El anuncio del cierre de la guardería me cayó como bomba. Me estalló en la cara la realidad: tenía que hacerme cargo de mis dos crías -de un año nueve meses- al mismo tiempo que debía trabajar.
Es decir, debía concentrarme en video juntas, en desarrollo de estrategias de comunicación, resolver solicitudes de medios, atender mil llamadas al día y una larga lista de etcéteras, mientras pensaba en un menú saludable y apetecible para mis criaturas, y prepararlo y las colaciones, y cuidar que no cayeran del sillón en el que les encanta brincar, y que no se echaran encima su librero de juguetes, y separarlos cuando peleaban y consolarlos cuando lloraban, y cambiar pañales, y arrullarles a la hora del sueño, y abrazarlos y mimarlos, y ponerles límites y educarlos y disfrutar el tiempo con ellos, y y y y y y y y y…
¿Qué tan complicado puede ser si las mamás de antes cuidaban a 10 hijos de un jalón? ¿Pero si estás trabajando desde casa, no? decían algunos cuando esbozaba alguna especie de angustia por mi nueva realidad diaria.
Frente al Covid-19 y el confinamiento necesario que ha implicado, como miles de mujeres, de un día para otro debí combinar ambos roles, el de mamá y el de trabajadora ¡al mismo tiempo! convirtiéndose en un ejercicio abrumador en el que, sí o sí, descuidaba alguna o muchas de las aristas de ambas tareas, porque no, no somos ni queremos ser súper mamás ni súper profesionistas.
Nos cansamos, nos distraemos, priorizamos actividades y dejamos otras muchas inconclusas. Es lo qué hay y no más.
Pero mucho se ha escrito ya en estos días de la carga que el confinamiento trajo a la vida de quienes somos mamás trabajadoras y no, no quiero ahondar en eso.
Esta pandemia nos está revelando muchas realidades, una de las más fuertes, la de la desigualdad y para allá es que llevo esta conversación.
Sin duda soy una mamá muy afortunada. Tengo empleo, seguridad social y tendré guardería de nuevo cuando podamos regresar. También tuve la oportunidad de quedarme en casa durante estos días y tratar de proteger a mis hijos de cualquier mal…
¿Y las mamás que no tienen un empleo formal? ¿Las que no tienen seguridad social? ¿las que no tenían ni tendrán un servicio de guardería disponible para regresar a sus empleos sin preocupación? ¿Y las mamás que no tuvieron permiso de hacer home office y tuvieron que dejar a sus hijas e hijos encerrados o a cargo de vecinos o familiares exponiendo a los infantes a algún tipo de maltrato o abuso?
¿Y las madres que con o sin pandemia no tienen un lugar seguro donde dejar a sus hijos mientras trabajan?
Como un paréntesis, de mis tiempos de reportera recuerdo un trabajo sobre niños robados, un gran porcentaje eran hijas o hijos de comerciantes y habían sido separados de sus familias mientras acompañaban a sus padres porque éstos, no tenían una estancia infantil disponible donde dejarlos.
Si algo he confirmado en estos días del arduo reto de trabajar y criar ( y esto va más allá de la pandemia) es que no todas las madres cuentan con el apoyo de la tía, la abuela o la suegra; no todas tienen un empleo donde haya sensibilidad y facilidades para cumplir con el rol de mamás, no todas pueden pagar una guardería privada, pero todas, incluso las que trabajan solo en las labores del hogar deberíamos tener el mismo derecho a contar, si así lo deseáramos, con un servicio seguro y gratuito para el cuidado de hijas e hijos y poder disponer así de algunas horas al día para concentrarnos en todo lo demás.
En verdad, es justo y necesario.
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