La Madre, es el arquetipo femenino del amor incondicional.
La Madre, es el arquetipo de la abundancia infinita, porque todo lo multiplica.
La Maternidad, es una experiencia divina, y por ello es una iniciación espiritual.
Y créanme, no es una percepción romántica, no es una exagerada valoración del imaginario colectivo, es evidentemente real.
¿Acaso no es impresionante, que en las circunstancias certeras, una mujer reciba un espermatozoide y termine pariendo a un ser humano?
De todas las experiencias humanas que una mujer puede vivir, ésta es la más impresionante de todas. De inicio, inspira a considerar el cuerpo femenino en general y el útero en particular, como un canal dimensional.
Me explicaré un poco más. Y lo haré desde una cosmovisión espiritual. Partiendo de la concepción que somos almas encarnadas en un cuerpo físico para experimentar la vida humana, el cuerpo femenino resulta ser ese vehículo a través del cual un alma encarna. Desde esta percepción de la realidad, somos almas encarnadas. La chispa divina de la existencia se materializa en esta tierra a través de muchas formas, y el ser humano es una de ellas. Y todos los seres humanos en el planeta tierra, han sido paridos a través de un cuerpo femenino, incluso si fueron inicialmente concebidos por inseminación artificial en un laboratorio.
Y ciertamente no todas las mujeres son madres, porque ser madre es una elección, y no una obligación. Pero también es cierto, que independientemente de la elección, todas las mujeres en gozo de salud, tenemos la posibilidad de serlo.
Considero trascedente el hecho de que las mujeres seamos conscientes de este don natural. El gran creador de todo, nos ofrendó este regalo existencial. El regalo de sentir en las entrañas la creación de la vida. Y por ello, es que la maternidad se traduce en una iniciación espiritual.
¿Y qué es una iniciación espiritual?
Una iniciación espiritual es una experiencia que expande la conciencia. La conciencia de lo que somos, en lo más divino de ser almas, y en lo más terrenal de ser humanos.
Una iniciación espiritual es una experiencia que abre un portal de conocimiento, que nos lleva a otro nivel de comprensión de la vida, y de nuestro propósito en ella.
Una iniciación espiritual es una experiencia que literalmente nutre al espíritu. Trasciende en el ser esencial, nos eleva por encima de lo humano y nos conecta con lo más divino en nosotros.
Y la maternidad es justo eso, una evidente iniciación espiritual.
Por principio el cuerpo lo manifiesta, el cuerpo se transforma. En el útero ocurre una alquimia sorprendente, una multiplicación celular en sincronía perfecta que va gestando a otro cuerpo con vida propia. Que una mujer sienta el latido de otro corazón dentro de ella, me parece bellísimo. Que dos corazones en un mismo cuerpo coexistan, es exquisitamente divino.
Ahora bien, es verdad que en la vida real la maternidad se experimenta en un millón de formas, diría en una forma única en cada mujer. Muchas de estas formas implican circunstancias desfavorables, desafortunadas, limitadas, dolorosas, frustrantes, violentas, aberrantes, y la lista puede ser larga.
Y aún cuando una mujer transite la maternidad en estas pecualiares circunstancias, la iniciación espiritual sucede, aunque ella no se de cuenta. De hecho, es solo cuestión de tiempo para que ella se de cuenta, y eso ocurrirá solo si hace una labor personal de auto conocimiento. Introspectar, ver hacia adentro, darse tiempo y espacio para estar con ella misma. Abrirse a experiencias para verse, para sentirse, para conocerse, para amarse; es el único camino para que una mujer tome conciencia plena de cómo la maternidad la ha transformado. Y eso, eso definitivamente es una responsabilidad personal.
En el planeta tierra existen una multidiversidad de maternidades, y aún en las circunstancias más adversas, una mujer tiene la oportunidad de expandir su conciencia con la experiencia de la maternidad.
@roxpsicocreando
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