueña quién sabe qué pero duerme y hace ruidos.

Yo no duermo. Tiene días que no lo hago, tal vez meses, no lo sé. Son las preocupaciones, dice mi mamá: “te preocupas demasiado”.

Qué pasará con nosotros, con el negocio que nos da de comer, el que nos ata y nos llena de angustia. Todos trabajando desde casa. Aunque no, nosotros sí tenemos que salir. César y yo salimos, atendemos clientes, hacemos cotizaciones, nos angustiamos, dependemos de que siga funcionando. Si dejas de pedalear te caerás, pienso.

Sigo acostada, solo han pasado diez minutos desde que me desperté y vi la hora. Tomo el teléfono, abro Twitter, lo cierro prácticamente al instante, solo leí dos tweets y me doy cuenta que el ser humano no cambia. Qué triste, lo cierro, no necesito eso en este momento.

Pienso en mis hijos, en su infancia, en la mía. Pienso en mi adolescencia, en la de ellos ahora detenida… detenida no, postergada, ¿postergada hasta cuándo?

Valentina se va a la universidad y pensarlo me quita el aire por segundos. ¿Cómo andará sola por las calles de la Cuidad de México, como serán sus clases, como pagaré la colegiatura? Y de repente recuerdo sus ojos que ansían salir de mis brazos, esos que lo controlan todo y que por momentos la asfixian. No tuvo graduación de la preparatoria, “es la generación 2020” dice ella con un halo de reproche al mundo. ¿Robar meses a su vida es correcto?, me pregunto sin saber la respuesta, sin esperarla.

Viene a mi mente Sebastián. No sé por qué pienso en sus pies, en cómo eran y en cómo son ahora… los veo sucios llenos de tierra y grandes, ha andado descalzo todo el tiempo desde que comenzó el encierro ¿para qué usar zapatos? Cumplió 14 años el sábado 14 de marzo, el 16 solo regresó a la escuela a hacer un examen pues ya habían comunicado que no regresarían a clases normales. Comenzó el encierro.

Él está feliz, odia la escuela, prefiere desayunar mientras está en clase, despertarse tarde… Todos los días me pregunta: ¿Por qué no te quedas aquí?, todos los papás de mis compañeros se quedan en casa, ¿por qué tú no?; inventó que somos médicos para no dar explicaciones de por qué sus papás sí salen a trabajar y no se quedan encerrados. Cómo ha cambiado en estos meses su voz, su cuerpo, su carácter en el encierro he visto crecer. Lo recuerdo corriendo por un elevado en el campo de baseball, ahora solo lo veo desesperada jugando Fortnite. Detesto ese videojuego, pero él ríe cuando lo juega y parece como si sus amigos y él estuvieran en un patio corriendo, saltando y escondiéndose.

Regreso a pensar en sus pies tendrá que tallarlos con zacate, ¿Hay zacate…? Habrá que comprar… Mi mente regresa… tengo que levantarme, camino unos pasos me veo en el espejo, mis arrugas cada día más pronunciadas, mi piel cada día más débil y ajada. Pienso en la muerte, en mi muerte, en cómo nos desgastamos, en la enfermedad que ronda, en nuestra incapacidad de entenderla y detenerla. No sé dónde escuché que la angustia y la incertidumbre te dan porque te ubicas en el futuro, pero que si te ubicas en el presente nunca las tendrás.

Lola ronca, tengo que apurarme.

Escucho a César, se ha levantado, es tarde, hay que correr.

Acerca del autor

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Silvia Isabel Rodríguez

Estudió la Licenciatura en Gastronomía en la Universidad del Claustro de Sor Juana, trabajó en el ramo de Alimentos y Bebidas durante 10 años. Chofer y madre de dos adolescentes de 14 y 18 años. Feminista, lectora, antojadiza. En 2006 comenzó un negocio familiar el cual ha ayudado a administrar hasta ahora. A veces sigue cocinando y es aficionada a la literatura Infantil y Juvenil. Algún día tendrá una Biblioteca y un Huerto para Niños y Jóvenes. Mientras tanto es cuentacuentos amateur.

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