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Los desafíos a 50 años de Stonewall

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Escrito por Leonardo Bastida

Una visión humana

A lo largo de una semana, la policía de la ciudad de Nueva York  había hecho revisiones y merodeado por los alrededores del bar Stonewall Inn, un espacio en el que se sabía, se congregaban, de manera frecuente, mujeres lesbianas, hombres gay, drag queen, mujeres trans, y muchas otras expresiones que después se aglutinarían bajo las siglas LGBTIQ.

El 24 de junio de 1969, el inspector Seymour Pine había hecho una primera visita al bar. Arrestó a algunos empleados y confiscó licores. No satisfecho con lo hecho, continúo rondando el bar ubicado en la calle Christopher, muy cerca de la Séptima Avenida, en el barrio de Greenwich Village, por varios días más.

Eran días en que la legislación de la mayoría de las poblaciones de los Estados Unidos prohibía las relaciones entre personas del mismo sexo. La única excepción era Illinois. El acoso hacia el Stonewall era atípico. Si bien quienes asistían a bailar en los dos pisos que conformaban el bar estaban acostumbrados al acoso policial, y lo veían como algo con lo que tenían que lidiar cada noche de copas y baile, comenzaban a cuestionar esa realidad.

La noche del 28 de junio de ese mismo año, hubo quien no cedió a la presión policial y se opuso a ser arrestado. A esta persona, le siguieron otras y cuando la policía neoyorquina se dio cuenta, adentro y afuera del bar había centenas de personas arrojándoles objetos, monedas y exigiendo su retirada. No tuvieron más remedio.

La mayoría de la prensa dio a conocer la noticia, poniendo énfasis en que algunos policías fueron lastimados, y dando muy poca voz a quienes participaron en los sucesos por parte de la sociedad.

Sin embargo, muchas personas regresaron el 29 de junio y los días subsecuentes para mostrar que no se iban a dejar intimidar, y a pesar de que el bar estaba en ruinas, continuaron resguardándolo, conjuntándose para organizarse e impedir más abusos del tipo.

Entre esas voces anónimas para la prensa estaban la de las drag queen Marsha P. Johnson, afroamericana con un gran ímpetu, y la de Sylvia Rivera, de origen puertorriqueño, quienes fueron de las primeras personas en comenzar a aglutinar a más personas para exigir no sólo el cese de los operativos policíacos sino el respeto a sus derechos y a su integridad como personas.

De esta manera, se conformó el Frente de Liberación Homosexual, la primera organización del tipo, inspirada en el movimiento del Frente Nacional de Liberación de Vietnam, al cual pertenecía Rivera, y se decidió tomar al 28 de junio como una fecha clave para exigir a los gobiernos el reconocimiento de la ciudadanía y la igualdad de derechos de las personas lesbianas y homosexuales.

La labor de Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson no quedó en haber sido la parte visible de los sucesos de Stonewall. Su experiencia en los movimientos de reconocimiento de los derechos civiles de las personas afrodescendientes se tradujo en la creación de la organización Street Transvestite Action Revolutionaries, enfocada en el apoyo a chicas trans en situación de calle, la mayoría de ellas, de origen afro o hispano, desalojadas de sus hogares por sus propias familias.

Las propias Sylvia y Marsha habían vivido esa situación y deseaban dar apoyo a “sus hermanas” para evitar que se repitieran situaciones que ellas mismas habían padecido.

Ambas fueron parte de los orígenes de un movimiento que al paso de los años trascendería las calles de Greenwich Village y comenzaría a globalizarse. En otras ciudades de Estados Unidos se comenzó a rememorar el hecho al año siguiente, pues varios grupos de personas comenzaron a salir a las calles para exigir las mismas demandas de quienes habían vivido los sucesos de Stonewall.

Al paso de los años, el 28 de junio, pero sobre todo, el último sábado del mes de junio, pasó a ser un día en el que muchas de las avenidas principales de ciudades de todo el mundo se colorean de múltiples tonalidades para visibilizar a las poblaciones LGBTTTIQ+, sus necesidades y sus demandas.

A propósito de la conmemoración de los 50 años de los sucesos de Stonewall, han surgido algunas voces críticas como la de Kwame Anthony Appiah, quien argumenta que se debe comprender a fondo cómo es posible que ocurra el progreso social, y esto incluye, no sólo una visión de los hechos, sino múltiples, por lo que señala que al momento de contarse la historia de las movilizaciones sociales LGBTIQ+ sólo se habla de lo ocurrido en Nueva York, como el punto de inflexión, pero no se toma en cuenta que dos años antes, en Inglaterra, se había despenalizado a la homosexualidad, algo que ocurriría 36 años después en Estados Unidos, sin necesidad de una movilización en las calles, sino sólo con el impulso de un legislador.

Más allá de la polémica, el medio centenario de las noches de Stonewall a finales de la década de los 60 lleva a reflexionar sobre lo que ha ocurrido en la materia. La temática LGBTIQ+ ha ganado muchos espacios en diferentes ámbitos y la opinión pública.

Sin embargo, también es necesario voltear a ver historias como la de una de las protagonistas de los hechos, Marsha P. Johnson, quien en 1992, presuntamente fue asesinada en uno de los muelles en los que desemboca la calle Christopher, donde estaba ubicado el hoy mítico bar.

Un documental sobre su historia está disponible en Netflix y muestra cómo nunca hubo el interés por esclarecer su supuesto suicidio.

Marsha reunía las características que otras 26 chicas trans asesinadas en 2018 en territorio estadounidense también compartían, ser trans y de origen afrodescendiente, una situación, que ya es una “crisis” como lo externó la senadora estadounidense Elizabeth Warren en sus redes sociales en días recientes tras enterarse del asesinato de otra mujer trans en la frontera entre Maryland y Washington D.C.

Una problemática que no es ajena a México, donde, según datos de la organización civil Letra S, se han asesinado a 473 personas integrantes de las poblaciones LGBTIQ+, entre ellas 261 mujeres trans, en los últimos seis años.

Acerca del autor

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Leonardo Bastida

@leonardobastida

Tejedor de historias y cronista de las realidades desde hace más de una década. Etnohistoriador de formación, apasionado por el cine, la literatura y las buenas charlas, investigo y documento vulneraciones a derechos humanos por cuestiones de género, diversidad sexual, VIH/Sida, entre otras causales. Por investigaciones periodísticas sobre tecnología mexicana aplicada al tratamiento del VIH y la ruta seguida por las mujeres del Estado de México para lograr la declaratoria de la alerta de género, obtuve los premios Nacional de Periodismo, otorgado por el Club de Periodistas, y el José Pagés Llergo.

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