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Ser discapacitado en un país incapacitado

Testimonio de una doctora con poliomelitis

Soy Angélica, yo como todos nací, crecí, y me reproduje, ¡qué tal!

Y escribo esto así, pues todo lo hice con un “pero”. Nací con luxación congénita de ambas caderas, y para acabarla me dio Poliomelitis, la polio pues, así que me agarraron a dos fuegos.

Sin embargo el plus fue haber nacido en la familia que nací. Mi madre siempre fue mi gran apoyo, por ella camino y soy lo que soy.

En mi niñez sufrí lo que ahora llaman “bullying”, (ni siquiera sé si está bien escrito, aunque me consta que siempre ha existido ). Yo era “la coja” del grupo, a la que siempre le decían: “tú no juegas”,”tú ni puedes”,” mejor quédate ahí” y así…

Recuerdo que en la “cuadra” (calle) donde vivía había más niñas que me invitaban a jugar a “la reata”. ¿Cómo ven? Yo, que con trabajos caminaba y seguido andaba con muletas, jugar a la reata. (¿Era burla o qué?)

Ah… pero resultaba que yo era la dueña de la reata, entonces por supuesto que participaba. Amarraba mi reata a un poste y se las echaba para que las otras niñas brincaran, y así era que jugaba yo, pero en cuanto mi mamá me llamaba, me tenía que meter a mi casa y desamarraba mi reata del poste. Entonces, para todos estaba claro que la diversión empezaba conmigo y terminaba sin mí. Yo así me divertía.

Pasó el tiempo y mi condición no cambió a pesar de las más de 20 operaciones a las que me sometieron. Por fortuna mi carácter se forjó ‘amabilidoso’, gracias en parte a mis hermanos que ayudaron a contribuir a eso.

Siempre fui muy amiguera, y en el camino encontré buenas y malas “amigas”, para algunas aún “la coja” por la cual no se detenían, pero las mejores, que aún veo eventualmente, me apoyaban en todo y en mucho.

Siempre tuve el ejemplo de mis hermanos, quienes todos eran muy estudiosos. Eso para mí fue un acicate que me impulsó para estudiar yo también, logrando ser Odontóloga.

Angélica de niña con su hermano menor, Rodolfo

Durante todo ese tiempo, la vida me enseñó que, como seas, como estés, lo puedes superar con actitud positiva.

Hoy soy madre y cuando mi hija nació tuve el temor de que llegara a tener algo así (alguna discapacidad), pero gracias a Dios nació completamente sana; aunque mi temor era que ella, por mí, sufriera el famoso “bullying” o de plano, algún rechazo.

Eso, creo, ha sido lo más difícil. Creo que hay que tener carácter para no dejar que te haga mella, pero sé que no todo el discapacitado lo logra, simplemente porque en este país falta mucha cultura y empatía para que todos seamos vistos de la misma manera. Se necesita ser muy tolerante, muy empático, vamos, muy humano, pero por desgracia eso no siempre existe.

Mi carácter siempre me ayudó a superar cualquier rechazo o burla que llegara a mi vida, tomando las cosas y actitudes de quienes vinieran y desechar las malignas y feas, pero siempre agradeciendo las buenas vibras.

En mis tiempos, ( soné muy viejita, ¿verdad? Aunque no es para tanto). Bueno, en aquellos días, (ahora soné bíblica, aún mas viejita);  no había la inclusión de la que se habla hoy en día. No había lugares para discapacitados, ni placas especiales para los carros, ni tarjetas de ayuda económica, ni rampas o accesos especiales.

Hoy tenemos todo eso, y sí, yo los uso y los peleo; los peleo porque por mucho tiempo no tuvimos nada. Los accesos eran imposibles, aunque aún haya trampas para nosotros, o siga habiendo dificultades físicas.

Angélica con su madre y ocho de sus nueve hermanos

Lo que más lastima de todo esto es que aún hay gente en este país que es hosca y prepotente con el discapacitado, aunque sinceramente frente a algunas personas, me doy cuenta que aunque no tengan algún problema físico como muchos de nosotros, ellos deben estar más enfermos de su mente o de su corazón por la falta de respeto que muestran a los discapacitados.

Yo me siento muy privilegiada. Nací en una familia insuperable que me enseñó a ser fuerte. Siempre me procuró bienestar, tuve un padre trabajador y buen proveedor, una madre fuerte y firme que brindaba apoyo a todos, que generaron esos hermanos que hoy tengo y que nunca cambiaría.

Si me dieran la opción de nacer de nuevo, sana y sin ninguna discapacidad, pero en otra familia y con otra gente y sin lo que he vivido, lo rechazaría rotundamente.

Mi discapacidad es lo que me ha hecho ser  yo, y sé que sin ella mi vida sería aburrida y sin chiste.

Esta soy yo, una discapacitada privilegiada, en un país donde los hay y muchos y lamentablemente no todos privilegiados.

La doctora Angélica actualmente en su consultorio

Acerca del autor

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Angélica Rodríguez Jurado

Estudió la carrera de cirujano dentista en la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco. Cursó la especialidad en el Centro de Estudios de Posgrado en Ortodoncia Valle de Anáhuac, CEPOVA. Durante ocho años trabajó en PEMEX conjuntando la práctica privada, como hasta ahora. Vive en la Ciudad de México.

1 comentario

  • Para mí eres como cualquier persona (de las buenas eh) está padre tu escrito amiga… ¡Eh raza! Le hablo de tu porque somos amigos.
    Te mando un abrazo bien JUERTE.
    Se te estima.

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