Mientras trato de organizar una casa que lleva meses sin lograr el orden que teníamos antes del confinamiento social, reflexiono sobre qué opciones tienen los niños para aprender a vivir en la nueva presencialidad. Más allá de obligarlos a usar el cubrebocas y tratar de explicarles, una y otra vez, que el coronavirus es tan diminuto que no lo podemos ver y que por eso pasamos del semáforo epidemiológico verde al amarillo, francamente, no encuentro una manera más suave de decirles que la reapertura de las escuelas está lejos de ser aquello que ellos recuerdan.
No sé qué signifique el que los niños hayan dejado de preguntar ¿cuándo se acabará la pandemia?, pero noto que este verano será significativamente más retador de lo que fue el del año pasado cuando recién iniciaba el confinamiento, cuando todo el tiempo en familia era lo “diferente”.
Sin embargo, ahora lo distinto es que deben acudir con cubrebocas e intentar no quitárselo mientras estén con sus pares y sus maestros. Lo más complicado es explicarles a otras familias que la pandemia aún no ha terminado y que las variantes o nuevas cepas del coronavirus son las que nos obligan a seguir manteniendo medidas sanitarias, en tanto la mayoría de la población logra vacunarse, incluidos los niños.
Las autoridades han manejado que 1 de cada 3 adultos en México ya están vacunados. Son esos 2 no vacunados los que marcan el “alto riesgo” de que sigan los contagios. Además de que los ya vacunados no se den cuenta de que están contagiados y sigan esparciendo el bicho.
Las familias, especialmente las madres (ya sea que trabajen en un empleo remunerado o se dediquen a los cuidados no remunerados) somos quienes hemos tenido el panorama más agotador. Hartas de que la sala de la casa parezca un salón de escuela que al inicio de la pandemia estaba muy bien montado, pero que conforme pasaron los meses, dejamos de actualizarlo. No por falta de ganas sino por cansancio físico y mental.
Aquí en Salud Primero, al inicio del confinamiento, contaba para Mamás en Cuarentena que la rutina es necesaria para cualquier cerebro y más para los que están en formación, como son los de los niños. Hace más de un año, contaba que era importante tener disciplina diaria familiar, incluso para poner la mesa. La rutina le da certezas a nuestro cerebro.
Sin embargo, conforme han pasado los meses, algunos niños se ensimismaron en el juego solitario. Ese juego es muy saludable, pero ya no lo es tanto cuando lo practican todo el día. Al final, los padres no podemos ser proveedores de todo lo que necesitan durante las 24 horas del día. Aunque designamos en la casa un espacio para ellos, ya son 16 meses con las escuelas cerradas. Y los que faltan.
El ciclo escolar se reanuda en la última semana de agosto y regresarán a una presencialidad distinta. Regresarán a la “nueva normalidad” de la escuela híbrida. Algunos días presenciales —con dos metros de por medio entre sus compañeros y maestros— y otros, en la sala de la casa.
Más allá de obligarlos a levantarse temprano y regresar a una aula a escuchar una clase aburridísima —cuando saben que en YouTube aprenden más—, no escucho propuestas de cómo lograremos que los niños reaprendan la disciplina que se perdió por el encierro.
Estoy convencida de que en el arte y en el deporte podríamos encontrar esa “disciplina” diaria que necesitan asimilar nuevamente a sus vidas, pero de manera lúdica. Precisamente por eso se llaman “disciplinas artísticas” y “disciplinas deportivas”, porque lo que hace a un gran guitarrista es que a diario practica. Lo que hace a un gran atleta es que entrena todos los días.
Las neurociencias también nos han enseñado que un currículum educativo que tenga como pilares la música, la gimnasia y las artes plásticas es mucho más efectivo que los métodos tradicionales. Esto porque las carreteras neuronales que se construyen a través de esas disciplinas son las mismas que se necesitan para desarrollar habilidades intelectuales.
¿Esto lo están viendo las escuelas? ¿Lo han pensado los maestros? Llevo varios meses pensando si es que los niños regresarán a una “nueva normalidad” donde la clase de Educación Física será otra vez la clase de relleno. Regresarán a esa clase de música, una vez por semana, con la misma flauta dulce que por cierto ahora estará prohibida porque los instrumentos de viento no deben utilizarse para evitar propagar el coronavirus.
A esa “nueva normalidad” no le veo nada de nueva.
Dejar un comentario