Hoy me desperté tardísimo. Seguramente tenía que ver que, en los hechos, este domingo fue el último de este largo, largo periodo de encierro y afuera no había ruido. Me asomé a la ventana y de verdad, ni un alma a las 11 de la mañana. Entonces empecé a sentir esa nostalgia de cuando se está a punto de parir y estás entre que ya quieres conocer al bebé que está llegando, pero sabes que ya no estarás más así, con esa panzota que tanto te molesta, pero que al mismo tiempo te hace sentir diferente, muchas veces tranquila, otras tantas muy harta.
Así un poco ha sido este encierro que nosotros (mis hijos y yo) comenzamos hace 73 días, porque el cierre de escuelas coincidía con un viaje de mi marido y como ya he platicado, ante el cierre de las demás actividades decidí que nos quedaríamos en casa sin ni siquiera imaginar que iba a durar tantos días y nos iba a cambiar así la vida.
Hace poco, entre un regaño y otro, otra tarea no hecha, otro reclamo de mis hijos que me dicen “¿otra vez vamos a comer esto?”, el relajo de la casa, los juguetes todos botados, las llamadas al improviso de las maestras preguntando si tenemos algún problema para mandar X o Y tarea, pensaba, que al final de cuentas, este encierro había sido un regalo para nosotros, para mí, que en circunstancias “normales” nunca había estado tan intensamente metida con los tres juntos, además porque, por fortuna y por su edad, todavía quieren estar pegados a mí, a nosotros.
Sí, aún nos amamos con locura y eso ha sido de lo más bonito de estos días, a pesar de que soy pésima maestra, de que odio las tareas, que mi paciencia es muy breve, que no tengo muchas opciones en el menú y que quizá hasta darme cuenta que no soy tan buena madre como he intentado serlo. Han sido, por donde se le vea, días realmente intensos , pues entre lo que pasaba afuera, con todas las cifras horribles, enterarnos de que los hospitales estaban rebasados, que faltaban médicos, enfermeras, que la gente moría y que nadie podía despedirla…
Luego con las noticias de las afectaciones por todos lados, el miedo a enfermarnos, la gente que perdía su empleo y las escuelas, siempre las escuelas, que fueron alargando los días hasta decidir que no podían abrir más. Ese lo repetiré siempre, ha sido para mí el golpe más duro no por lo mala maestra que he podido ser, sino por todas las experiencias que todos los niños han tenido que interrumpir.
Sólo de acordarme que hace un año mis hijos comenzaban a hablar de las niñas que les gustaban por primera vez, me da sentimiento. En fin, también ésta es una experiencia que espero un día la recuerden no tan mala por todos nuestros regaños. Así que entre tantas nuevas reglas y tantas restricciones, el deber tener otro auto-certificado para poder salir, con las nuevas cifras de los 210 mil 717 contagiados hasta ahora, de las 28 mil 884 víctimas (174 el día de hoy, la cifra más baja desde el 14 de marzo), con cada vez menos gente en Terapia Intensiva (mil 501 hasta ayer), con la situación que también en Lombardía va mejorando, pues mañana alrededor de 4.4 millones de trabajadores regresarán a sus empleos.
Empieza así la Fase 2 de la emergencia, la de “convivencia con el virus”.Por eso Giuseppe Conte escribió en su face sobre la confianza y la responsabilidad que debemos tener todos, pues con el movimiento de al menos estos 4.4 millones de trabajadores, que se moverán en el transporte público, no faltarán las ocasiones para posibles contagios. “Como nunca antes, el futuro del país será en nuestras manos. Servirá la colaboración, el sentido cívico y el respeto de las reglas por parte de todos”, escribió Conte.
“Mientras más escrupulosos seremos en observar las indicaciones de seguridad, más rápido podremos reconquistar otros espacios de libertad”. Y vaya que urgen, pues en todos estos días también eso perdimos. Veremos cómo va, en tanto, las imágenes de todas las ciudades italianas solitarias quedarán ahí, para la historia y de esto cada quien dirá lo que aprendió, lo que recordará, lo que ya no quiere repetir, lo que querrá cambiar. Les dejo el video que hicieron en Milán con Ghali, un rapper nacido aquí de padres tunecinos, que titularon “Un nuevo inicio. Un paso a la vez”. Así tendrá que ser…
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