Han transcurrido dos años desde el asesinato de Joselín, una joven de 18 años secuestrada, violada y destripada al interior de una carnicería en Ecatepec, -uno de los municipios más peligrosos en México y el más peligroso para las mujeres, de acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio-.
Eran las 9 de la mañana, a tan solo 200 metros de su casa. Ella, solo salía de compras a la tienda. Este crimen, se había cometido en un contexto improbable: no eran las 12 de la noche, no en un callejón oscuro; lo habría perpetrado un sujeto de 28 años, trabajador de la carnicería, un hombre previamente acusado de intentar asesinar a su madre.
Días después de su desaparición, junto a la carnicería, familiares y amigos pegarían un cartel con su foto y el siguiente mensaje: “Persona no localizada, ayúdanos a encontrarla”. Nadie sabía que detrás de aquella cartulina, estaba el cadáver de Joselín.
La antropóloga feminista Rita Segato enuncia: “se trata de una guerra contra el cuerpo de las mujeres. Es en Él que la guerra se hace.”
Para Coral Herrera, es un tema tan grave, que se podría comparar con el Holocausto: un exterminio sistemático de las mujeres con determinadas características físicas, sociales y económicas: un Holocausto feminicida.
México, país en el que se ha incrementado en 150 por ciento los feminicidios en los últimos cuatro años.
México, uno de los peores países para una mujer. Ocupamos el lugar 60 de 80 del US News & World Report de 2019.
Cuerpos que no importan
Hace poco tuve la oportunidad de conversar con Fredy, un periodista neoyorkino. Sus abuelos habrían migrado a Estados Unidos en aquel periodo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial: huían del fascismo.
En la charla surgió naturalmente el tema del supremacismo blanco: “El hombre blanco, heterosexual, protestante, se erige como ser superior sobre todas las personas.” Hubo un silencio, una pausa para digerir lo que todos sabemos, aquello que hemos verificado una y otra vez en las noticias.
Me dijo: “hay cuerpos que importan, y otros que no”, o como diría Rita Segato: estamos en un momento de la pedagogía de la crueldad. Este sistema se sostiene desde el señorío y la impunidad.
Segato considera que el feminicidio debe considerarse “un crimen del poder, de la dominación y de la impunidad”.
La pedagogía de crueldad nos acostumbra a vivir con el sufrimiento del otro, con la devastación de sus cuerpos. Actualmente hay bajos niveles de empatía, al punto de no sentir el dolor del otro/a.
Es un mundo de individuos encapsulados. Como decía Hannah Arendt: en los preámbulos del nazismo, los alemanes no estaban solos, estaban aislados, vulnerables, controlados. Esto forma bajos niveles de empatía, de vínculo, de sensibilidad… Y eso, hoy, no podemos permitirlo más.
Un día histórico: la tarde del viernes 16 de agosto…
Aquel viernes por la tarde, mujeres jóvenes de la Ciudad de México y otras entidades dijeron: ¡¡Basta!! Desplegaron diamantina rosa, gritaron una verdad que a muchos no les gusta escuchar: ¡Nos están matando!
Este grito de libertad incendió las redes sociales: unos cuántos medios se sumaron a la protesta; otros, echaban leña al fuego criminalizándolas.
La forma en la que, algunos medios explotan como un espectáculo el sufrimiento humano o bien, criminalizan protestas como la del 16 de agosto, afecta la posibilidad de apoyar otros relatos: en este caso, el de las mujeres jóvenes, quienes con sus cuerpos imponentes, libres y autónomos, han derribado el miedo, la impotencia y la exclusión intervenir en el espacio público.
Cuando el cuerpo es el mensaje mismo…
Sus cuerpos son el mensaje, sus cuerpos hablan de libertad, de respeto. Sus cuerpos vivos y libres se rebelan, se oponen a la crueldad de las violencias.
Por una tarde, desafían a la impunidad y el cerco que ha impuesto el silencio y el miedo a transitar por las calles.
Por unas horas, cantan, lloran, ríen, gritan… intervienen el espacio público, se abrazan, se apoyan unas a las otras, desafían el statu quo arquitectónico -basta con leer las notas sobre las pintas al Ángel de la Independencia- lo colorean… Algunas le llaman catarsis; otras, poesía…
Se ha comprobado: en contextos de estrés, violencia, impunidad y pobreza, los índices de enfermedades físicas y emocionales se incrementan.
Y en países como México, estas cifras se cruzan con el tema de la desigualdad económica. Uno de las constantes al entrevistar a expertas/os en diversos campos de salud pública, es el gran desafío que implicará revertir estas violencias.
Ante la pregunta: ¿cómo podremos rehacernos socialmente?, una constante de los expertos es la siguiente: para reconstruir los lazos, hace falta restaurarlos; hacer comunidad, juntarse con los otros/as para organizarse y tender puentes.
Presenciamos una ruptura generacional, un cambio de paradigma en el que hay otras formas de comprensión y expresión del feminismo.
Sería interesante que pudiéramos aportar a este cambio de paradigma que presenciamos, y apoyar a la causa de estas jóvenes que salieron valientemente a las calles a luchar por la vida de todas.
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