Vamos a detenernos, hacer una pausa: Esto se complica, va muy rápido. Necesito información. Que alguien me diga por favor que voy bien. Un poco de certezas me vendrían bien.
Desde hace algunos años, coincidentemente desde que entró en la adolescencia me siento así. Parece que empezó a correr por la vida y no logro seguirle el paso. Dicen, “los que saben” “que siempre debemos ir un paso adelante que nuestros hijos”, pero la realidad es que con ella no aplica y la que me descubre el mundo con un montón de matices que yo no conocía es ella. En su mundo de redes sociales, de amigas, amigos, amigues, ella respetuosa de la diversidades de género, sexuales, de cuerpos, y personalidades; ella supervisora y jueza de lo que decimos y cómo lo decimos, de los roles que asumimos de manera tradicional en el núcleo familiar y de las actitudes machistas que identifica y dice que fomentamos.
Y nos hace replantear nuestros hábitos, normalidades y resquicios de prejuicios, aun cuando pensábamos no tenerlos; ella, amable con los demás, pero tan severa conmigo, pero sobre todo con ella cuando se derrumba frente al espejo y entonces se vuelve tan frágil que al menor comentario rompe en llanto y me pide que no opine, pero que la escuche, que no la invada pero que la acompañe, y entonces me pongo a sortear la maraña de estados de ánimo donde duda de todas sus fortalezas, y digo duda por que sé que es fuerte, inteligente incluso podría decir que es sabia, pero ella aún no lo sabe, aún así, intento guiarla pero sobre todo acompañarla, tratando de quedarme en la delgada línea que separa el cuidado, de la sobreprotección y que mis miedos no sean los de ella y no la limiten, pero sobre todo no le quiten triunfos personales, aunque sean pequeños, confiando en que la estoy preparando para lograr sus propias victorias, tratando de impulsarla para que puedas ir tras aquello que se proponga y que el miedo nunca en ninguna circunstancia de su vida la paralice y sin embargo no tema equivocarse.
Y así pasan los días, y parece que siempre estamos en los contrastes y aunque sí, a veces es agotador afortunadamente y en el fondo seguimos estando de acuerdo, aunque se encierre en su cuarto y espere que me vaya para seguir su plática por teléfono. Y sus intereses y diversiones ahora se dan más fuera de casa, con otras personas en otros espacios que no incluyen a su familia. Para mi ha sido todo un logro acompañarla a ese ritmo y saber que al final del día, sentadas en la cocina, me pondrá al día de mucho de lo que la inquieta, le gusta, le molesta, consolidando nuestro pacto de amor y confianza, porque al final, ella sigue siendo mi Victoria.
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