Se suponía que este próximo fin de semana sería un día festivo para los israelíes que esperaban reunirse para cenar en familia para celebrar Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío.

En cambio, a partir de este viernes Israel se convertirá en el primer país del mundo en imponer un segundo cierre total para intentar frenar la epidemia: los casos han superado los 4.000 durante dos días seguidos, las muertes superan las 1.000, más de la mitad a partir de agosto.

El gobierno ha decidido un bloqueo total durante dos semanas, coincidiendo con las fiestas más importantes del calendario judío, hasta Yom Kippur.

Las escuelas y todos los comercios deben cerrar (excepto supermercados y farmacias), los restaurantes pueden permanecer abiertos para llevar, los movimientos están limitados a 500 metros de la casa.

Tras esta primera fase, están previstas dos más, con limitaciones graduadas en función de la tendencia de las infecciones.

Durante semanas, los ministros debatieron si aprobar el plan de semáforos definido por Ronni Gamzu. El médico encargado de coordinar las operaciones anti-Covid 19 propuso cerrar solo las ciudades rojas (las otras identificadas como amarillas y verdes) donde la propagación del virus ahora está fuera de control.

El problema es que estas 30 áreas son de mayoría ultraortodoxa o árabe. “Los que no se preocupan por el estado y aquellos por quienes el estado no se preocupa”, comentó alguien. Los partidos ultraortodoxos son parte de la coalición y han amenazado al primer ministro Benjamin Netanyahu con derrocar a su gobierno si impone un cierre selectivo a la comunidad.

Los rabinos se han rebelado desde los primeros días de la epidemia contra cualquier norma que limitara el estudio en las escuelas religiosas o las reuniones de fieles. Los líderes ultraortodoxos no están contentos ni siquiera con el cierre total que también afecta a las sinagogas.

(Con información del Corriere della Sera)