Confusión, ansiedad y agitación es lo que presentaba Augusta Deter, una paciente que le fue asignada al Dr. Alois Alzheimer en 1901. La mujer de 51 años, no podía conciliar el sueño, por lo que solía deambular de un lado a otro en la habitación donde permanecía hasta que por fin se acostaba a dormir. Sin embargo, otra particularidad era que no cubría su cuerpo con las cobijas, sino con las almohadas, sin que ella se percatara de su propia acción.
El caso le llegó al psiquiatra en el hospital donde laboraba en la ciudad de Frankfurt, Alemania. Augusta fue levada allí por su marido debido a que ya no podía cuidarla. De repente había comenzado a olvidar todo lo que se le decía; constantemente tenía delirios y durante la noche solía gritar y llorar.

Cuando el Dr. Alzheimer la comenzó a atender, se dio cuenta de que Augusta no podía escribir ni su nombre porque no lo recordaba y tampoco podía pronunciar el de su marido.
Durante sus más de cinco años de estancia en el Hospital Psiquiátrico de Frankfurt, la condición de Augusta empeoró pues cada vez eran más constantes las alucinaciones, la paranoia, la pérdida de memoria de corto plazo y su desorientación.
Una vez que falleció, el Dr. Alzheimer realizó una serie de estudios al cerebro de Augusta. El partía de la premisa de que el cerebro podía tener sus propias enfermedades por lo que se decidió a analizarlo y encontró modificaciones en el mismo, entre ellas, la reducción de su corteza cerebral y la presencia de placas, las cuales tienen terminaciones de neuronas degeneradas, lo cual sugería el origen de la enfermedad que aquejó a Augusta.
En 1906 se presentó este análisis en un congreso de psiquiatría y se sugirió que al padecimiento se le llamará enfermedad de Alzheimer, la cual, ha dejado de ser casos aislados para representar alrededor de 70 por ciento de los casos de demencia alrededor del mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los cuales, de acuerdo con Agustín Cid Torres de León, especialista en psicogeriatría por la UNAM, podrían significar alrededor de 74 millones de casos alrededor del mundo para 2030, y más de 131 millones para 2050.
En el caso de México, la prevalencia actual es de alrededor de 7 por ciento, lo que significa entre 800 mil y un millón de casos registrados al año, según datos analizados por Torres de León, quien también compartió que en países como Estados Unidos, el costo de la atención a este trastorno derivado de la falla en el balance de neurotransmisores en la corteza cerebral ya supera el billón de dólares y se duplicará para 2030.
En el caso de nuestro país, datos del Instituto de Evaluación y Métricas de Salud de la Universidad de Washington indican que hay 45.28 nuevos casos por cada 100 mil habitantes y 14.22 muertes asociadas a la enfermedad por el mismo número de habitantes.
El Alzheimer tiene diferentes etapas, la leve en la que se presentan fallas en la orientación y retención de información, y dificultades para la realización de actividades cotidianas, pasado por la moderada, en la que hay dificultad para nombrar objetos, fallas en la memoria reciente e incapacidad para organizar y planear, y una etapa grave en la que hay una alteración de la memoria y las percepciones, comportamiento agitado, incontinencia urinaria, dependencia para la realización de actividades y dificultades para la comunicación.
Para Alejandro Montiel, médico internista especializado en geriatría, uno de los grandes problemas con respecto al Alzheimer es su detección en etapas muy tardías, debido a que hay escasas oportunidades de atención y el desgaste social derivado de la situación tiene un alto impacto en quienes rodean a la persona con esta condición de salud. Por esa razón consideró que si bien es cierto que no hay cura para esta enfermedad, algunos tratamientos como el de memantina ayudan a detener el deterioro provocado por el transcurso del padecimiento, acompañándose de estrategias como el establecimiento de rutinas de comida, de juego, de actividad física y algunas otras que ayuden a reducir la desorganización en el cerebro.
Sumado al estímulo provocado por la escucha de música, la lectura y las actividades manuales, el ejercicio físico y la socialización constante.
Este 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, con el objetivo de analizar las problemáticas y pendientes en cuanto a la atención, diagnóstico y prevención de la enfermedad. A nivel global, la OMS, a través de la Organización Panamericana de la Salud, ha hecho un llamado bajo el título “Hablemos sobre demencia” para desmitificar a la demencia y hacer que las personas se involucren más en la temática.
Esto con la finalidad “erradicar el estigma y alentar a las personas a buscar más información, buscar asesoramiento, ayuda y apoyo”.
A propósito de la fecha, el equipo editorial de la revista británica The Lancet publicó un comentario para recordar que diversos estudios arrojaron que en alrededor de 35 por ciento de los casos de demencia, esta es prevenible o sus síntomas se pueden retardar de manera considerable.
De igual manera, especialistas de diferentes partes del mundo han hecho un llamado para que la atención al Alzheimer no sólo se centre en quienes viven con el, sino también en sus familias y quienes les cuidan, pues sufren un desgaste psicoemocional muy fuerte y no cuentan con los apoyos necesarios para sobrellevar la situación.
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