Este año, 2020 inició como cualquier otro, con grandes deseos para los que más amamos, con ímpetu y con innumerables proyectos, y de pronto, la sorpresiva aparición de un virus llegó a transformar nuestros estilos de vida y a terminar un ciclo.
Sin embargo, es un excelente ejemplo de que, hasta lo más cotidiano y rutinario a nivel mundial, puede cambiarse vertiginosamente, para generar nuevos comportamientos de un día para otro.
Las personas hemos experimentado una mezcla acelerada de sentimientos y sensaciones; miedo, incertidumbre, confusión, dolor, enojo, y brota el instinto de supervivencia, definitivamente, todos debemos pasar por este duelo, pues se terminó la manera en que solíamos vivir.
En experiencia propia les cuento que he tenido que enfrentarme a distintos roles, desde el papel de ser referí, hasta instructora Tsen, para que podamos equilibrar todas las energías en casa y mediar los tratos, las caras, voces y tonos, para que no lastimes a los que más amas: tu familia., por lo que ha sido un aprendizaje nuevo y la mejor manera de probar mi paciencia y amor.
A pesar de todo, como mamá, ahora puedo decir que esta nueva rutina ha sido maravillosa pues, estamos lejos del bullicio, de las carreras de todos los días, iniciando actividades a las cinco de la mañana para preparar a la familia al inicio de actividades, desayunos, lunches, escuela, trabajo, logística de recoger hijos, comida, casa, horarios, actividades extras, trabajo, trabajo, trabajo… Tareas, amigos, compromisos, preparativos para el día siguiente, trabajo, trabajo, trabajo… Y descansar aproximadamente hasta las doce de la noche y a la mañana siguiente, de nuevo, el mismo estrés y acelere una y otra vez, y esto por cuatro, pues cada uno tiene ya sus actividades diferentes, ¡oh Dios! La verdad, hoy reflexiono y no sé cómo lo he hecho.
Nosotros mismos nos fuimos saturando de actividades y compromisos, que de un momento a otro se redujo a estar en casa, conocer a mi familia y ¡aprender de cada uno!
Hoy, en este tiempo, nos disfrutamos e inventamos la mejor manera de convivir y disfrutarnos sanos en casa, no hay carreras, ni la preocupación constante de: ¿a qué hora saldrá mi esposo del trabajo?, ¿habrá comido?, ¿dónde y a qué hora? Si mis hijos se van de fiesta, ¿estarán bien?, si yo debo coordinar horarios para poder salir con mis amigas o si mi esposo sale con sus amigos. ¡Qué diferente es hoy! Todos estamos en casa, resguardados y nuestra más grande preocupación es recibir los víveres, desinfectarlos de la manera correcta y que los abuelos también reciban los suyos en la puerta de sus casas.
Esto ha servido para que nos diéramos cuenta que debíamos llevar las cosas con mayor calma, que la movilidad, el acelere, y consumismo que teníamos eran ya exagerados, la pausa que nos pusieron a todos a nivel mundial, cualquiera que haya sido la situación o provocación, hasta nuestro planeta lo necesitaba. Ya que el respiro que necesitábamos era general.
No me queda más que agradecer por la lección de cambiar y renovarnos, recibiendo lo aprendido para poder transformarnos a nuestro nuevo estilo de vida, pues lo primero y más importante es, el tener vida.
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