Mamás en cuarentena

Prestar atención a las pequeñas cosas

Reflexiones sobre lo que nos quitó el coronavirus

La mañana antes del confinamiento en Italia estás sentado en un bar en el centro de Cernusco sul Naviglio (Lombardía) con amigos tomando un desayuno tranquilo. Te comes un cuernito de pistache que paradójicamente sabe de Sicilia y comienzas a fantasear sobre cuándo regresarás, sobre las próximas vacaciones, pero también para planear que tus padres puedan disfrutar de su único nieto…

Te vas a casa, el día continúa y escuchas las primeras noticias en la televisión sobre la propagación de un virus, y luego otra vez de los primeros contagios, y luego otra vez de las terapias intensivas, y más y más restricciones, cierres de todas las regiones, cierres de las guarderías, trabajo en casa…

Nunca creerás que todo esto te molestará tanto como para cambiar tu vida… y, en cambio, estamos proyectados a una nueva realidad que durante meses ha dominado como el reemplazo de lo que era otra vida.

Miro a mi esposo y digo ¿y ahora qué? Qué hacemos? ¿Cómo nos organizamos? ¿El trabajo? Muchas preguntas con un por qué, muchas…

El primer pensamiento es para nuestro pequeño Roberto que acababa de comenzar la guardería. Todas sus primeras conquistas se desvanecieron en el aire de esta manera… Una tristeza en nuestros ojos… También pienso en mis primos Onofrio y Graziella que son enfermeros y que comienzan a trabajar en un hospital Covid … y rezo para que Dios los proteja … y sí, porque lo único que puedes hacer en estos casos si eres un creyente, es rezar.

Tomas un descanso para elevar las oraciones a Dios y pedir el fin de esta pandemia. Ya no puedes ir a la iglesia y entonces el único medio que queda es la televisión y el teléfono móvil. Comienzo a seguir las misas en línea y, a veces, incluso las citas de oración en vivo de Facebook. ¡Todo surrealista!

Empezamos a trabajar desde casa. Ciertamente, esta forma de trabajar fue fundamental, nos ayudó mucho, aunque administrar las reuniones, el trabajo y el pequeño no fue nada fácil, nos puso a prueba pero fortalecimos nuestras debilidades que se han convertido en nuestro escudo para pelear esta batalla.

Para poder trabajar por la mañana, mi esposo comienza a tomarse horas de licencia y toda la gestión de nuestro bebé está a su cargo. Nunca se quejó pero lo vi tan cansado… Nunca se detuvo…

Estamos cada vez más preocupados. No vemos a nadie solo por videollamadas a nuestros seres queridos, al tío Domenico que Roby quiere mucho y que lo renombró como tío “Mechico”, a quien recomendamos tener cuidado, usar máscaras para mantener la distancia con todos.

Celebramos los primeros cumpleaños también con videollamadas y también encontramos el gusto de probar diferentes aplicaciones chistosas que ofrecen efectos divertidos como si celebrar también de esta manera tuviera su razón.

Comenzamos a comprar en línea, casi tenemos miedo de salir al menos por las cosas necesarias, ya que se nos permite … pero tenemos miedo. Comenzamos a abastecernos de levadura y harina y de repente me especializo en la masa de pan y, pizza. Quizás este es el lado más divertido de esta pandemia porque me puso en la cocina. Alfonso, por el contrario, ha perdido la esperanza de ser un buen cocinero.

Cantamos con todos los vecinos, encendimos velas, participamos en todos los flashmobs del momento, los hashtags #mequedoencasa #todoestarábien #lolograremos que nos ayudaron a enfrentar el miedo, pero también a compartirlo.No tuve que explicarle nada a Robertino, porque no lo habría entendido por su tierna edad. Una cosa que sí entendió, fue el no ir a la guardería, pues comenzó a despertarse un poco más tarde que de costumbre y a preguntar por la maestra Arianna o su amigo Mattia. Yo le respondí: cariño, todos están de vacaciones, no me parecía el caso que a su año y medio, le comenzara a hablar de Covid.

Desde ese momento, los compañeros de juego de mi pequeño fueron títeres, dibujos animados, personajes de sus canciones favoritas, el celular … sí, ese poderoso medio que nunca pensé que podría usarlo tan pequeño.

Nuestra fatiga en algunos días fue descontrolada y sin saber qué inventar para satisfacer a Roberto, tuvimos que rendirnos. Me sentí como una madre que no había superado la prueba. Le di mi teléfono celular, lo senté al lado del televisor y le dije:”está bien mi amor, pero solo esta vez”,  sólo para hacerlo feliz, mientras lo mantenía ocupado. Todo para permanecer más tiempo frente a la computadora y terminar el trabajo o descansar un poco.

Los días pasaron, el nerviosismo aumentó, me sentí cada vez más indefensa… Los casos aquí eran cada vez más y también cercanos a nosotros… La nuestra era la Zona Roja… El sonido de las ambulancias se habían convertido en nuestra banda sonora de nuestros días y todos los días a su paso me persignaba con la esperanza de que no hubiera sido nada grave.

Incluso con mi esposo sentí que algo había cambiado. Cada vez estábamos más cansados ​​y preocupados por nuestro bebé, por nuestro trabajo, que casi nos olvidamos de nosotros como pareja. Nos faltaban espacios para hacer cosas nuevas, encontrar intereses para compartir y salir de la rutina, nos faltaba intimidad en el diálogo, las emociones y los sentimientos. Estábamos empezando a amueblar nuestra casa y tuvimos que detener eso también.

Finalmente llegó el día en que pudimos volver a salir a los parques a pasear, siempre con cubrebocas  y la sana distancia. ¡Hasta Roberto quería el suyo! Evitamos conocer gente, evitamos vernos con parientes, evitamos también ver a mi hermano menor que vive y trabaja también en Milán.

Roberto ama a su tío Vincenzo, le gusta jugar con sus primos Domenico, Oscar y Sergio que no hemos visto desde antes de Navidad y no podíamos esperar para encontrarnos y abrazarnos. ¡Cuántas cosas nos quitó Covid19!

Llega el momento de la reunificación con la familia… Organizamos un viaje al parque de Monza para reunirme con mis primos pequeños a quienes Roberto ama tanto. Nos despedimos como lo hacemos ahora, tocando codo con codo. Fue muy triste para nosotros, pues después de tanto tiempo faltaba más que un beso. Tuvimos que habernos abrazado fuerte para sentirnos mejor.

Eso es lo que Covid también nos ha quitado: la alegría de vernos una vez sin miedo. Pero de todos modos fue agradable, fue dulce ver a los niños jugar juntos con esa luz en sus ojos de que tal vez algo estaba cambiando, pero al mismo tiempo que estamos volviendo a la vida.

Después también podemos ver al tío Vincenzo y la tía Milena manteniendo siempre la distancia. Roberto, como si entendiera algo, le ofrece el codo y exclama “¡bien!”. El deseo de abrazarlos fue tan grande…
Hoy nos esperan nuevas fases. No tuvimos tiempo de encontrar nuestro equilibrio para acostumbrarnos a esta situación, donde no todos se ponen los tapabocas.

Ahora estamos en Calabria con mis suegros. Vimos a la abuela María y al abuelo Roberto y mis tíos, los hermanos y cuñadas de mi esposo y mi nieta. Roberto está muy feliz. Todas las mañanas va a recoger tomates con sus abuelos, descubre las sandías… Aquí todo es diferente, especialmente el aire que se respira.

Yo sigo con tantas incertidumbres y mucho estrés porque el virus no ha desaparecido, siempre está presente, aunque parece que también se ha tomado un descanso… Sólo espero que no nos reserve ninguna sorpresa.

En breve, también iremos a Sicilia, finalmente veré a mis padres pero ya no me importan todas las recomendaciones. Los abrazaré con fuerza, aunque sea con el cubrebocas.

Mientras, no dejo de pensar en septiembre, si la guardería volverá a abrir y si continuaremos trabajando desde casa… Dicen que así será hasta diciembre… ¿Quién sabe? Yo tengo mucho miedo del futuro.

Pero algo me queda claro: Es mejor disfrutar el presente, apreciar lo que haces y tienes todos los días, disfrutar de las pequeñas cosas porque lo que tenemos hoy es un regalo. Termino con una frase de Jim Morrison que encaja perfectamente: “Presta atención a las pequeñas cosas, porque un día te darás la vuelta y entenderás que eran grandes”.

Acerca del autor

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Maria Giovanna La Barbera

Mi nombre es Maria Giovanna. Tengo casi 42 años y soy hija de padres sicilianos, pero nací en Alba, en Piemonte. Antes de mudarme a Milán, viví en Mussomeli durante 35 años en una ciudad pequeña en las montañas de Sicilia, donde estudié y pasé gran parte de mi vida, mis intereses y donde cultivé a la mayoría de mis verdaderos amigos. Todos son músicos de la familia de mi padre y de ahí heredé mi pasión por la música, por el canto. Soy una persona creativa que me gusta bordar en punto de cruz y cuando sé de eventos felices que involucran a las personas que me importan, solo puedo crear algo para ellos. Me mudé a Milán por trabajo y encontré a Alfonso, mi esposo, con el que formé una nueva familia. Tenemos un niño de 2 años. Actualmente trabajo para una compañía de seguros en Milán.

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