Mamás en cuarentena

El mejor lugar para estar… nuestra casa… nuestro hogar

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Escrito por Sara Cortés

A pesar de todo, reiniciar sueños y proyectos

Alguna vez leí en algún lado que los lugares más agradables del mundo para estar son: el pensamiento de alguien, en las oraciones de alguien y en el corazón de alguien… Y yo agregaría que el mejor lugar para reescribir nuestra propia historia es nuestra casa… nuestro hogar no tiene comparación si de reaprender se trata, para andar y desandar de la mano de nuestros más grandes amores… nuestra familia

Desde que tuve conciencia de lo que haría de mi vida siempre estuvo entre mis proyectos el ser madre, pero también y definitivamente el ser una mujer profesionista, romper con algunos esquemas y seguir con otros… y aquí estoy o mejor dicho, aquí estamos.

Me resulta increíble que ya estemos cumpliendo 3 meses de confinamiento, aislamiento social, encierro… en fin sea cual sea la palabra, para el caso es lo mismo… Implica un encierro no voluntario, y cualquier cosa que se haga de manera involuntaria trae consigo implicaciones o afectaciones en nuestro estado de ánimo, en nuestro cuerpo, en nuestra alma.

Cuando todo esto comenzó yo apenas estaba asumiendo la idea de un cambio drástico en mi vida, reiniciando sueños y reinventando proyectos, preguntándome cómo se levanta el vuelo con unas alas hechas cenizas. Ya me había quedado en casa desde hacía poco más de un par de meses, después de 26 años de trabajo en oficina, ya extrañaba bastante a los compañeros y amigos del lugar que se volvió mi segunda casa, y replanteaba mi vida a partir de un nuevo ahora.

Sin embargo, todo era distinto a lo que pasó después,  prácticamente de la noche a la mañana todos debimos quedarnos encerrados en casa: Leo, un adolescente de 16 años; Andy, de 20; Diego, yo, y a nuestro lado o encima de nosotros (literal) siempre Luna, Violeta (una gata y una perrita ya entradas en años) y de pilón Teky, otra perrita que recién llegó a casa en diciembre con apenas 2 meses de nacida y que ha crecido hecha un remolino en esta cuarentena (que se ha vuelto centena)… Y haciéndonos falta a todos Alex, mi hijo mayor, que por motivos de trabajo vive en otra entidad.

Al principio a mis hijos les pareció bueno saber que estarían en casa sin ir a la escuela, nadie imaginaba la vorágine de tareas y trabajo que se vendría encima, con la era digital a la que fuimos arrojados, como a una gran parte de la gente le pasó: como en una escena de película, o un capítulo de algún cuento de ficción; casi casi un día despertamos y las pantallas nos aguardaban para llenar nuestras horas frente a ellas, resolviendo y complicando nuestras vidas a un tiempo.

Nunca como ahora, empezamos a valorar todos y cada uno de los espacios de nuestro departamento y, en lo personal, dando gracias a que contemos con muchas entradas de aire y luz que disminuyen la idea de encierro.

Y así iniciamos este tiempo que aún no termina y que aún no sabemos cuándo y cómo lo hará. Cada día es para mí despertar y sentir ese vacío en mi mente, y en el estómago. Logramos estabilizar discusiones y llevar cada día tranquilos, sin peleas que no lleven a nada, lo logramos siendo consecuentes el uno con el otro, respetando espacios, gustos musicales, horas de sueño, etc, etc… Debo agradecer a todos en casa que, casi sin hablarlo (porque lo hemos hecho), estemos dispuestos a dejar de lado, por momentos, nuestros propios gustos para dar paso a los del otro… Y eso me ha dado la oportunidad de conocer más a mis hijos, sobre todo al más pequeño que se ha empeñado en hacernos sentir bien a su papá y a mí.

Aunque no fue nada fácil llegar a esto, al principio la casa era un caos, no podíamos creer que al transcurrir de los días la noticia seguía siendo que estaríamos más tiempo en casa. Y aunque disfruto y agradezco inmensamente el poder estar con mi familia sin dejar de pensar en lo lejos que está Alex, cada día, al despertar, no puedo evitar tener la sensación de que vamos cayendo en un vacío, en una caída que no tiene fin.

Diego y yo ya dormíamos poco, y con todo esto, el sueño no es lo nuestro, por más que lo intentemos. Y entonces, junto con el día, vuelven los miedos, los temores a un futuro incierto no sólo para nosotros, sino para toda la humanidad.  Es un Miedo a la nueva normalidad, Miedo a que mis hijos no vuelvan a sentir esa libertad de vivir, Miedo a que hayamos perdido muchas de las cosas bellas que teníamos como el convivir libremente con la gente que queremos, con amigos, con la familia, en los lugares bellos que tiene mi país pero sé que todo está ahí y que todo está en nosotros. Este temor es a la incertidumbre de esa Nueva Normalidad.

Cuando escucho hablar a mi hijo Andrés, con esa seriedad en su rostro, sobre que nada volverá a ser igual para ellos al ir a la universidad porque ni siquiera saben cuándo y cómo podrán regresar a ésta, y que siente una gran nostalgia por sus momentos vividos en la escuela, por sus amigos, por sus espacios, por sus salidas. Ver esa nostalgia de la que habla reflejada en su mirada, en una mirada de un chico de su edad diciendo que le han robado sus 20 años, que ya están pasando y que prácticamente dejará de tener 20 años sin haberlos vivido plenamente, eso me hiere el alma y me deja sin palabras de consuelo para él y para mí.

Pero hay que seguir viendo lo bueno que brinda a vida, esta nuestra vida; así, puedo decir he tenido la oportunidad de conocer mejor a mis hijos, de apapacharlos, de enojarnos, de discutir y decidir no discutir más, de sólo querernos y de dar gracias, gracias por estar aquí, juntos, sanos sin que nada nos falte… sólo Álex. Mirar a mi hijo a la lejanía, a través de la pantalla del celular, con su hermosa sonrisa que llena mi corazón, y a la vez poder ver en su mirada y sentir que nos extraña tanto como nosotros a él, sentir la falta que nos hace, tanto como nosotros le faltamos a él.

Por otra parte, la incertidumbre de un futuro para ellos, para nosotros, para todos, es grande, muy grande… Sé muy bien que la vida se va minuto a minuto, por eso hay que vivirla de la mejor manera, sintiendo siempre que es fructífero lo que hacemos.

Así que, al final, de pronto me di cuenta que estoy en este encierro, y tengo conmigo, a mi lado, todo lo que necesito, a mis más grandes amores, y saber que están bien… ellos son todo lo que tengo y quiero, por eso sé con certeza que estoy en EL MEJOR LUGAR PARA ESTAR… NUESTRA CASA, NUESTRO HOGAR.

Acerca del autor

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Sara Cortés

Sara Cortés es madre de 3 hijos varones y sus respectivas mascotas. Egresada de Periodismo y Comunicación Colectiva en la entonces llamada ENEP Acatlán. Fue reportera del periódico El Financiero cubriendo el acontecer de las diversas delegaciones de la ahora CDMX. Posteriormente se desempeñó en diversas áreas del sector público, al ser de las fundadoras de la CDHDF (ahora CDHCM), donde permaneció laborando 26 años de su vida, “en un constante aprendizaje”. Prácticamente con la pandemia del Covid-19 llegó a su vida la oportunidad de incursionar ahora en el mundo de las Relaciones Públicas, de la mano de la agencia Factor 4, Comunicación.

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