¿Sabes qué pasa por la mente de una madre cuando lee en un certificado de muerte fetal su nombre, y no el de su hija o hijo muerto? Es irónico, porque en esos momentos podrían sentirse “muertas en vida”… así es ese sentimiento de aflicción cuando una madre se queda con los brazos vacíos.
Cuando muere un bebé en etapa de gestación (después de las 13 semanas) o en el parto (cuando nace y no respira) se otorga un Certificado de Muerte Fetal, un documento indispensable para obtener el permiso de inhumación o cremación, de acuerdo con la Ley General de Salud.
En este sentido, existe (desafortunadamente) la práctica de no expedir certificados de muerte fetal sino hasta el quinto mes de embarazo, aproximadamente 20 semanas de gestación, por lo que los bebés fallecidos entre la semana 13 hasta la vigésima semana quedan sin certificado y, por lo tanto, sin posibilidad de inhumación. Los cuerpos de estos bebés no son entregados, con un destino incierto, y los de muy pocas semanas se canalizan como desechos biológicos.
En México, las “muertes fetales” no están sujetas al Registro Civil por lo que no se tiene el derecho de inscribir a estos bebés con nombre y apellido.
Ley Mortinato
“Hoy es un buen día para la dignidad de la vida, para el valor de los niños, para el sentido de la familia. Es un paso adelante para una sociedad más humana, una sociedad que comprenda mejor el dolor de los demás, que sea capaz de sentirlo como propio”.
Estas son palabras del presidente de Chile, Sebastián Piñera, al promulgar el pasado 13 de agosto la Ley Mortinato en ese país, la cual permitirá a las madres y padres sepultar y registrar con nombre y apellido a los bebés fallecidos antes de nacer.
Este hecho es un gran precedente para los países de Latinoamérica donde hace falta trabajar en políticas públicas que establezcan diversos lineamientos en pro de los derechos humanos de madres y padres que atraviesan por casos de muerte gestacional y perinatal.
En países como Alemania, España, Austria y Paraguay ya existe este registro especial ante las consecuencias emocionales que trae la muerte de una hijo o hijo en el embarazo o parto, como una forma de validar la existencia de esos bebés. En Argentina, la Fundación Era en Abril creó el movimiento Ley de Identidad que está en lucha por obtener este derecho.
Algo que es muy importante resaltar es que la Ley de Mortinato en Chile no interfiere en ninguna otra ley y no otorga derecho alguno al bebé fallecido, es decir, no le da personalidad jurídica sino que el enfoque se dirige sólo a las madres y padres en su derecho de nombrar a su hijo o hija. Por lo tanto, no obstaculiza leyes o proyectos relativos a la legalización del aborto.
Es esencial nombrar y validar este duelo
De acuerdo con evidencia científica, la cuantificación del dolor por una muerte gestacional o perinatal no tiene relación directa con el tiempo de embarazo. Se relaciona con la calidad del vínculo establecido con ese hijo o hija y la historia personal e incluso de fertilidad en la búsqueda de un embarazo.
Nombrar, validar, reafirmar la existencia de una hija o hijo que muere durante el embarazo o en el parto es fundamental para el proceso de duelo. Muchas familias incluso ya sabían cómo llamarían a esos bebés.
En estos casos, los únicos recuerdos que se tienen son los movimientos en el vientre, los ultrasonidos, esos pequeños momentos en que se conoció al bebé, si es que se tuvo la oportunidad. La generación de recuerdos puede ser: una foto, quedarse con un mechoncito de cabello, sacarle una huella a sus piecitos o manitas; ropa o mantita que se tenían preparadas. Para una mujer en duelo todo ello es importante porque no tiene otros recursos.
En general, la muerte de un bebé en las etapas ya mencionadas es poco validado, minimizado y subestimado, incluso se le considera un tema tabú. Frente a este escenario, es muy complicado elaborar un duelo sano si negamos que hubo un bebé en el vientre de su madre.
De ahí la importancia de que se otorgue una identidad a ese hijo o hija, pues no validar su existencia provoca en la mayoría sentimientos contradictorios, de vacío, de invisibilización, de “desconocer” y negar que algo existió y tuvo una presencia en la vida de esas familias. Un nombre es el inicio de una historia, de un recuerdo…
Humanizar este proceso es lo ideal para transitar por el duelo. El respeto, compasión y un buen abordaje pueden cambiar la historia de miles de familias que desafortunadamente les toca vivir este doloroso suceso.
Retomando las palabras del presidente Piñera, hace falta formar sociedades más humanas. Las mujeres y hombres que atraviesan por este tipo de duelo deberían caminar en una ruta más sencilla y sensible, donde sean sostenidos de una forma más compasiva. Retomar su camino con el recuerdo, no de dolor, sino sólo de amor para poder dar un nuevo sentido a sus vidas.
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