Papás en Cuarentena

Una experiencia de aprendizaje, retos y música

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Escrito por David Vicenteño

Disfrutar como nunca de los hijos

Primero debo de explicarles que tengo tres hijos, los tres acaban de cumplir años en julio. A inicios de 2020, este inolvidable 2020, había planes especiales para festejarlos, son tan diferentes.

En febrero comenzó a llegar más y más información de un virus que estaba causando problemas en Asía, principalmente en China, y en Europa, con foco en Italia; que ya tenía a mucha gente encerrada en sus casas.

Se veía venir. Mi trabajo, que me permite tener contacto con gente del Ejército, me acercó referencias de que el SARS-Cov2 iba a llegar a México. Pero lo tomaban con cierta calma. Tendrá que llegar y se tendrá que atender, comentaron. Y así fue.

En las escuelas de los niños, privadas, por recomendaciones “de fuera” el aviso de alarma llegó el día 16 de marzo. “A partir de mañana dejan de asistir a clases, y vamos a esperar instrucciones”.

Unos días después, se anunció que el 23 de ese mismo marzo, ahora parece tan lejano, iniciaba lo que bautizaron como la “Jornada Nacional de la Sana Distancia” y presentaron a la heroína Susana Distancia, la que nos iba a salvar a todos.

En casa, como en muchos lados, los niños interpretaron el anuncio como un adelanto de las vacaciones de Semana Santa. Una cuarentena que, a lo más, podría afectar algunos días de descanso en una alberca.

Pero fue más allá. Adiós a la alberca, al festejo del Día del Niño, al bailable para Gaby por el Día de las Madres, al Día del Maestro, y de ahí se fue prolongando y prolongando hasta llegar a sus cumpleaños.

Se acabaron las frustradas vacaciones. En el patio de la casa, una alberca de plástico para los más pequeños, que no desaprovechó el más grande; tardes de películas, juegos de mesa y risas hasta el anochecer con el UNO, o con las clases de Continental, el juego de naipes que Gaby nos dio a todos.

Las clases formales, las de la escuela, a distancia o “en línea”, nos enseñaron a dominar el Zoom, ahora lo que faltaba eran equipos. Una laptop, el Ipad y el celular de mamá se convirtieron en ese improvisado pizarrón y el salón de clases, con forma en el estudio o la sala de la casa, y a aprender, como buenos estudiantes; y nosotros con ellos, y yo con ellos.

Aprendí o reaprendí cosas de primaria y secundaria; aprendí y estoy aprendiendo a entender a dos niños y un adolescente, complicado por definición. Pero aprendí también de las videoconferencias y el término webinar, a reportear a la distancia, una nueva técnica.

Para algunos casos, porque para otros fue necesario ir a conocer a Eduardo Maya, el director de dos grupos de música versátil, de esos que amenizan fiestas, desesperado a los 15 días de la cuarentena por la falta de trabajo para él y sus 30 músicos; y solo iban 15 días.

O para platicar con Constanza Etchechury López, asistente de escenografía, iluminación y utilería, independiente, quien ante la caída de los telones por el Covid-19, tuvo que recurrir a elaborar cubrebocas para subsistir.

Para ver el rostro de preocupación de Salvador Orozco, propietario de La Hostería de Santo Domingo, el restaurante más antiguo de la Ciudad de México, abierto desde la 1860; sobreviviente a las Segunda y Tercera Transformación, y ahora agonizando en la Cuarta, por culpa del Covid-19.

Otra oportunidad que no da el Zoom o el webinar fue conocer al doctor Giorgio Franyuti Kelly, quien, aunque el nombre no lo parezca, es más mexicano que el logotipo del Instituto Mexicano del Seguro Social, el IMSS.

El doctor Franyuti no es militar, pero es el jefe de Bioseguridad en la Unidad Operativa de Hospitalización Covil-19 del Sexto Grupo de Morteros de la Secretaría de la Defensa Nacional, en donde también conocí a doña Amada Ruiz, quien ya estaba librando la enfermedad y esperaba, ansiosa, ir a lavar “el tambache de ropa” que seguramente ya había en casa, porque su hijo no lava ropa.

Pero la mejor experiencia ha sido ir conociendo a dos niños y un adolescente, que sí lavan ropa y más.

Sebastián, 15 años

La generación de Sebastián ya no le va a temer a nada. Son jóvenes que llevan dos pandemias, con sus respectivas cuarentenas; dos terremotos, el del 7 y del 19 de septiembre de 2017; y saben qué hacer cada ocasión que suena la terrorífica, al menos para mí, alerta sísmica.

Sus primeras palabras, qué pena, no las recuerdo con claridad. “Bavid” era el término que usaba para referirse a mí.

En 2009, entendió muy rápido que no podía ir unos días a la escuela por seguridad, por su salud. Los 15 días, que parecieron eternos, sólo afectaron sus festejos escolares de Día de Niño y de la Madres. Ni quien se acuerde.

Pero en el encierro, además de juegos para un niño de 4 años, Michael Jackson llegó a su vida. Ahora le da pena recordarlo, pero se vestía su chaqueta de brillitos de lentejuelas, su sombrero y guante blanco, y era el rey del Moonwalker.

Thriller, Billie Jean y Smooth Criminal, con el paso de dejar inclinar el cuerpo hacia adelante, mientras papá lo sujetaba del cinturón, se prolongaron más allá de la efímera cuarentena de 2009.

Once años después, el Covid-19 frustró el festejo de graduación de la secundaria; pero un Smartphone que llegó en diciembre de 2019, después de mucho pensarlo, le ha ayudado a sobrepasar el prolongado encierro.

Ahora no son las estrellas poperas de los 80’s, ni Sebastián es quien descubre nuevos géneros musicales; soy yo quien desde hace unos meses, pero ahora más, descubro y aprendo de los representantes del Freestyle.

Aczino, Lobo Estepario, Garza, Arkano o Wos, y las Batallas de los Gallos, son la emoción del adolescente de la casa y el aprendizaje musical para mamá y papá. No quiero sonar a mis abuelos o mis padres, pero qué cosas escuchan los jóvenes. La verdad, aprende uno mucho de su protesta. Les recomiendo a Wos y a Arkano (hasta un reality tiene).

Sebastián acaba de cumplir 15 años el 26 de julio. Sigue resignadamente esperando a que acabe esto. En unos días ingresa a la preparatoria. Ingresar es un decir, porque está esperando que le indiquen cuando inician sus primeras clases, lo más seguro por webinar.

Íker Raúl, 10 años

La cuarentena, a él sí, le vino como anillo al dedo. Es un niño muy especial, con una imaginación sorprendente, siempre inventando historias. Un castigo de tarde sin TV, no tener un libro en las manos o un juguete, es intrascendental.

Para jugar, para elaborar aventuras, para poner a un súper héroe a defender al mundo, le bastan sus manos. Cada uno de los dedos es un personaje.

Rápidamente se aprendió de memoria los ID y las claves para ingresar a sus clases en línea.

Su primera palabra fue “papá”. Pero cuándo empezó a hablar con fluidez, no lo recuerdo. Recuerdo la preocupación de Gaby porque a los casi dos años no hablaba. Ahora la preocupación es callarlo. Parece que se comió un perico.

Por su hermano mayor, es fan de Maroon V y de Imagine Dragons; los Jóvenes Titanes en acción le hacen la tarde, y en particular nos gusta ver juntos Gravity Falls. Ya leyó, como su hermano, el Diario de Greg y, en estos días, anda con Viaje al centro de la tierra.

También nos gusta ver juntos la serie de Rocky, del ‘tío Rocky’, como le decimos en casa, y de Terminator. Lo suyo, lo suyo, es la acción.

Íker Raúl cumplió 10 años el 22 de julio. Una caja de sorpresas, para hacer una guerra de nieve con mamá; para construir un cohete y una flota de aviones con popotes; un experimento de decoloración y pintura con sal, fue parte de la fiesta. Además, claro, de las mañanitas entonadas por sus amigos, a través de una webinar.

Dice, emocionado, que lo bueno es que ya van a empezar las clases. No le preocupa el encierro.

Emanuel, 3 años

A esta cuarentena le agradezco los días con Sebastián y con Raúl, pero más con Emanuel.

No puedo decir que su llegada fue una inesperada sorpresa, sino que llegó dos años después de lo esperado, que no es lo mismo, pero es igual. Lo bueno es que llegó.

El año pasado ingresó a maternal. El llanto por dejar a mamá se prolongaba una buena parte de la mañana, nos contaban sus maestras. Todo era parte de esa estrategia de desapego que cada niño debe tener, nos explicaban.

El plan iba bien, el llanto matutino era cada vez menos, casi desapareció, hasta que llegaron la vacaciones de diciembre de 2019. En enero hubo que empezar de nuevo. Y es que Emanuel es inseparable de Gaby.

Y entonces llegó la pandemia, y adiós al desapego.

Pero bienvenidas sus primeras palabras, esas que miss Vero aseguraba que existían, y que en casa no escuchábamos.

Nuevamente “papá” fue la primera, pero la primera frase articulada fue “mami inda”, “hanos”, por hermanos; “prrr” es Raúl; “Tatán” es Sebastián, y se emociona de ver al “ío ego”, el tío Diego.

Le gusta jugar al “ton”, al gol, con su “popota joja”, no necesita mucha traducción. Canta completas las canciones de “Pimpón” y el “Wisi Wisi araña”.

También cuenta la historia de cómo una cucaracha estaba en el patio, la mascota de la casa, Tera, iba por ella, pero llegó un pájaro y se la llevó en su pico, y el perro se quedó triste. Palabras más, palabras menos: “una tuta en patio, ave llevó pitito, voló, y gua-gua está tiste”.

Y nos hemos creado una actividad sólo de nosotros, me ayuda a preparar mi café con sus respectivas cucharadas de azúcar y café soluble; con una pequeña cantidad extra de cada ingrediente. Lo que antes llamábamos “pilón”, Emanuel y yo le llamamos “chirris”.

Ahora, todas las mañanas y cuando empieza a caer la tarde, se acerca y me pregunta “¿papá, chiyis?”, y me tomo el café más delicioso del día.

Emanuel cumplió 3 años el 3 de julio. Un inflable en el patio, un pastel con motivos de Woody y Buzz de Toy Story, y fue feliz. En este caso, mamá fue quien vio frustrado el festejo con la presentación en la Iglesia y la reunión con los amiguitos del niño. Ya será para mejor ocasión.

Una tarde, Gaby, quien es la encargada de ir a hacer las compras de la despensa, preguntó: “¿Chicos, voy a hacer el súper, se les ofrece algo?”, Sebastián fue el único en responder: “Sí, má, un cepillo para lavar mamilas, con el que está ya no puedo lavar bien las mamilas de mi hermano”. Entendimos que vamos, parece, haciendo bien las cosas.

Acerca del autor

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David Vicenteño

A David Vicenteño no le gusta describirse en perfiles. Esa tarea se la deja al Chikent. Tiene 27 años como reportero, 29 si se cuenta su servicio social en la Agencia Mexicana de Noticias, Notimex, y su paso por la revista Microempresa, de Guillermo Velasco Arzac. En mayo de 1993 llegó al taller para ingresar y ser fundador del periódico Reforma, en donde trabajó 13 años y medio.
Una mala jugada de su jefe, omite el nombre, pero muchos saben quién es, lo hizo renunciar en marzo de 2007.
En abril de ese año ingresó a Grupo Imagen/Excélsior en donde sigue realizando su trabajo, con gusto y emoción.
No se arrepiente haber roto la ilusión de su madre, quien no tuvo un hijo doctor. Ahora está casado y tiene tres hijos. Adora la Ciudad de México y espera volver a caminar por sus calles sin miedo a un virus. A la inseguridad no le teme, hace más de 20 años que no lo asaltan. Aunque sí, una vez lo amenazaron, y muy feo, por su trabajo.

1 comentario

  • Excelente inauguración de Papás en cuarentena, felicidades David, me encanta la narrativa de los momentos nuevos que se están dando en familia, pues había muchas cosas de las que éramos ajenos por la manera en que vivíamos.

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