Me estrené como mamá a finales de enero. Vivía en Roma y recién salida del hospital no pude hacer la cuarentena ‘obligatoria’ para recuperarme de una cesárea de emergencia, pues tenía que encargarme personalmente de toda la documentación de mi pequeña. Ahí comprobé que además de mi bebé, la burocracia también nació en Italia.
Nos encontrábamos bien de salud, aunque con muchas molestias de la cirugía y me volví adicta durante dos semanas al paracetamol. Definitivamente mi pequeña me dio la fuerza de salir cada día de casa, durante más de un mes a realizar trámites para que en un futuro inmediato pudiéramos regresar a vivir a México las dos juntas y reunirnos con la familia. Yo ya llevaba más de doce años viviendo en Italia sola.
Ella era mi sueño más anhelado en mi vida y agradezco a la vida que me la haya mandado, así que convencí a mi madre, quien vive en México, de venir y quedarse en Italia algunos meses para que me ayudara en esta nueva aventura. Mi padre no puso peros porque era para una buena causa… lo que nunca imaginamos fue lo que vendría después y que terminarían siendo casi 9 meses juntas.
Entre los trámites más importantes que tenía que hacer estaba el pasaporte y el permiso de estancia italiano de ambas. Ambos trámites tardaban alrededor de un mes. Justo tres días antes del encierro en Roma, logré tramitar ambos, por lo que lo único que me restaba era esperar.
El encierro también coincidió con la visita de mi ahijada, quien venía por tres semanas a conocer Roma y de alguna manera para ayudarme en lo que se pudiera durante ese tiempo.
Habían pasado solo tres días de su llegada, cuando confinaron todo Italia y tanto yo como mi familia entramos en un grande estrés cuando la aerolínea nos avisó que todos los vuelos estaban cancelados hasta nuevo aviso. Así que mi ahijada y mi madre quedaron atrapadas. Y de la noche a la mañana, nos encontrábamos tres adultas y una recién nacida viviendo en un departamento de 35 metros cuadrados…
Empezamos con la idea de que serían tres semanas, pero cuando vimos que el número de infectados crecía considerablemente día a día, comenzamos a preocuparnos muy en serio.
Fue entonces que el encierro me devolvió lo que me había perdido: la cuarentena postparto. Fue muy bonito ver como mi bebé se iba abriendo al mundo.
A decir verdad, desde sus días en el hospital, mi bebé fue considerada como muy observadora, pero en esta situación pude estar ahí para poder amamantar cuanto podía, dormirla cada noche en mi pecho, contemplarla al amanecer, adaptarme a sus tiempos y lo que siempre disfruté: dormirla en mi pecho por las mañanas. Me decían que los bebes crecen rápido, y mi madre decía que la estaba acostumbrando demasiado a los brazos.
Pero quería hacerlo y más bien la pregunta era ¿por qué no hacerlo? Era mi bebé, encerradas en un departamento tan pequeño sin posibilidad de salir a dar la vuelta o socializar. Creo que era lo mínimo que podía hacer: apapacharla y amarla, también conocernos con lujo de detalles día con día.
Ha sido hermoso provocar su primera carcajada, disfrutar sus tiernos balbuceos que duraron tan solo una semana, presenciar su primera vuelta, bañarla todos los días, jugar a las muñecas al vestirla, cantarle por las noches, ir descubriendo el color de sus ojos, superar su primera vacuna, cortarle sus diminutas uñas y fomentar ese apego que debe de existir entre padres e hijos.
En esos días de encierro, también traté de corregir los errores que tuve durante los primeros días de lactancia pero creo que fue demasiado tarde, pues aunque mejoró un poquito, espero hacer las paces con el tema algún día.
Confieso que no fue para nada fácil la convivencia entre tres adultas de tres generaciones diferentes, con diferentes gustos, costumbres y formas de pensar… Naturalmente en un espacio tan pequeño cada una opinaba, para bien y para mal, en los hábitos que poco a poco fui adquiriendo en mi nuevo rol de mamá… Comencé a darme cuenta en lo delgada que puede ser la línea que se te separa del papel de hija, y defender tu nuevo papel de mamá, y creer que todo lo que estás haciendo es lo correcto y lo mejor que puedes ofrecerle a esa pequeña persona que se vuelve tu mundo.
Las tres primeras semanas fueron fáciles, las tomamos como vacaciones, nos levantábamos tarde, jugábamos a las cartas, hacíamos nuestro propio pan, limpiamos la casa a conciencia, pero cuando se fue alargando, se rompió esa magia.
La decisión de regresar a México estaba tomada y yo debía empezar a empacar mis cajas para enviarlas por barco, tenía que seguir resolviendo en modo remoto algunos trámites pendientes, empezaba con las primeras vacunas, me ocupaba del supermercado y tenía que lidiar con dos adultas que habían venido de visita en casa (una con actitud de adolescente y otra con la mente en México y los problemas que se vivían en ese momento), pero ambas añorando la familia, el clima cálido y sobretodo la comida.
Traté de proponer una rutina con ejercicio físico incluido, pero no fue bien aceptada.
Yo decidí encerrarme más en mi maternidad. Después de un mes retomé la búsqueda de algunos apoyos en lactancia que necesitaba. Esto fue el punto de partida para concentrarme en mis ideas, así como reforzar la confianza en mí misma y mi nueva actitud como mamá defendiendo mis decisiones. Esta es una de las cosas más importantes que me ha dejado la pandemia: cerrar las orejas y seguir adelante con mis decisiones.
Así entre risas, discusiones, llantos y pequeñas crisis pasaron 10 semanas. Terminé de armar las cajas que se irían por barco. Sólo esperaba que la aerolínea me confirmara el vuelo y en medio de esta pandemia, decidí repatriarme para darle a mi hermosa hija una vida serena, rodeada de amor, cariño y un futuro más cierto.
Ahora que me encuentro de regreso en México, llego para encerrarme una vez más por tiempo indefinido, pues mientras en Italia parece que la crisis está pasando, en mi país está fuera de control.
La diferencia es que finalmente tengo mi propio espacio, tengo el apoyo moral de mi familia y me siento rodeada de mucho amor, así que todo lo vivido durante la cuarentena en Italia, desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Ahora sí puedo dedicarme al cien por ciento a mi bebé para comenzar una nueva vida juntas.
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