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La maternidad no debe anular una vida sexual plena

Fotografía cortesía: Condesas Club / Selene Isis
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Ser madre en tiempos de coronavirus

Fotografía cortesía: Condesas Club / Selene Isis

Leer una reseña sobre el novedoso succionador de clítoris que ya circula en el mercado es una anécdota meramente informativa. Mandar el artículo, por accidente, a la directora del colegio de tus hijos es un desliz gracioso e inevitablemente bochornoso.

Mi intención era compartir una actualización sobre juguetes sexuales con otras mamás interesadas en el tema. Pero la sexualidad es tabú entre las mujeres y, peor aún, si son madres.

El incidente ocurrió durante estas semanas de confinamiento social por la pandemia de COVID19. La vida social se vive a través del celular y de la computadora. Sin embargo, las clases de los niños y el envío de sus tareas ocupan los mismos canales, así que en algún momento equivocaría a los destinatarios.

Vía Whatsapp, busco a Andrea Cruz Guerrero, psicóloga y sexóloga feminista, para platicar sobre qué significa ser madre en tiempos del coronavirus, pues a pesar de la pandemia, el tejido social es el mismo.

“La sexualidad de las mujeres está llena de prohibiciones y restricciones. Es decir, es una sexualidad controlada y vigilada. En la lógica de las sociedades patriarcales, hay un binomio fundante del ‘ser mujer igual a ser madre’. Sabemos que esto es una exigencia a la identidad de las mujeres ligada a la heterosexualidad. Como exigencia es violenta, porque generaliza. No todas las mujeres ni quieren ni pueden ni buscan ser mamás. Pero en el imaginario social prevalece esta idea en donde la sexualidad del sujeto madre está enmarcada en una serie de mandatos que la hacen no deseable e incluso la nulifican”, me responde Andrea.

Explica que la maternidad conlleva glorificación, solo cuando se cumplen “las exigencias sociales de ser una buena madre, como tener un marido, estar casadas o con pareja estable, tener cierta edad, ni demasiado joven ni demasiado vieja, trabajo estable, no tener demasiados hijos, pero tampoco uno solo porque el hermanito…”.

“El fenómeno es que muchas mujeres que ejercen la maternidad interiorizan esos mandatos y, entonces, su deseo y su excitación disminuyen. Hay culpa, vergüenza y si no hay comunicación de pareja, la sexualidad se vive con mucha soledad y frustración”, escribe vía Whatsapp.

Nadie nos enseña a …

En la serie británica “Sex Education”, se presenta un abanico de experiencias posibles para la sexualidad. En sus dos primeras temporadas, esta comedia de la televisión web incluyó a una pareja de madres lesbianas criando a un adolescente. Entre los protagonistas, hay una mujer divorciada que mantiene relaciones de sexo casual y los asume, sin tabús, frente a su hijo adolescente. Además está la esposa con la vida sexual cancelada.

Con dos temporadas al aire, y la tercera por venir, en la serie, también se muestra a una cuarentañera que se califica como “mala madre”, porque sus hijos de quizá 20 años de edad son quienes normalmente la acompañan a una clínica de abortos para interrumpir otro embarazo no deseado.

También presentan a la maestra —otra figura maternal en la sociedad— a quien le gusta el “dirty talk” en la cama, esto en la traducción más atinada al español sería que le gusta que le hablen “cachondo”, pues el personaje explica que eso le ayuda a sentirse sexy, luego un día agotador entre adolescentes.

Vivir una sexualidad plena, informada y con comunicación de pareja es importante. Cada quien decidirá qué necesita para que eso ocurra. Las mamás, solo por ser mamás, no pueden perder ese derecho.

— ¿Si hay madres con una vida sexual plena, podrán ser capaces de educar a sus hijos de la misma manera?

— Por supuesto. El ejercicio de la maternidad es un proceso constante de mutuo aprendizaje. Lleno de todo tipo de emociones y retos. En ese viaje, es importante el autocuidado para poder cuidar y educar a quienes lo necesitan. Me parece que una forma para que las mamás se cuiden es procurando el bienestar de su vida y eso implica su sexualidad.

Hay muchas formas de hacerlo: conocer su cuerpo, reconocer lo que gusta, excita, causa molestia o inhibición; fortalecer la comunicación con la pareja; ir a revisiones ginecológicas periódicamente… Darse tiempo a sí mismas. Esto puede ser difícil, pero contactar con el goce que implica un ratito con nosotras mismas es crucial para sentirnos bien.

Si procuramos vivir nuestra sexualidad de la mejor forma posible, no habrá duda de que no solo como mamás (sino como sociedad) brindemos una mejor educación a la niñez. Ya que educar implica ampliar horizontes internos y externos. Qué mejor forma de ampliarlos, sino a través del libre ejercicio de nuestra sexualidad.

—¿Cancelar la sexualidad de la mujer como madre, se vincula de alguna manera a la violencia dentro de casa?

— La violencia es un fenómeno complejo y multifactorial. Seguimos pensando que es un fenómeno privado, un problema de casa cuando en realidad su origen es social y se manifiesta tanto en ámbitos privados como públicos. La violencia es un tema de poder y de desigualdad de poder. Dentro de casa, puede manifestarse de muchas formas. Insisto en lo social, porque es importante entender que los mandatos de la feminidad y de la maternidad (que niegan, vigilan y castigan la sexualidad) son de origen social y, en casa, se pueden o no replicar. Si se replican esos mandatos normativos y asfixiantes pueden causar mucha frustración, miedo, vergüenza, etc., y las personas más vulnerables suelen ser las más afectadas.

— Las apps para “infieles” también se promueven en México. Especialmente para las “amas de casa solitarias”. Son apps que prometen discreción. Sin pretender hablar exclusivamente de la infidelidad, ¿de qué nos habla el éxito de estas apps entre las mamás?

— Hay un gran mercado. Nos habla de mujeres que son mamás que buscan encuentros eróticos y sexuales. Esto no es nuevo. En la época victoriana, una de cada cuatro mujeres era diagnosticada con histeria. Era un padecimiento caracterizado por insomnio, mareos, desvanecimiento, mal humor, dolor de cabeza. Curiosamente, se curaba con masajes pélvicos y vaginales hasta llegar al orgasmo. La llamada histeria no era una enfermedad como tal, era una consecuencia de la represión sexual que vivían las mujeres en aquella época.

Quizás estamos frente a un fenómeno similar adaptado al contexto actual. El problema sigue siendo el ejercicio de la sexualidad de las mujeres, por algo aseguran discreción absoluta. La búsqueda de contacto con el/la otro/a casi nunca es solo genital. Hay besos, caricias, miradas, olores, quizás palabras. Así que este fenómeno de las apps puede tener varios significados para cada mujer, desde placer y goce hasta una respuesta de profunda soledad.

— Para contener los feminicidios será necesario apuntalar la educación sexual con perspectiva de género. Hablar abiertamente de la infidelidad y de la necesidad de experimentar la sexualidad de manera informada y responsable.

—La infidelidad existe en el contexto de una sociedad que exige la monogamia como única forma de relacionarse. Exigirle esto a todas las personas resulta difícil porque no todas quieren vincularse desde ahí.

Los estudios sobre infidelidad señalan que alrededor de 70% de las parejas describen que en algún momento tuvieron algún encuentro sexual y/o emocional con alguien que no fuese su pareja, sólo que muy pocxs fueron los que platicaron entre ellxs esta situación. ¿Por qué no lo conversaron? Pudo ser por miedo, por angustia del rechazo, por temor de perder la relación. Quizás porque creyeron que no era importante, porque pensaron que su pareja no les iba a comprender, por venganza, pueden haber muchísimos motivos como personas hay en el mundo.

En este sentido, la educación de la sexualidad con perspectiva de género apuesta a una educación emocional, a tener la capacidad de reconocer nuestros deseos y necesidades, de respetar los deseos y necesidades de las y los demás, generar acuerdos desde la equidad, reconocer nuestros propios límites y saberlos poner; es decir, prioriza el autoconocimiento y el mutuo cuidado.

Si aprendemos a responsabilizarnos de nuestros deseos y afectos es muy probable que se eviten situaciones de violencia. Sin embargo, no podemos dejar la reflexión a un plano meramente individual, ya que el feminicidio sólo puede emerger como consecuencia de una cultura que trata a las mujeres como seres de segunda, como seres reemplazables, como seres que cuando deciden fuera de la lógica de la dominación masculina son asesinables. Es importante recalcar que la infidelidad no causa el feminicidio, podrá ser un factor, pero la causa es el sistema de dominación masculina.

— Los juguetes sexuales para mujeres parece que sacan de la ecuación a los hombres (como tradicionalmente se esperaría que actuarán en una relación sexual), pero fortalecen las relaciones de pareja que se comunican para que ambos vivan una sexualidad plena. ¿Es ese el camino “sin tabús” que las madres pueden seguir? — Es un camino más, sin duda, los juguetes sexuales se han convertido en un objeto apreciado por muchas mujeres. Y puede ser que participe la pareja o se usen de una forma solitaria. La sexualidad humana no se limita al coito ni mucho menos a la reproducción, esos son solo algunos aspectos de la amplia forma en la que se puede expresar. En ese sentido, me parece sano que si se desea, pues, en algunas ocasiones, se saque de la ecuación al hombre o a la mujer. Hay que dejar de pensar la sexualidad humana únicamente como heterosexual y coital, las posibilidades son múltiples en solitario o en compañía.

Acerca del autor

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Delia Angélica Ortiz

Mi oficio es escribir. Estudié periodismo en la Ibero y me formé como reportera en la legendaria Buhardilla. Otros medios nacionales me han dado la oportunidad de curtirme. Le he entrado a todo tipo de temas. Hace poco, recordaba cuando me mandaron a cubrir los primeros degollamientos del narcotráfico en Acapulco, era el tiempo en que hacía radio con Carmen Aristegui en W Radio. Pero también he investigado asuntos de negocios y finanzas para la revista Expansión o temas de divulgación científica para QUO. Recuerdo con mucho cariño mis primeras coberturas para El Economista, cuando tenía que ir a escuchar a Andrés Manuel López Obrador, quien entonces era dirigente nacional del PRD y yo no tenía ni idea de que llegaría a ser presidente del país. Mi paso por El Reforma fue el más enriquecedor que hubiera podido tener. Conocí a colegas talentosísimos y como reportera pude vivir uno de los fenómenos más significativos para un país: una huelga estudiantil en la UNAM, la universidad más importante de México y quizá de América Latina. Viajar por mi cuenta ha sido una de mis pasiones. Uno de esos viajes me regaló el privilegio de regresar a México a trabajar en el Fondo de Cultura Económica, donde mi compañero de oficina era el poeta Alí Chumacero. Estos viajes personales inesperados me llevaron hasta las puertas de una prestigiada agencia de relaciones públicas, Guerra Castellanos y Asociados, donde pude formar parte del equipo de comunicación para México de Microsoft, además de tener la oportunidad de conocer de cerca muchas otras empresas. Soy una amante entregada y devota de algo que llamo la crianza con apego. Reservo tiempo para seguir bailando disciplinadamente las danzas más peculiares. Últimamente me ha dado por interesarme por la pintura y la escultura, así que soy visitante frecuente del Museo Nacional de Arte y de los cursos que ahí organizan. Me encanta escribir y por eso mantengo mi oficio de periodista freelance que me hace conocer los temas más insólitos.

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