Mamás en cuarentena

En espera de mi bebé en medio de la pandemia

Escrito por Lizbeth Diego

Embarazada de 28 semanas y llena de incertidumbres

Y empezamos a enfermar… No en lo individual sino en lo colectivo, como especie, sin mucho conocimiento de lo que pasaba, resultando un nuevo virus bautizado como COVID-19, pero sucedía en China, tan lejos de nosotros, así que ¿por qué sentirnos amenazados? Ni en la década de los noventa con la gripe aviar, ni hace once años con la gripe A (H1N1) nuestros estilos de vida cambiaron, a pesar de los casos confirmados y fallecimientos en México.

Y sin embargo, diría Joaquín Sabina, en un “abrir y cerrar de ojos” estábamos confinados y llenos de miedo, ya no era China, también era Italia y España, y los escenarios de estos dos países eran desalentadores. Recuerdo bien que para el fin de semana largo, del 14 al 16 de marzo, establecido a propósito del natalicio de Benito Juárez, eran más o menos 25 casos confirmados y la Secretaría de Educación Pública (SEP) decidió “adelantar” las vacaciones de Semana Santa y aplicar filtros en las escuelas por el coronavirus.

En mi caso, mi esposo y yo, decidimos no enviar a nuestra hija de seis años a la escuela a partir del 17 de marzo, es decir una semana antes del anuncio oficial ¿por qué? Porque había pasado un fin de semana largo donde muchos aprovecharon para viajar a playas o lugares concurridos, no había claridad en las acciones del gobierno y mi prima que vive cerca de Madrid, así como una amiga que está en la región de Lombardía, me hicieron comprender que esto era serio…

I.

En un principio, las rutinas y los horarios desparecieron, era como tomar vacaciones antes de tiempo y hacer todos los pendientes de casa, yo con un embarazo de 17 semanas hasta me resultaba un poco relajante esos días, no habría que correr por la natación, el ballet, las tareas, hasta pensábamos viajar a la casa de mi madre, en Morelos (a hora y media de la Ciudad de México) a pasar algunos días y disfrutar de la piscina y los días soleados, así que a pesar de los noticieros e información de mis dos conocidas europeas, mi vida seguía muy “normal”.

Pero mientras los días transcurrían, los casos se incrementaban, y yo como parte de uno de los grupos vulnerables, cancelé mi viaje, dejé de ir a la compra y de salir definitivamente. Los días relajados desaparecieron, ya no era tan divertido que mi hija despertara a la hora que quisiera porque por las noches ya no quería dormir. Me convertí como todas, en una madre 24/7, sin espacios y tiempo propios, no importa si trabajas o no, debes cubrir las necesidades del día de tus hijos, no hay escuela, no actividad extraescolar o parque que te dé respiro… Los niños, mientras más pequeños, son más demandantes, son movimiento, energía. Y caes en la cuenta de la importancia de las rutinas y hábitos a esa edad.

Las escuelas después de tres semanas y del primer aplazamiento para regresar a clases, empezaron a tomar medidas para que desde casa se cubrieran los contenidos programados, se implementaron clases virtuales mediante diversas plataformas y el envío de evidencias por correo electrónico, y todo ese trabajo adicional, en la mayoría de los casos, ha recaído en nosotras, las mamás, pero sorpresa carecemos de metodología, didáctica, paciencia y recursos para enseñar a nuestros hijos, queremos que aprendan desde nuestra posición de adultos, “rápido y a la primera” porque hay mil cosas más que atender.

Si de por sí, ejercer la maternidad resulta agotador por todos esos sentimientos ambivalentes que nos invaden a las madres cuando debemos asumir decisiones, retos o renuncias en pro de una “mejor” crianza para nuestros hijos, en tiempos de COVID, con un confinamiento obligado, han resultado… ¿devastador? ¿doloroso? ¿indolente? O bien, ¿divertido? ¿inspirador? ¿creativo?

Pues un poco de todo, en estos setenta y tantos días ha habido de todo, días llenos de emoción y creatividad, mi hija se acercó al arte a través de mis ojos, conoció a Picasso y a los impresionistas; pero también hemos tenido días pésimos donde es evidente que ella extraña a sus amigos, sus actividades, donde he sido la peor acompañante en una tarea escolar; noches de bombones, mañanas accidentadas llenas de gritos, tardes soleadas con una alberca inflable, una cocina llena de pan, donas o pizza; y otros donde he llorado porque no puedo hacerle entender que estoy cansada, que la barriga ya me pesa y que sólo deseo que se bañe o duerma sin protestar porque la casa es un desastre.

Reconozco que en más de una ocasión añoro mis días de soledad en casa, mi tiempo, los días de súper o de café, pero también estoy agradecida por tener a mi hija y estar embarazada de otra, y a pesar de mirar la vida exterior a través del internet y no poder salir, tengo lo suficiente para vivir bien y compartirlo con ellas; de hecho en ocasiones me siento culpable porque sé que no todas las madres de mi país pueden decir lo mismo, ya sea por economía, por trabajos absorbentes (que desde casa se volvieron más indolentes), por cuestiones emocionales o de violencia intrafamiliar, que el encierro ha encrudecido.

 II.

Embarazada de 28 semanas, con la incertidumbre de que esto no acaba, estamos en la fase 3 y parece que llegaremos a la siguiente. Mi ginecóloga me ha dicho “no importa si deciden que en junio se reactiven varias actividades (vivo en la segunda entidad federativa con mayor número de contagios), tú debes procurar continuar en cuarentena hasta que nazca la bebé”, quien está programada a partir de la primera semana de agosto. Por cierto, por protocolo deberé hacerme la prueba de COVID una semana antes del parto para descartar no ser una “mamá asintomática” y garantizar su salud.

Así que nadie de mi círculo cercano ha visto como mi vientre ha crecido, después de las 12 semanas anuncié mi embarazo y al poco tiempo, no volví a ver a nadie, ni a mis hermanos, amigas, mamá. No habrá baby shower, no he comprado nada.

Es terrible no poder compartir, no abrazar y no dejar que te mimen aquellos que amas o te aman. Un domingo por la mañana lloraba porque mi hija mayor estaba sumamente irritable y yo me sentía impotente, a punto de una crisis de ansiedad, extrañaba salir. Cuando mi esposo regresó del mercado, intentó consolarme pero me dijo “lo siento no te puedo abrazar hasta que me bañe”, así que nos quedamos con las ganas de ese abrazo.

Entonces, ¿Qué pasará cuando nazca la bebé? ¿Podrán visitarme al hospital? ¿Desearé que me visiten? ¿Quién podrá abrazarla? ¿Cómo les diré que no la besen? Como negarle a mi hija el contacto físico, lo más importante para un recién nacido, pero ¿Cómo no tener miedo? ¿Cómo sé que han sido responsables con todas las recomendaciones para evitar ser contagiados? ¿En agosto ya habrá pasado el peligro? Evidentemente no.

Al día de hoy (29 de mayo), según la estadística oficial, hay 81,400 confirmados; 36,131 sospechosos; 9,044 defunciones, que van de los 0 a los 95 años de edad (cifras que cualquier trabajador de salud te dicen que no son las reales, que hay más de lo que se reporta).

Por lo que, mientras vivo mi embarazo en la intimidad de mi casa, esas cifras rondan por mi cabeza y me hacen reflexionar lo que hemos perdido, lo vulnerable que somos, las experiencias que nuestros hijos jamás recuperarán, los retos a los que las mamás nos enfrentamos para hacer de este momento, tiempo para crecer y mejorar vínculos, para cambiar la lista de nuestras prioridades, para hacer conciencia de sí estamos en el trabajo o en la relación correcta; para reivindicar nuestra posición pero también para repensar como ejercemos la maternidad, y no dejar que esos clichés de “madres perfectas con hijos perfectos” que invade de imágenes fragmentadas las redes sociales, donde todo resulta divertido e idealizado, nos intimiden ante lo que cada una vive en casa.

Porque estar las 24 horas del día, los 7 días de la semana, con mi hija, durante un poco más de dos meses, me obligó a reconocer con honestidad y sensibilidad el dolor que implica criar/formar a otra persona, que en más de una ocasión -escribiría Rosario Castellanos- ocupará un lugar que era tu lugar, existiendo a deshora, haciéndote partir en dos cada bocado.[i]


[i] Parafraseando el poema Se habla de Gabriel.

Acerca del autor

Lizbeth Diego

Madre mexicana de tiempo completo, apasionada por los libros y
la comida. Egresada de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán,
de la licenciatura Periodismo y Comunicación Colectiva (2002),
UNAM. Trabajé durante 13 años en la Policía Federal mexicana, en
las áreas de transparencia y acceso a la información pública.

1 comentario

  • Lizbeth Diego, no pude evitar irme a mi embarazo cuando la panza me pesaba, me agotaba, me cansaba, y todo lo que pasas ahora, pese a todo y con todo. Sigue disfrutándolo mucho. Leerte me recordó a Amparo Ochoa, con ese bello disco “Mujer” . Y en esa referencia que haces de Rosario Castellanos, me llevó a “Mujer que sabe latín” y quizá como dices criar/formar a un hijo lleve un poco de dolor y aunque a veces seamos “las mamás mas feas del mundo”, también somos “bellas damas sin piedad” y ante todo, no debemos olvidar, reírnos, pues como decía Castellanos, es la risa el primer testimonio de libertad. Felicidades por esa bebé en llegar y por la que ya te enseña a ser todo y más.

Leave a Reply to Lupita Avilés X