Regresamos a esta columna con enorme alegría, con el gusto de que Salud primero… y amor vuelve y nosotras también. Hoy les quiero hablar del aprendizaje que he tenido en estos años, a partir de la lucha que un amplio grupo de organizaciones, comunidades y personas en lo individual hemos dado para cambiar la infame Ley Minera de 1992, a través del espacio que construimos y llamamos Colectiva Cambiémosla ya.
Además de reafirmar que organizarnos nos permite cambiar aquello que debe ser cambiado, es decir, que sí se puede, como suelen decir, lo que quiero compartir en este texto, es que esta lucha me permitió ponerme los lentes de la interferencia o captura corporativa. Ya tenía yo puestos los lentes del greenwashing y, por supuesto, los lentes de la perspectiva de las mujeres. Pero comprender la dimensión y la profundidad de la captura corporativa es otra cosa.
¿Qué es la captura o interferencia corporativa y por qué debemos ponerle atención? Este concepto se refiere a las numerosas prácticas mediante las cuales las élites económicas e industriales se apropian de la toma de decisiones, de las políticas públicas, de la generación del conocimiento y de las narrativas públicas todo ello con el fin de beneficiar sus intereses privados y sin importar que al hacerlo debiliten o vayan francamente en contra de la protección de los derechos humanos, del bien común, de la protección de los recursos naturales y, en general, del interés de la mayoría.
Algunos ejemplos de esto: la férrea oposición de las empresas agroalimentarias al etiquetado claro de los alimentos ultraprocesados, a pesar de la pandemia de obesidad que enfrentamos; el freno a la entrada en vigor de la prohibición del glifosato el pasado 1 de abril, con una intensa campaña mediática en la que decían que no tendríamos alimentos, pese a los efectos ambientales, en el agua y en la salud de este agrotóxico; la impugnación de la nueva Ley de Minería por parte de todos los diputados de los partidos PRI, PAN y PRD, pese a los importantes avances y reconocimiento de derechos que incluye la nueva ley, logro de la lucha de Cambiémosla ya… Estos son solo tres ejemplos, pero hay muchos más.
¿Cómo se da este proceso de interferencia corporativa? Hay muchas prácticas por medio de las cuales se da este fenómeno, entre ellas podemos destacar: la ubicación de personeros en las industrias en posiciones clave en los gobiernos: legisladores, personas afines en los poderes ejecutivo y judicial, sobrerrepresentación de las industrias en los comités de normatividad, campañas mediáticas dedicadas a ensalzar las industrias, entre varias más.
Comprender este fenómeno me ha permitido dimensionar y comprender porque lograr cambios orientados a mejorar la protección y el ejercicio de los derechos, a conservar el patrimonio natural, a asegurar la libre determinación de los pueblos cuestan tanto trabajo. Durante muchos años, muchos activistas hemos dicho que falta voluntad política o falta conocimiento en los tomadores de decisiones para lograr estos cambios. Hoy puedo decir con toda claridad que lo que pasa es que estos cambios no se logran porque así conviene a algún grupo económico: la agroindustria, las empresas mineras, las compañías refresqueras y cerveceras, entre muchas más.
Es importantísimo comenzar a visibilizar este fenómeno, hablar del elefante en la mesa. Es importantísimo frenarlo, es importante hacer todo lo posible para que sea el bien común el que prevalezca. De esto continuaré hablando en próximas entregas.
Cecilia Navarro es integrante de la Colectiva Cambiémosla ya y coeditora de la Agenda socioambiental 2024. Diagnósticos y propuestas.
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