Pese a todo, los días han transcurrido muy rápido; al principio pensé que, entre el temor, y la cada vez más desesperante escasez de ideas para hacer más llevadera a mi hija esta etapa, serían días largos y no, en realidad no puedo creer que ya hayan pasado casi dos meses. Aunque sí la paciencia, normal en una pequeña de cinco años, se agota. Me preocupa mucho no saber encauzar sus propios temores, sus propias dudas y sentimientos entre miedo, enojo, impaciencia… me inquieta no saberla contener y sí… sintiéndome muy culpable debo decir que de pronto he explotado… pero, afortunadamente, la razón y el amor me regresan a la tierra…
Y es que, cómo le explicas a una niña tan chiquita que no puede ir a la escuela, que tiene que ver a sus amig@s y a su maestra a través de una pantalla; que no puede ir al parque; que no puede visitar a sus cariños… “al menos que me visiten mamá, que vengan mis amiguit@s…”, ufff me parte el corazón…
Me angustia ella, pero me angustio yo también… porque le hago falta… porque estos días, claro que la he ido conociendo más, eso es invaluable y sí, es de lo poco bueno, buenísimo que nos deja esta crisis… Hoy como nunca me veo en ella: mis gestos, mis actitudes, mis reacciones… lo que me gusta y lo que no me gusta, claro, ahí está…
Los juegos a los que no prestaba demasiada atención, ahora me revelan cómo va su formación, el manejo de su carácter, su forma de socializar; su gusto por la cocina… y la comida… su cuidado en los juguetes, su memoria para saber quién le regaló qué y por qué tienen un valor sentimental importante….
…Odia que trabaje, odia mi celular, odia que no pueda estar disponible para jugar con ella cuando quiere hacerlo…. odia esperar… “Ya no me gusta esta familia”, me ha dicho un día… ufffff tristemente nunca lo olvidaré… y más vale que no lo haga porque tengo tanto qué asimilar de lo aprendido estos días… por ella, por mí, por nuestra convivencia…. Porque para mí lo más importante es que tenga paz, seguridad, que su hogar sea siempre su puerto y lo que le explique (ojalá que para bien) su origen y formación….
Son tiempos difíciles, porque esto no se trata solo de ella, se trata de trabajar, claro, y también de tener limpia la casa, y de procurar que ella coma bien, sano; de dormir tarde para cocinar lo del siguiente día, de levantarme muy temprano para que me dé tiempo de prepararle el desayuno y lo que sea necesario para que tome sus clases a distancia, revisar lo que le dejan de tarea y ponerle ejercicios, pero no, no estoy haciéndolo tal cual las indicaciones del colegio, porque no me da la vida, pero hace los ejercicios escolares en la práctica de su cotidianidad….
Hay tanto que siento que le quedo a deber… Me preocupa salir de esta etapa con ese sentimiento… Quisiera poderle compensar la paciencia… la comprensión, la solidaridad de estar callada, casi siempre, cuando tengo juntas; sus gestos de: “¿Ya vas a terminar?” O sus acercamientos para decirme quedito: “¿Me puedo comer una manzana?”…
De mis mayores miedos hoy, es no estar… Hace unos días vi una película que me gustó mucho… “Ma-ma” y me encantó una parte donde una madre, en fase terminal de cáncer, le dice a su hijo lo importante que es creer en la vida; más allá de religiones, dioses y tal… creer en la vida, así, disfrutarla y ser en ella todo lo felices que podamos… acercarnos a lo que nos produce placer y alejarnos de lo que nos viene mal… no hacer daño…
Y así cada día en este confinamiento… agradeciendo al cosmos con conciencia y corazón que estamos bien… que Val sonríe, se carcajea y se enoja por un día más de aburrimiento, de mamá en computadora, en teléfono y lavando trastes… De intentar responder, con el mejor intento de explicación posible y con el mayor deseo, su pregunta recurrente: “Mami ¿cuándo se acabará este ‘conoravirus“?
Vayan pues estas reflexiones y este aprendizaje particular en el que seguro muchas mamás tenemos todo qué decir y en algún punto nuestras historias conectarán; así arrancamos este espacio para que mamás sigamos platicando sobre los hijos, la realidad y el amor… en tiempos de pandemia…
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